Primero fue el desconcierto y luego el desánimo. Poco antes de las 18:00 horas del domingo 5 de julio Fernando Elizondo Barragán, candidato del Partido Acción Nacional a la gubernatura, estaba desconcertado.
En Televisa, Joaquín López-Dóriga colocaba el periodismo por encima de la ley electoral y minutos antes de la hora oficial del cierre de casillas, anunciaba que el priista Rodrigo Medina llevaba la ventaja en la carrera por la gubernatura.
Sesenta minutos más tarde, a las 19:00 horas, a Elizondo le informaron que en el centro de operaciones del PRI, el equipo de su contrincante ya estaba celebrando. Segundos después lo vio en televisión y ahí empezó el desánimo porque las cifras preliminares llegaban adversas.
La seriedad empezó a invadir los rostros del equipo de campaña del candidato, atrincherado en el centro Convex de la colonia Pío X. Pero la historia empezó a escribirse mucho antes, cuando la jornada electoral apenas nacía.
DOMINGO DE SOL
Con las encuestas prácticamente en empate técnico y el ánimo tan fuerte como el sol que puso los termómetros en más de 40 grados, los equipos de campaña iniciaron operaciones y el PRI tuvo un acierto que, al menos en materia mediática, superó al PAN: la ubicación.
El hotel Crowne Plaza, ubicado en el corazón de Monterrey, fue más visitado que el centro de prensa panista, instalado al otro lado del río Santa Catarina, un lugar menos accesible y más aislado.
Elizondo acudió a votar a las 10:30 horas en la colonia Lomas de Tampiquito, junto con su familia. Dio entrevistas antes y después de emitir su sufragio. Se le veía de buen humor y confiado, la afluencia de votantes era copiosa y él sabía que eso es benéfico para el PAN.
Después de eso, el senador con licencia acompañó a sus hijas a votar en otra casilla, fue a misa y se concentró en su centro de operaciones para seguir el desarrollo de los comicios.
Irregularidades leves, anomalías ligeras y muchas acusaciones sin respaldo fueron el pan de ese día pero nada preocupante hasta las 14:00 horas, cuando un informe de la Comisión Estatal Electoral arrojó que hasta ese momento sólo había votado el 40 por ciento de los electores.
Empezaba la hora de mayor calor, los preparativos para ver otro soso partido de futbol de la Selección Mexicana y finalmente el cierre de las casillas. La gente no iba a las urnas y los panistas empezaron a preocuparse porque, además, enfrentaban un hecho inédito: la campaña por el voto nulo.
Otro factor que los partidos no sopesaron adecuadamente y que las encuestas pusieron de manifiesto fue el voto cruzado: la gente estaba inclinada a votar más por los candidatos que por los partidos.
Los casos más evidentes fueron los de Guadalupe y Monterrey, donde dos políticos repitieron su intento por ser alcaldes: el panista Julián Hernández en Guadalupe y el priista Abel Guerra en la capital. No sólo resultaron derrotados por segunda ocasión sino que no pudieron llevar más votos a sus respectivos candidatos a la gubernatura.
EL FINAL
Poco antes de las 18:00 horas vino el golpe mediático. En el noticiero de Joaquín López-Dóriga, con cobertura nacional, Elizondo Barragán escuchó que su contrincante le llevaba ventaja de 6 puntos y comentó con sus colaboradores que, si bien no le extrañaba que Televisa siguiera apoyando a Rodrigo Medina, sí le sorprendió que el comunicador no guardara las formas al difundir esa información antes de la hora permitida por la ley.
Luego, Multimedios TV y TV Azteca repitieron la información originada por las encuestas de salida de Consulta Mitofsky y los priistas empezaron a cantar victoria ante la preocupación de los albiazules.
Para contrarrestar las imágenes de algarabía del equipo de Medina, se realizó una rueda de prensa donde el candidato y el dirigente estatal panista desestimaron las cifras manejadas por las televisoras.
Elizondo consideró que están en un empate técnico y “por respeto a los votantes” no iba a dar un pronunciamiento de victoria, y explicó que los números no son absolutos debido a que el 40 por ciento de los encuestados al salir de las casillas no quiso revelar por quién votó.
Por su parte, el dirigente estatal panista, Juan Carlos Ruiz, recordó que ya antes los priistas han bailado triunfos anticipados, en referencia a la elección de hace 3 años, cuando Abel Guerra festejó anticipadamente un triunfo sobre el panista Adalberto Madero, quien finalmente fue el ganador de la contienda.
“Ya antes los priistas han bailado festejando triunfos anticipados, se ponen a bailar y al final salen bailados”, expresó el dirigente de Acción Nacional.
Ambos estuvieron acompañados por el candidato a la alcaldía de Monterrey, Fernando Larrazábal, y pidieron a la gente esperar a que más del 90 por ciento de las casillas estuvieran computadas para hablar de una tendencia. Sin embargo, la preocupación iba en aumento.
Horas después, cuando era evidente que los priistas estaban listos para el festejo porque en la Explanada de los Héroes, justo frente al palacio de Gobierno (ese rosado objeto del deseo), el templete y la música estaban casi listos.
El vestíbulo del Crowne Plaza estaba ya a reventar, los papelitos tricolores revoloteaban tan alto como los ánimos de los colaboradores de Medina y todo eso se transmitía por las pantallas de televisión instaladas en el desolado centro de prensa del PAN.
Inusualmente, el candidato bajó a platicar con los reporteros. Se acercó con ellos y al principio se pensó que iba a dar una declaración pero su personal explicó que solamente iba a charlar. Cuando vio en las pantallas el festejo tricolor no pudo evitar una sombra en su semblante. Se repuso y dijo a los enviados de las televisoras que si deseaban una entrevista o un enlace en vivo con los conductores él estaba dispuesto.
No tuvo suerte. Las transmisiones estaban concentradas en el búnker de Medina y en las instalaciones de la Comisión Estatal Electoral.
Luego vendría un desesperado intento por captar la atención. Elizondo subió un piso, a donde estaba su grupo de simpatizantes, y pidió que lo siguieran los periodistas. El salón estaba atestado y dio un recorrido entre la gente que, con más esperanza que convicción, gritaba “sí se pudo, sí se pudo” y lanzaba tímidas porras y escuálidos aplausos. La puesta en escena no convenció ni a sus protagonistas.
El desconcierto se fue y llegó el desánimo. Poco a poco la desesperanza se fue instalando en Convex y periodistas y simpatizantes iban y venían sin nada qué hacer, mientras las pantallas seguían mostrando el júbilo del equipo de Medina.
El equipo cercano de Elizondo estudiaba la situación. No había incidentes graves para preparar una impugnación ni pruebas fehacientes para suponer un fraude. Se tomó la decisión de esperar hasta el último minuto pero no dejar de dar la cara.
Poco a poco se fue vaciando el recinto. Las cámaras se quedaron a la espera del festejo, de la fiesta de los ganadores y la resignación fue subiendo poco a poco hasta ese piso 7, pero fue hasta la medianoche cuando hizo acto de presencia en la persona de Fernando Elizondo.
En ese momento, el 85.38 por ciento de casillas estaba computado y daban un 48.9 por ciento para el PRI y un 43.5 para el PAN. La tendencia era que esa diferencia de más de 5 puntos se mantendría.
Elizondo tomó el micrófono y dijo, consternado y abatido: “con la misma seriedad y honestidad con la que siempre me ha gustado hablarles, les digo que esta diferencia es muy difícil que se revierta en las menos de 15 por ciento de casillas que faltan por ser computadas”.
Entonces sí obtuvo atención de las televisoras. Cuando terminó fue a agradecer a sus seguidores, se consolaron entre sí, se animaron. Afloraron las lágrimas en el piso 8 que se quedó con las ganas de escuchar la música y el “sí se pudo”. Elizondo fue arropado por su familia y entonces sí, la ola de tristeza inundó todo el ambiente albiazul.
La noche más larga había terminado. v