por Luciano Campos
Lucas Lobos vivió con Tigres toda su monstruosa transformación, desde que el equipo gritaba pidiendo auxilio para no descender, hasta coronarse en este torneo Apertura 2011, luego de más de 29 años de sequía de títulos.
El volante argentino llegó en la Liga Clausura 2008 con un discreto cartel. En esa temporada el equipo de la Universidad Autónoma de Nuevo León se había desmantelado por completo y los refuerzos lo habían convertido en un adefesio futbolístico, sin idea ni dirección.
Enrique Borja debutaba como presidente del club y Américo Gallego cumplía su segunda liga. En esa temporada de su debut, el Tolo había concluido posicionado en el escalón 16. Estaba el club en tan malas condiciones que el objetivo único era no descender como lo hizo en el 95.
Sería esta la primera temporada sin Walter Gaitán, el gran Divino que se cansó de esperar que el equipo compitiera en los primeros lugares. También se iban el atacante uruguayo, Sebastián Abreu y el central Julio César Cázares.
Kikín Fonseca comenzaba a evidenciar su real nivel, al anotar únicamente un tanto en el torneo anterior. Llegaba Gastón Fernández, “La Gata”, procedente de Rayados y como contratación estrella venía un desconocido enganche argentino procedente del Cádiz, en la segunda división española, apellidado Lobos.
El misterio se reveló de inmediato. El orquestador pampero se coronó como el gran orquestador del equipo y demostró ser un digno heredero de las glorias de Walter Gaitán y, más antes, de Tomás Boy, el gran jefe en el ataque felino.
Lobos se hizo cargo del comando del equipo cuando estaba en el lugar 16 y seis temporadas después, tras pasar por el infierno de los reacomodos, de los desesperados últimos juegos de la temporada para no perder la categoría, consiguió levantar la copa.
Pasó por cinco entrenadores, cuatro de los cuales lastimaron severamente la institución: Gallego, Manuel Lapuente, José Pekerman y Daniel Guzmán. Con este último Tigres alcanzó su punto más bajo. El Travieso se hizo acompañar de Santiago Martínez como presidente y por poco hunde el barco con sus erráticas decisiones, sus desafortunados pronunciamientos y su escasez de resultados.
Guzmán fue el que firmó al atacante brasileño Evertón Cardoso, la mayor decepción en la historia del club, que no anotó un solo gol y fue con 6 millones de dólares la transacción más cara en la historia del futbol mexicano.
Al finalizar el Clausura 2010 y Tigres sin liguilla, Martínez y Guzmán fueron echados por la directiva y la afición.
Y llegó la vieja dupla que ya les había dado resultados en el 2001. El entrenador brasileño Ricardo Ferretti y el presidente regiomontano Alejandro Rodríguez, habían llevado al equipo a la final de ese año y aunque cayeron ante Pachuca demostraron que tenían conocimientos y solvencia.
En esta nueva etapa, se estrenaron en el Apertura 2010 y quedaron fuera de la liguilla por una combinación de resultados.
El siguiente torneo, el Clausura 2011 fue el de la reestructuración y resurgimiento. Se fueron Kikín, Cardozo, Itamar Batista, Alfredo González Tahuilán, José “El Gringo” Castro, entre muchos lastres que arrastraba la institución.
Llegaron Hugo Ayala y Jorge Torres Nilo en la zaga. Damián Álvarez, Danilinho y Héctor Mancilla en el ataque. Tuca decidió darle la oportunidad al arquero Enrique Palos, eterno suplente.
Se consolidaron Israel Jiménez y Manuel Viniegra. Lucas Lobos confirmó su plusvalía.
En ese torneo Tigres fue superlíder pero fue echado en cuartos de final por Chivas.
Pero el proyecto ya funcionaba y Tigres buscó revancha para el torneo siguiente con la contratación del mexicano Carlos Salcido quien, procedente del Fulham, en el futbol inglés regresaba al país buscando su primera corona nacional.
Para este torneo Tigres lució arrollador. En el estado de Nuevo León se le exige al equipo auriazul que, independientemente de su resultado al final de la temporada, tiene como obigación derrotar a Rayados. En el duelo de esta temporada, los dirigidos por Víctor Manuel Vucetich jugaron a meterse hasta el fondo de la portería y el esperado duelo terminó sin goles. Pero Tigres calificó y Rayados, víctima de una mala planeación de la temporada, según han reconocido jugadores y directivos, quedó marginado de la liguilla.
La afición felina, la mejor de México, se ilusionaba.
Habían obtenido dos campeonatos en los años 78 y en el 82. Habían llegado a la instancia en el 2001 y el 2003, pero habían fracasado, en las dos ocasiones ante Pachuca.
La duda de los aficionados era razonable y conocida. Largos años de dolor los separaban de la gloria.
Tigres debutó en esta liguilla de fin de año con un sonado doble triunfo contra los Tuzos. En el de ida, en Pachuca, ganaron 1-0 y en la vuelta 3-0, en el universitario.
Le aplicaron la dosis también a Gallos Blancos, su siguiente rival. El duelo estaba aderezado por una polémica inflamada que surgió entre Ricardo Ferreti y el técnico queretano, el paraguayo José Saturnino Cardozo. “Tuca” acusó al guaraní de haberlo amenazado de muerte cuando coincidieron como técnico y entrenador en Toluca en el 2003.
Las amenazas provocaron que, en ese entonces, el timonel brasileiro dejara el club.
Tras un intercambio de señalamientos, la polémica dio paso al futbol.
Primero hubo empate sin goles en la ida, y después Tigres ganó en casa 1-0 con autogol del zaguero emplumado López Mondragón. Ya había final en casa.
Por otra parte, Santos había avanzado con un paso irregular. Eliminó a Jaguares tras empatar a dos goles en Chiapas y sentenciar en el Corona con un 2-1. Luego en Morelia fue derrotado 2-1 y después obtuvo un apurado triunfo de 3-2. Parecía que el conjunto lagunero se desinflaba.
En la final inédita, en el juego de ida, el jueves 8 de diciembre, Tigres obtuvo una complicada victoria de 1-0 con gol de Damián Álvarez. Desde el minuto 22 los nuevoleoneses jugaron con un elemento más, pues el lagunero Juan Pablo Rodríguez se hizo expulsar justamente por una dura entrada sobre el volante Viniegra.
Ya en el de vuelta, el domingo 11, Tigres sentenció la final, pero con una sufrida victoria, bajo una lluvia tierna y una temperatura gélida de 5 grados que complicaban el juego.
En el minuto 11, el árbitro Marco Antonio Rodríguez echó con una decisión rigorista a Oswaldo Sánchez, arquero santista, por una entrada en el área sobre Danilinho.
Parecía que el menú estaba servido.
Pero para horror de los más de 40 mil aficionados auris presentes y otros tantos cientos de miles que lo seguían por televisión, Lucas Lobos, el hombre más confiable de Tigres, erró el penal que fue detenido por Miguel Becerra, el golero lagunero que entró de suplente.
El duelo se complicó más para Tigres con el gol de Oribe Peralta al 31 que igualaba los cartones y enviaba la serie al alargue de los tiempos extras.
Sin embargo, en el segundo tiempo, la final fue sentenciada por el chileno Héctor Mancilla, que en el 52 prendió de cabeza un centro bombeado de Torres Nilo. Becerra se comió el pepino con una tardía salida. El gol de la ventaja asentó a los felinos norteños que a partir de ese momento se adueñaron de la bola.
La ventaja se ensanchó. Danilo Verón recibió un pase filtrado y fusiló abajo a la derecha de Becerra que no pudo impedir que la esfera de vinil se anidara en el enjambre de hilos. Alán Pulido sentenció al 89 luego de una brillante pared.
Cuando Rodríguez silbó el final, la afición pudo deshacerse de la angustia y liberar la alegría guardada por más de 29 años para marcar el final de una época de mermas e inaugurar lo que parece ser un nuevo inicio de la franquicia, propiedad de Cementos Mexicanos.
Tras el triunfo, los jugadores en el vestidor le cortaron el bigote a Ferretti y se embarcaron en el Tigrebús, para trasladarse del Estadio Universitario y llegar a la Macroplaza cerca de las 10 de la noche donde los esperaban unos 50 mil aficionados reunidos en la noche fría y lluviosa.
Ahí estuvieron los nuevos héroes felinos apenas unos cinco minutos y se retiraron para salir de vacaciones y regresar el 21 de diciembre.
Para el próximo año los esperan más compromisos: refrendar el título y disputar la Copa Libertadores y la de Campeones de Concacaf, conocida como Concachampions. v