¿La felicidad se puede coleccionar? ¿Se puede sentir a través de objetos muy preciados? ¿Se puede construir a la medida? Aparentemente René Peña Martínez se hizo esas preguntas y a todas contestó que sí.
Un universo propio e ideal, es el que creó el dueño de este particular espacio, pues en cada centímetro hay una pieza de colección, una antigüedad, un cuadro; muebles y objetos dignos de un museo, pero con la diferencia de que no fueron adquiridas para ese propósito.
En menos de un año, Peña Martínez se propuso construir su lugar de descanso, una especie de “casa de campo” o “rancho”, pero sin tener que salir de su propio hogar.
Como bien dice el refrán: “Querer es poder” y lo logró. En el techo o azotea de su vivienda, el abogado, contador público y amante del automovilismo edificó su paraíso perfecto, su felicidad.
Don René, de 67 años de edad, no ha escatimado en conseguir lo que desea, porque a estas alturas sabe muy bien dónde encontrar lo que busca y quién le puede hacer trabajos de remodelación o reparación de aparatos domésticos fabricados desde el siglo antepasado.
Desde el piso, forrado con talavera pintada a mano y el mobiliario en general destacan dos características: la alegoría 100 por ciento mexicana y lo histórico de cada cosa.
“Es un lugar muy mexicano, no contemporáneo pero sí es de los años en que yo he vivido, de las cosas que he vivido y un día se hizo así al querer empezar a hacerlo.
“Empecé hace como un año, casi lo acabo de terminar, pues aquí no había nada hecho; este era un techo como el de la casa de enseguida, es decir, pura teja, cables y no se podía ni caminar bien”, recordó.
Indicó que poco a poco fue tomando forma para crear una superficie plana, como rellenar con hielo seco en donde se hacían dos aguas de tal manera que se emparejó el terreno.
Un charro a la entrada da la bienvenida -o despedida- con la leyenda en su sombrero “Me vale madre”, pues a decir del coleccionista, es una frase dirigida a un visitante que en dado caso no le gustara la decoración de su recinto sagrado, lo cual es muy poco probable.
El área de la cocina y comedor es asombrosa. La estufa con más de tres siglos de antigüedad pero asa y hornea como una de modelo reciente, mientras que el refrigerador con más de cinco décadas congela igual o mejor que uno diseñado con la más alta tecnología.
“La estufa es de 1882 pero funciona perfectamente, tiene horno, asador y sus cajones para guardar los utensilios. La compré en una tienda de antigüedades y me costó unos seis mil pesos, claro que estaba toda desbaratada y desecha, por lo que la tuvimos que arreglar y me vino costando el doble, pero ya la podemos usar”, refirió el anfitrión.
“El refrigerador lo traje desde San Miguel de Allende, Guanajuato, estaba abandonado en una especie de gallinero y sin embargo lo restauramos y sigue trabajando con el mismo motor.
LA CREATIVIDAD ES SU VICIO
Aunque René Peña es contador público y licenciado en Derecho de profesión, ha añadido su sello muy personal en cuanto a diseño y algunas creaciones que se dio el gusto de realizar como incluir pequeños juguetes mexicanos y saquitos de semillas y leguminosas en la mesa del comedor, por mencionar algunas.
Dijo que por lo general ha contratado a gente que le hace ciertos trabajos como pinturas para decorar algunos muros, que específicamente tienen escenarios de lugares de su infancia o juventud.
Por ejemplo, en la mesa del comedor que está hecha con una puerta antigua de base en la que unos artesanos de San Miguel de Allende pintaron encima un pueblito.
Y a un costado, un tapiz de diferentes postales de la República Mexicana cubre un muro divisorio a manera de galería.
En un segundo nivel, hay una estancia en donde varios elementos llaman la atención: una especie de mesa de bar cuyas sillas elaboradas con grandes botes de leche y lomeras de burro como respaldo, lo convierte en un espacio ecléctico y ecológico, tomando en cuenta que a don René le gusta reciclar.
“Aquí tenemos unos asientos de botes de leche con unas lomeras de burro que tienen un acabado que no se lo puede hacer ninguna máquina en el mundo. Esta lomera estuvo trabajando en los lomos de un burro y tiene toda la tersura que sólo puede dar esa fricción”, explicó.
Otro atractivo de esta original casa es la silla de peluquero con su respectiva espiral que se presume sea de la década de los años 30, en la cual Peña Martínez se corta el pelo, pues como todo lo demás, está ahí para usarse.
La recámara no podía ser la excepción, pues en el muro divisorio se realizó una pintura en relieve en el que sobresale la imagen de la Virgen de Guadalupe; el techo también funge como una galería pues está cubierto de cuadros alusivos a nuestra idiosincrasia.
Cabe destacar que sí hay aparatos modernos en esta casa, pues en la alcoba se encuentra un televisor plasma y el baño tiene jacuzzi y un excusado que tiene la particularidad de expulsar agua con el fin de ahorrar papel higiénico.
Además, la casa cuenta con sistema que utiliza la energía solar, pues se instaló un boiler y celdas solares que alimentan unas baterías para aprovechar la luz natural al máximo.
Por su parte, Marcela Mendoza, esposa de René Martínez, comentó que lo ha acompañado en esta aventura y pese a que ha sido una labor ardua sobre todo con los viajes, le satisface el resultado final.
“Es reconfortante ver que todo este esfuerzo de casi un año por fin estuvo listo. Cuando subo y estoy aquí porque me encanta, es tranquilizante y se respira un aire muy distinto.
“De hecho hubo un momento en que René a todo esto le llamó su rancho, pero entonces desde que tuvo esta idea, considera que si queremos disfrutar un día en familia en vez de ir a un rancho, mejor subimos”, expresó.
CON DEDICATORIA ESPECIAL
Este gran “nido” donde don René ha vertido todos su sueños, en objetos, pinturas, muebles y detalles, no se limita a un área cerrada, sino que en el exterior también se hizo un inversión importante para la creación de otras secciones de diversión y esparcimiento.
Al salir de la casa habitación, del lado derecho se encuentra un lugar con dos camastros -como en los hoteles- reservado para tomar el sol y relajarse un poco.
Y de frente se instaló un gimnasio con todos los aparatos necesarios para ejercitarse y ambas áreas cuentan con un pasto artificial y techos de carrizo y madera, respectivamente.
Del lado izquierdo hay una palapa en donde predomina lo étnico, pero sin perder la esencia mexicana, pues en ella cuelgan jaulas coloridas; y al girarse un poco uno puede ver un pequeño mausoleo, que se construyó a la memoria de la mamá del señor Peña Martínez, quien era originaria de Tarimoro, Guanajuato, de ahí su gusto por todas las artesanías de este estado.
Como en los museos, este rinconcito tan especial, en el que a través de una grabación se está rezando el rosario ininterrumpidamente, se observan fotografías familiares, imágenes religiosas y pertenencias conservadas desde la infancia.
“En mayo del año pasado, René dijo que quería adelantar lo más pronto posible para festejar a mi mamá, porque dijo: `yo no sé si ella va a estar para el próximo año´. Gracias a Dios su mamá pudo estar aquí y se le hizo el festejo: lamentablemente se nos acaba de ir”, refirió la también propietaria de este edén.
También tiene un pequeño huerto y se está acondicionando otra “casita para huéspedes”.
PUERTAS ABIERTAS
Consciente de que este lugar puede sorprender y fascinar a más de uno, René Peña Martínez dice que está en la mejor disposición de mostrarlo a quien lo desee sin cobrar un solo centavo, pues es un lugar que fue hecho con amor, pero eso sí, aclaró que en ningún momento pensaría en venderlo.
“No tiene precio. Esto es una idea, un gusto mío y son cosas que a nadie le deben de interesar más que a mí, por ejemplo esta pintura del pueblo donde creció mi mamá, ¿a quién más le puede interesar?
“Pero este es una idea de que la gente pueda tener estas cosas y sin que tenga que ir a un museo, sino que tenga las cosas con las que convivió y que recuerdes y digas: cuando estaba niño y me sentaba en una silla de esas; o que luego voltees y veas otro cuadro: ah, mira, me acuerdo cuando caminaba con mi mamá por ese puente, o que fuimos a ver las mariposas monarcas.
“No tienes idea de lo placentero que es amanecer aquí, pues yo uso esto como si fuera mi rancho o mi casa de campo o algo así, entonces cuando entra el sol te iluminan techos y paredes y alcanzas a ver tantos colores y tantas figuras que te sientes en otra parte.
“Mi casa está abierta para quien quiera venir verla, de aquí no se vende nada, pero sí les puedo ayudar a conseguir o decirle quién les puede hacer algún mueble o figura en especial, no importa si se inspiraron en lo que yo tengo”, manifestó don René.
Subrayó que tampoco tiene pensado cobrar por que la gente conozca esta casa, porque para él es un placer mostrarla.
“Esto fue hecho con el corazón, cuando tú haces algo con el corazón y viene de ti es puro, no es un negocio, es un gusto que él se dio y todavía más gusto porque sin ser arquitecto o ingeniero, él fue quien hizo todo como si fuera un experto”, coincidió su esposa Marcela.
Los autos son su pasión
El Volkswagen, que fuera popular a raíz de la exposición “Los 60, la década que movió al mundo”, fue entregado a René Peña Martínez, quien ofertó el vehículo en 25 mil 25 pesos con 25 centavos el pasado 25 de noviembre de 2012.
El coche, pieza única y de colección expuesta en el Museo de Historia Mexicana, gracias a que fue intervenido por Erik Villanueva para la muestra, pertenece ahora a este abogado y contador de 67 años, quien desde adolescente es amante de los autos.
Peña Martínez consideró que el “vocho” es toda una obra de arte porque los sucesos más importantes de los años 60 están dibujados en la carrocería, como es el caso del asesinato de John F. Kennedy, el legendario Festival de Woodstock, la llegada del hombre a la Luna, etcétera.
“Los dibujos que más me gusta es el logotipo de las olimpiadas y el símbolo de amor y paz que muchos recordarán cuando tenían entre 15 y 25 años.
“Este carro es significativo 100 por ciento, de la edad que tenía en ese entonces”, expresó, el comprador quien aseguró que conservará la parte artística, pero que es probable que realice algunos ajustes de tipo mecánico.
“Toda mi vida me han gustado mucho los carros, son mi gran pasión pues tengo varios. De hecho este año estoy por iniciar un proyecto de hacer carros eléctricos y voy a empezar con un BMW Isseta de 1954”.
Comentó que tiene pensado ir a otros estados, ya que tiene información de que hay modelos de este tipo de autos.
“Voy a la Universidad Autónoma de Sinaloa porque ahí hicieron un carro; voy a Torreón a ver una persona que hizo un carro: y voy a empezar a buscar los carros que han hecho para tratar de copiar las mejores ideas para hacerlas nosotros”, mencionó.
Peña Martínez ha sido propietario desde un Ford de 1914 hasta varios Mustang modelos del 64, 65, 66, así como Chevrolet de los años 55, 56.