El señor Jasso no llegaba. Eran ya las 11 de la mañana y los cuatro funcionarios de la sección 1583, casilla contigua número 2, de la Colonia Villa Mitras aún no teníamos agua, refrescos, jugo, café, licuados o cualquier otro tipo de bebida o comida en nuestra mesa.
El señor Jasso, capacitador-reclutador del Instituto Federal Electoral nos había dicho en el simulacro que el día de las elecciones estaría al pendiente de no-sotros cada 20 minutos.
Del dicho al hecho…
En ese momento del domingo 5 de julio, soportando una temperatura de 40 grados centígrados a la sombra, sin podernos mover de nuestro asiento y ahí mismo, sintiendo que la vista se nublaba y a punto de un colapso nervioso, recordé cuando el señor Jasso me invitó a participar en las elecciones del 2009 y de cómo acepté aun cuando ya había sido funcionaria de casilla hace tres años, también en el cargo de secretario, por parte de la Comisión Estatal Electoral CEE.
Craso error.
Se dice que el hubiera no existe, pero la frase “no hubiera aceptado” retumbaba en mi mente una y otra vez, al pensar que mejor “hubiera” estado reporteando como mis demás compañeros de Hora Cero Multimedia.
Tal vez si mis jefes me “hubieran” ordenado hacer guardia en cualquier casilla o seguir las actividades de alguno de los candidatos, mi jornada “hubiera” sido más gratificante que la del pasado domingo 5 de julio y, aunque estoy segura que mi trabajo también sería agotador, me “hubiera” sentido más satisfecha y orgullosa y no timada y defraudada como llegué a mi casa a las siete y media de la tarde.
Cuando hablo de fraude no me refiero al electoral, del que eventualmente puedan hacer los partidos, sino a la indiferencia y desorganización de quien esperábamos el apoyo que se requiere en estos casos.
Además, si bien no fuimos obligados, ni forzados a participar, cualquiera de los cuatro individuos que formamos dicha casilla sí tuvimos que cambiar nuestra agenda para cumplir nuestro deber como “buenos ciudadanos”.
El señor Esteban Bermúdez, mi vecino, quien fungió como presidente, cumplió años ese día y la noche anterior había tenido una fiesta para celebrar el décimo séptimo aniversario de su hija, pero no faltó a su compromiso adquirido con anterioridad.
La joven Alejandra Mayela González, la primera escrutadora, se consolaba un poco haciendo señas a su hermana, que también era funcionaria en otra casilla frente a la nuestra.
Ella nos comentó que sus papás no se encontraban en su casa y por eso no podían llevarle comida y, lógico, ella también confió en las palabras del capacitador del IFE:
“No se preocupen, ese día les voy a llevar todo, les voy a surtir de agua y refrescos y luego iré por la comida. Es más, voy a estar ahí cada 20 ó 30 minutos”, prometió.
Ya cuando el reloj marcaba las 11:40 horas, el señor Jasso hizo su aparición con una bolsa de plástico que contenía cuatro botellitas de 500 mililitros, ¡una para cada funcionario! Ni una más, ni una menos.
Para ese punto, yo ya había pedido de caridad una botella a los compañeros funcionarios de la CEE porque tenía que tomar mi medicamento obligado.
También abusé de la confianza y la buena voluntad de mi vecina y amiga Inés Jaime para pedirle que nos trajera agua de su casa, petición que fue concedida de inmediato por esta buena samaritana.
CIUDADANOS PUNTUALES
Como se había acordado, la mayoría de los funcionarios llegamos minutos antes de las 8 de la mañana, sin embargo, hubo quien llegó desde antes y uno que otro llegó tarde, como en el caso de los representantes de partidos.
Pero los que sí fueron muy puntales fueron los vecinos de la Colonia Villa Mitras, que acudieron a votar al jardín de niños ubicado en las calles Cofre de Perote y Mil Cumbres, a las casillas que correspondía a este sector.
Ya para las 8:30 una fila bastante larga esperaba afuera del plantel educativo, pero como aún no estaban completamente armadas algunas mamparas, ni se habían terminado de marcar boletas, la apertura fue hasta las 9:10 de la mañana, lo que provocó malestar entre los votantes.
Durante las primeras dos horas, al arrancar la jornada electoral, se registró una notable afluencia, pues antes de mediodía ya habían votado cerca de 200 personas en la casilla contigua 2 de la sección 1583.
Cabe destacar que todo transcurrió en perfecto orden y no hubo incidentes lamentables, pues prevaleció el respeto y la solidaridad entre los funcionarios y representantes de los partidos, pese a la diferencia de edades e ideologías.
Muchos jefes de familia fueron acompañados de sus hijos pequeños, quienes con mucha curiosidad observaban el proceso y pedían meter las boletas en las urnas, como para no permanecer al margen de este importante evento cívico.
LA ALBERCA DE LA DEMOCRACIA
Con la afluencia de electores el día se hizo menos largo, pero lamentablemente el ritmo bajó en la tarde, un par de horas antes del cierre de la votación, y prueba de ello es que el tercer block de boletas mantuvo su grueso volumen a partir de las 15:30 horas.
Entre los mismos funcionarios comentábamos que el lapso más “flojo” sería entre una y tres de la tarde, que es la hora de la comida, pero para nuestra sorpresa hubo otro nutrido grupo que se volcó a las urnas en ese horario.
Como ya había mencionado, el señor Jasso había ido a las 11:40 a llevarnos los cuatro botecitos de agua, pero se volvió a ir y no regresó hasta las 14:50 horas, para “disculparse” porque argumentó que tenía “mucha chamba” y nos sugería que cada quien pidiera su comida, a la vez que nos entregaba 275 pesos dentro de una bolsita de plástico, nuestra compensación por ser “voluntarios”.
Afortunadamente yo había previsto ese “detalle” y por temor a contraer una infección estomacal , les pedí a mí mamá que me llevara lo que había hecho en casa cuando ella fuera a votar.
Problema resuelto para mí, pero no para mis compañeros, por lo que acordamos que el segundo escrutador, Juan Martín Elías Marrufo, fuera a comer a su casa, para que posteriormente lo hiciera Alejandra.
El señor Esteban prefirió quedarse y recibió algunos alimentos cortesía de los representantes de partido.
A las cinco de la tarde contábamos los minutos para que nuestra misión terminara. Ya era poca gente la que se presentó a emitir su sufragio, pero aún en el último aliento del día, llegaron algunos que no dejaron pasar su oportunidad para ejercer su derecho de elegir a los candidatos que presentaron mejores propuestas.
Una vez declarado el cierre oficial a las seis en punto, todos los participantes iniciamos el conteo de boletas para agilizar el llenado de la documentación que iría dentro de los paquetes.
Afortunadamente en nuestra casilla los números coincidieron y no hubo ninguna objeción.
Esta tarea nos llevó poco más de una hora. Cuando ya estaba todo listo, el presidente tomó el paquete para llevarlo a las oficinas del IFE más cercanas.
Le deseamos suerte y nos encaminamos a nuestras respectivas casas. Cuando llegué mis familiares bromearon:
“Vienes tan quemada que parece que te fuiste a una alberca”, a lo que respondí: “Si, a la alberca de la democracia”. v