Para Diego Enrique Osorno hablar de su profesión como periodista es hablar de libertad, de pasión por la lectura, de amor hacia los libros y, sobre todo, hablar de libertad.
El periodista, quien después de charlar con los alumnos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de UANL, en torno a su más reciente libro “La guerra de los Zetas”, confesó que su sueño es ir a cubrir una guerra, pero de manera profesional, “no ir como turista y luego regresar y escribir un libro”.
¿Por qué escribir libros?
Por formar parte de una especie, en este caso la especie humana, cuyo progreso y desarrollo, sobre todo en los últimos siglos, tiene algo que ver con la escritura de libros, es una más de las extensiones que tiene la cultura para seguir preservando los valores en los que yo creo.
¿Cuál es tu ritual al momento de escribir?
Idealmente prefiero las mañanas, la madrugada, el amanecer, o sea, el momento previo al amanecer, me encanta a las cinco de la mañana, estar todavía con una lamparita…
¿Todos los días?
Idealmente a veces estoy en una cobertura, en la caravana por Estados Unidos, entonces es otro tipo de forma en la que escribo, pero idealmente es así; estar aislado en la mañana, estar casi en ayunas, sólo con el café de 5 a 10 de la mañana; como que siento que es cuando puedo concentrarme y cuando puedo, más o menos, organizar el caos con el que llego al proceso de escritura porque primero yo voy a vivir como un montón de cosas y luego ya llego y me encierro, esté en ayunas, sin música, en el mayor silencio posible, si acaso algunos pajarillos del amanecer, me gusta, pero mucho silencio.
¿La idea que tienes en la cabeza cómo la aterrizas al escribirla?
Con paciencia, escribir es un acto de mucha paciencia. Yo tardo mucho en concentrarme, soy muy despistado, entonces para lograr concentrarme necesito ser muy paciente conmigo mismo y necesito tiempo, necesito aislarme, necesito tener el aislamiento necesario para que algún momento ya pueda estructurar la idea que quiero.
Has hecho muchas entrevistas a diferentes personas, entre ellas a narcos, pero cuando más que tener al delincuente, al salvaje, al sin alma, tienes a la persona en frente.
¿Te ha sorprendido estar frente a ellos?
¡Sí, sí! Pero trato de llegar con la curiosidad de saber por qué hacen lo que hacen. Trato de llegar con preguntas, por más que tenga coraje o tenga molestia, o sea, un periodista tiene que dominar sus sentimientos y sus prejuicios cuando hace una entrevista y eso pasa también con los narcotraficantes. Estoy de acuerdo contigo, están presentados como monstruos, o sea, a un monstruo no hay que escucharlo, no; y yo trato de escuchar, pero es complicado, hay entrevistas que yo he hecho y que después no he publicado, de asesinos por ejemplo, que los entiendo.
Un hombre que mató a varias mujeres en Ciudad Juárez me contó su infancia, una infancia terrible, lo violaron varias veces, pasó cosas espantosas con su papá y su mamá, entonces, había en su historia un drama humano, que no lo excusaba de los crímenes que había cometido después, pero sí lo explicaba. Pero yo decidí no publicarlo porque tampoco podía hacer un texto que justificara a un asesino ¿sabes? Yo lo entendí, yo llego con él y busco las claves que den sentido a lo que hizo. Pero también tenemos que tener cuidado de no estar justificando finalmente lo que ellos hacen; porque tú lees eso y dices “bueno, pobrecito”, pero bueno, por otro lado mató él sin piedad a varias mujeres. No lo publiqué, no pude.
¿Y en cuanto a los políticos?
Bueno… yo asumo que todos los políticos con los que hablo mienten, eso es como una regla para mí y la verdad es que he visto muy pocos políticos, no me interesan tanto como me interesa la gente real, sobre todo en países como los nuestros, donde la política está muy, muy desconectada de la realidad.
Los políticos son sultanes del poder, son como jeques ¿no? No son ciudadanos que tienen una responsabilidad de llevar una comunidad, como pasa en Noruega y en otros lugares. Cuando llego a hablar con un político, de entrada asumo que miente y me equivoco, obviamente, en algunas ocasiones, pero prefiero llegar con ese mecanismo de protección porque hay una tendencia a creerles todo lo que dicen.
Diez años atrás, te hubieras imaginado todo lo que has hecho hasta ahorita, ¿soñaste con esto?
Pues yo siempre he soñado, desde la secundaria, pero no me imaginaba esto, que a los 30 años publicara mi quinto libro, la verdad es que yo más bien soñaba con una vida dedicada al periodismo, a la historia, a leer, a aprender; se asomaba tal vez algún libro por ahí… uno o dos libros.
Pero se asomaba la guerra, se asomaban los conflictos y yo la verdad es que apenas estoy preparándome para cubrir guerras; yo he cubierto conflictos de baja intensidad, pero en mi futuro yo veo ya guerra, pero estoy preparándome todavía…
¿Preparándote en qué sentido?
Pues psíquicamente, sabiendo más del mundo, físicamente sabiendo de primeros auxilios. Ir a una guerra no es cualquier cosa, ahora hay gente que va dos tres semanas y regresa, son como turistas de la guerra, y ya, hacen libros de la guerra. La guerra es un asunto de mucho respeto, hay que ir muy preparados, yo estoy en ese proceso desde hace tiempo y en algún momento me iré, cuando ya me sienta tranquilo, cuando me sienta confiado plenamente que puedo ir a esos lugares y entender lo que pasa y contarlo y hacer que lo entienda mucha más gente; ahorita no me siento todavía seguro de poder lograrlo, podría hacerlo verdad, por supuesto, pero no sé si lo haría bien.
El espectáculo que hay alrededor del autor de un libro no me interesa, a mí los coloquios de periodistas, las presentaciones del libro y cosas por el estilo son una carga, no una cosa que yo disfrute. Yo disfruto reportear, ir a los lugares, preguntar, vivir. He obtenido premios, pero me agobia un poco eso…
¿Lo que te molesta es tener que estar ahí porque tienes que estar?
Lo que me molesta es que eso sea excesivo, porque si yo dejo que me lleve esa ola de la mercadotecnia, no paro, no paro, porque son cosas bien padres, cosas increíbles; yo acabo de rechazar una invitación para estar un mes en Valparaíso en Chile, hablando de la crónica, todo pagado y además con un sueldo.
Yo no conozco Chile pero dicen que Valparaíso un lugar paradisiaco, a lo mejor digo “¡Ay, qué maravilla!”. Pero… eso no puede ser la regla, tiene que ser algo que sigue siendo excepcional y llega un momento en el que, publicar un libro, además si le va bien, te convierte en un imán para ese tipo de distractores, entonces lo que yo terminaría siendo no sería periodismo sino como promoción del periodismo, que no está mal hacerla pero… en una justa medida, no por encima del periodismo.
¿Cómo se ve Diego al doble de su edad cuando ya tenga 60 años o más?
Ahora sí en esa cabaña (en Santiago, N.L.) donde vivo, pero más instalado, más acondicionado también, porque ahorita es un poco salvaje mi cabaña.
Leyendo la mayor parte del día, escribiendo, con mis nietos, con mi mujer. Me veo leyendo mucho.
¿Qué significa para ti tu hijo? ¿Qué tan difícil es para ti cuando estás lejos de él?
Mi hijo, desde que nació es mi patria. Yo no tengo ninguna patria, mi patria es mi hijo… es el centro de todo, todas las decisiones que yo tomo pasan por pensar en él, todas, absolutamente todas, desde las más pequeñas hasta las fundamentales de mi vida y eso es un hijo, es una irrupción hermosa y a la vez dramática en la vida de los seres humanos.
¿Cambió mucho el Diego de antes de tu hijo al Diego de ahora?
Después de que nació mi hijo dejé Milenio, porque si bien yo tenía mucha independencia, mucha autonomía, una autonomía que no es normal, no es común que la tengan los periodistas, había ciertas limitantes y llegó un momento en el que tuve posibilidades de tener un escritorio, o ser un subdirector de un periódico no sé dónde o editor de no sé qué, con posibilidades de tener una mayor certeza económica incluso a costa de mi libertad como reportero.
Entonces nace un hijo y una de las tantas cosas que te planteas es, por ejemplo, la cuestión económica, ¿cómo voy a mantenerlo? Y entonces lo más sensato ahí o lo más lógico hubiera sido que voy tener un hijo, ahora voy a tener una vida más centrada…
A los pocos días que estuve con él dije “no, al contrario, yo no puedo renunciar a lo que ha sido mi vida”, no puedo abdicar, al contrario tengo que ver la manera, en la que él cuando vaya creciendo, vea una congruencia en la historia de vida de su padre y me animó al final de cuentas mi hijo a ser periodista independiente, que parecía una locura.
Todo el mundo me decía “¡no, cómo!, si estás genial en Milenio…”. Dije yo voy a subir la puesta, a ser todavía más, tenía mucha independencia en Milenio, pero quería más, más y ahí está, ahí voy, mi hijo no se ha quedado sin pañales, por suerte y yo escribo las cosas que quiero.
¿Por qué le dices “Compay” a tu niño?
No sé, yo estaba en Cuba, con la escritora que viene aquí (agarra el libro que teníamos en medio de los dos y señala), con Yoani Sánchez y en Cuba, está Compay Segundo; y estaba él (su hijo) todavía en la panza de su mamá, entonces “¡Compay!, ¡Compay!, ¿cómo está el Compay?”, y le escribí una carta. Le escribo cartas, a todos los lugares a donde voy, le escribo cartas, contándole lo que veo y he publicado un par de esas cartas…
Tengo como unas 50 cartas, que se las voy a dar en algún momento, que lea y que también entienda un poco, lo que estaba haciendo yo cuando no estaba con él. Y publiqué dos, publiqué una que estaba precisamente en La Habana y otra que le escribí en Oslo, Noruega.
¿Así nació nada más?
Pues sí, pero no se llama Compay…
¿Cómo se llama tu hijo? (Muestra una pulsera que tiene en su brazo izquierdo, la cual dice: Marcos). ¿Tú elegiste el nombre?
Sí.
¿Por qué Marcos?
¿Por qué crees tú?
¿Por el subcomandante Marcos, verdad? (mueve la cabeza diciendo que sí)
Sí, yo tengo la fortuna de conocer a Marcos y… además de que lo admiro, entonces si se llamara Policarpo u otro nombre a lo mejor le hubiera dudado en hacerle el homenaje y su mamá por lo menos hubiera puesto ciertos obstáculos, pero Marcos… por el subcomandante Marcos, me gusta el nombre Marcos, también el evangelista… pero esencialmente tiene razones chiapanecas.
¿Te gustaría que Marcos en un futuro fuera periodista y fuera uno como tú?
Como yo no, periodista, pues sí, pero ¿sabes qué?, ya van dos veces que sueño con él de grande y estamos en un taller de carpintería. Él está trabajando con una puerta o con algo y empezamos a platicar; y es como la cara de él, pero ya en el cuerpo de hombre, de un adulto…
¿En una carpintería?
Sí, como carpintero, me encantaría que fuera carpintero. Él, por supuesto, va a tener toda la libertad de elegir… yo le voy acercar las herramientas del conocimiento que yo pueda, las herramientas de aprecio por el ser humano, las herramientas de amor por la vida y ya él decidirá ¿no?, Dios quiera. Yo lo he soñado como carpintero y me encantaría…
¿Y tú también eras carpintero? (dentro del sueño)
¡Nombre!, yo soy un desastre con las manos, tal vez por eso estoy soñando eso también, yo soy… en el taller mecánico (uno de sus primeros trabajos), no me corrían porque era de mi primo, pero era un desastre, lo único que pude terminar haciendo fueron afinaciones, pero no pude nunca cambiar unas balatas bien, soy muy torpe con las manos.
Trayectoria:
:: Ha escrito hasta el momento los libros Oaxaca Sitiada. La primera insurrección del siglo XXI (2007), El cartel de Sinaloa. Una historia del uso político del narco (2009), Nosotros somos los culpables. La tragedia de la Guardería ABC (2010), y País de muertos. Crónicas contra la impunidad (selección e introducción, 2011).
Periodista a detalle
:: “Un periodista tiene que dominar sus sentimientos y sus prejuicios cuando hace una entrevista y eso pasa también con los narcotraficantes”.
:: “No es que yo creo que mis libros son algo importante dentro de ese gran procesos que es la historia”.
:: “El espectáculo que hay alrededor del autor de un libro, no me interesa, o sea a mí los coloquios de periodistas, las presentaciones del libro y cosas por el estilo son una carga, no una cosa que yo disfrute, yo disfruto reportear, ir a los lugares, preguntar, vivir. He obtenido premios, pero me agobia un poco eso”.