Hay volcanes que en silencio resaltan más su atractivo. Calladitos se ven más bonitos. Son obras de la naturaleza que con su estruendo y lava asustan a sus vecinos más cercanos. Son volcanes más admirados sin actividad. Pero hay un volcán que es la excepción. Sin su efervescencia de costumbre y sin su ambiente y sus exhalaciones parece que no existiera. Que no tiene vida.
Es como una fiesta sin música, que no parece fiesta. Así, también un juego en el Estadio Universitario sin afición es muy triste. Y el mismo escenario, conocido como “el volcán”, sin competencia deportiva alguna, es más triste. Al menos así ha quedado de manifiesto en el último partido jugado aquí entre los Tigres y los Bravos de Ciudad Juárez. Y, peor, al suspenderse los siete partidos restantes del torneo Clausura 2020, con motivo de la pandemia ocasionada por el coronavirus que se empezó a expandir desde China, a fines del año pasado. Como sucedió en el 2009 por la influenza porcina, aunque con menos acento catastrófico que ahora.
El llamado “volcán” de San Nicolás de los Garza hace 55 años recibía los últimos retoques en su construcción, en espera de su inauguración oficial en mayo de 1967 con un partido internacional entre los Rayados de Monterrey y el Atlético de Madrid, aunque antes tuvo en su césped la celebración de juegos del futbol amateur y corridas de toros.
Los pronósticos, en esa fecha, hacían referencia a un “elefante blanco”, porque la Universidad de Nuevo León no tenía un equipo en Primera División y lo que se esperaba que le diera vida era el futbol americano de los Auténticos Tigres. La razón se fundamentaba en que, hace 60 años en que apareció por primera vez un equipo profesional de futbol soccer representativo de la Máxima Casa de Estudios, tuvo una existencia muy efímera llena de complicaciones financieras. Pero todo cambió cuando, ya conseguida la autonomía, llegara un Rector (Luis Todd) con un equipo humano bien consolidado a manejar este deporte de masas, y los felinos se coronaran campeones en 1974 en la Segunda División para empezar a protagonizar los llamados Clásicos contra el Monterrey y ganaran su primer Torneo de Copa y dos de liga.
Poco a poco “el volcán” -bautizado así por el cronista Roberto Hernández Jr.- hizo erupción. Y su fiesta se volvió contagiosa. Su proyección lo hizo famoso. El aguante de su afición, en las buenas y en las malas, dio frutos con el paso del tiempo, al grado de resultar ya insuficiente.
Por eso se extraña su rugido. Y por eso es un atractivo nacional, de modo que muchos aficionados al futbol de ciudades lejanas sueñan visitar el Estado de Nuevo León y su capital Monterrey, y entre sus puntos de referencia destaca presenciar un partido de los Tigres, conocido como el equipo de la década por sus campeonatos de liga y el fuego que lanza “el volcán” en cada cita que tiene con su gente. De hecho, la construcción del nuevo “gigante de acero” de los Rayados en Guadalupe, que también convoca a multitudes por la hermosura de su obra monumental, no le quita puntos al Estadio Universitario por las imágenes que circulan en los medios audiovisuales con las banderas azul y oro ondeando por los aires y los cantos de los aficionados de la UANL.
Por eso fue muy grande la decepción del señor José Muñiz, de Ciudad Juárez, quien le prometió a su hijo Fernando que un día lo traería a vivir en directo las incidencias de un partido y el ambiente de fiesta en “el volcán”. Pero, después de haber invertido 15 mil pesos para tal viaje, le tocó quedarse afuera por la determinación de las autoridades de que el encuentro contra los Bravos de la ciudad fronteriza sería a puerta cerrada. “Ni modo. Como yo hay muchas personas en mi ciudad que nos emocionamos con el atractivo de este estadio y su fiesta en cada juego de Tigres, y no perdemos la esperanza de un día estar ahí adentro”. Comprobado: su ilusión es la misma de otros miles de aficionados de todo México por el embrujo de lo que acontece, más en el graderío que en la cancha, en cada partido.
El club universitario, de hecho, es el que más venta de boletos registra en cada torneo. Es el líder entre todos los equipos del futbol mexicano en asegurar los llenos en cada partido, con más de 43 mil aficionados, y la preventa entre los abonados es de por sí éxitosa. Por eso se extraña su ambiente que seguramente crecerá al regreso del futbol a su cancha si la nueva pantalla monumental consigue hacer vibrar con más euforia a sus invitados, pues se trata de un armatoste de 30 metros de ancho y 15 de alto, la cual será estrenada al reanudarse el torneo actual, cuando ello ocurra.
Si ya de por sí el Estadio Universitario era un atractivo a nivel nacional, su efecto crecerá cuando la megapantalla comience a llamar la atención con sus imágenes espectaculares, según espera el presidente de Tigres, Miguel Ángel Garza.