Por César Vargas
Allí, a las puertas del Estadio Universitario, Humberto Sierra Benavides sostiene un balón blanco con figuras pre-hispánicas en color negro.
Un esférico que al paso de los años se ha arrugado, ha perdido aire y forma, pero no lo señorial, la elegancia.
Y es que este esférico puede presumir que el 21 de junio de 1986 fue pateado por los pies más finos del planeta: Harald Schumacher, Andreas Brehme, Lothar Matthaeus, Karl-Heinz Rummenigge, jugadores de Alemania.
Y Francisco Javier “Abuelo” Cruz, Javier “Chícharo” Hernández, Hugo Sánchez, Javier Aguirre, Luis Flores, de México.
Este balón puede presumir que aquella tarde calurosa en el Estadio Universitario tuvo a toda nación suplicante pidiéndole: “entra, entra…”.
Tuvo el poder de haberse anidado, si su voluntad hubiera sido esa, en la portería teutona y darle a México por primera vez el pase a la Semifinal de una Copa del Mundo.
Es uno de los cinco balones con los que disputó el histórico partido México-Alemania, en los Cuartos de Final del Mundial de México 86, y del que hoy se cumplen 35 años.
“Este balón, como pudo haber sido el del gol del “Abuelo” Cruz, que se le anuló, o el de los penaltis, o de algún otra cosa, pero de que con este balón se jugó el partido, se jugó…”, dice Sierra Benavides, ex árbitro internacional regio, quien recibió este balón como obsequio del colombiano Jesús Díaz Palacio, juez central del partido.
“¿Cuántos minutos?, ¿medio tiempo?, ¿más de medio tiempo?, no te sabría decir exactamente ”, dice el ex arbitro internacional.
Empezaba a ponerse de moda entonces utilizar durante el partido los cinco balones a disposición del cuerpo arbitral, para darle mayor fluidez al juego.
“Al terminar de llenar la cédula, el árbitro Jesús Díaz Palacio, me dice: “ven, este (balón) yo te lo regalo”, recuerda.
Díaz Palacio regaló cada uno de los cinco balones a los integrantes de la delegación que ese día lo acompañaron.
Como miembro de la delegación de árbitros a Sierra Benavides le tocó presenciar ese histórico juego desde la cancha.
A la pregunta sobre si el gol anulado al “Abuelo” Cruz fue bien sancionado, dice que el árbitro ya tenía el brazo en alto desde antes que el delantero mexicano enviara el balón a las redes.
“Hay una toma detrás de la portería donde un jugador de México, no sé quién haya sido, le da un caballazo a un jugador de Alemania cuando va por ese balón, y ahí es donde el árbitro, a lo mejor pitó”, explica.
“Imagínate esa jugada en vivo, estadio lleno, a punto de anotar México, la afición el gritadero, si silbas difícilmente te van a escuchar, nosotros estábamos acá en esta portería y lo tenía de frente, y veo donde de espaldas el árbitro empieza a mover los brazos, y les dije, “lo va a anular”, y lo anuló, porque ya había dicho desde antes que tirara el “Abuelo” que había una infracción”, añade Sierra.
Recuerda los malabares que tuvieron para sacar al árbitro Díaz Palacio del estadio y llevarlo al Aeropuerto, porque la afición estaba enardecida por el gol anulado.
“Fui testigo del relajo para sacar al árbitro del estadio, estaba como parte de la delegación donde Mario Rubio, como era coronel, por medio de sus contactos militares sacamos al árbitro por dentro del Campo Militar”, relata.
“Había calle por en medio del Campo Militar, metimos la camioneta al estadio y lo sacamos. Habían dado la instrucción desde México, que el árbitro no saliera como llegó, porque llegaban con sus trajes y maletines de FIFA, fácilmente identificables, que saliera con otro pantalón, con una gorra, pero el señor se empecinó en salir como árbitro porque dijo que no sentía culpable de nada”, recuerda Sierra Benavides.
Del Estadio Universitario recorrieron el Campo Militar y después tomaron hasta el Aeropuerto Mariano Escobedo. Dice Sierra Benavides que él le ofreció a Díaz Palacio que aguardara en la camioneta mientras le sacaba el pase de abordar para que entrara rápido a la sala para entrar al avión. Pero tampoco quiso porque él sentía que había hecho bien su trabajo.
“Desde que estaba en la fila (para sacar el pase de abordar), ya mucha gente le estaba abucheando”, dice, “lo vimos pasar en el Aeropuerto a la sala donde van a abordar el avión y ahí ya descansamos porque ya habíamos cumplido el compromiso de sacarlo bien”, relata.
Sierra Benavides dice personas que iba en el avión contaron lo que sucedió ya en el vuelo.
“Platican, no lo puedo asegurar, comentaron árbitros amigos, que cuando iban en el avión, que gente lo identificó y empezaron a gritar ‘que se baje, que se baje’, ya con el avión en el aire, y el capitán, cuentan, lo metió a la cabina donde van los pilotos, para que ya se calmaran, y fue al primero que sacaron al aterrizar”, explica.
En aquel momento Sierra no sabía el valor histórico de ese balón que le obsequió Díaz Palacio, por lo que al regresar a casa aquel 21 de junio de 1986, sus hijos comenzaron a jugar con él.
“Este balón hace 35 años que llegué a la casa, los niños míos, Emerson, Gerardo, los primos hermanos, todos eran huerquitos de 7-8 años a lo mucho, pateaban el balón ahí en la casa, en el patio, se salían a la calle, a veces se iban al parque, pero a mí no me gustaba porque decía ‘no se lo vayan a robar, y le decía mejor sólo aquí en la casa”, evoca.
Al paso del tiempo, Sierra Benavides comenzó a darse cuenta de la magnitud que representaba tener uno de los balones con los que se jugó quizá el partido más importante en la historia de la Selección Mexicana.
“Yo lo guardé para la historia, porque a 35 años tiene un valor sentimental y todo, independientemente de que si tenga un valor económico, el saber que yo estuve adentro de ese partido, vi el gol anulado, vi a los alemanes trepados en las mallas que estaban detrás de la portería y se balanceaban, decías, ‘estos se van a caer’, el estadio llenísimo desde tres horas antes”, dice el ex árbitro internacional.
Durante todos estos años, el esférico Azteca de Adidas ha permanecido guardado como un tesoro en el hogar de la familia Sierra García.
“No sé si alguien, aparte de mi esposa, y de mis hijos, de mi familia, sepa que tengo un balón de ese partido”, dice.
Hoy, este balón Azteca de Adidas, luce viejo y cansado, jubilado en algún lugar de la casa de Humberto Sierra Humberto Sierra Benavides, en el Área Metropolitana de Monterrey…
Pero el porte no lo pierde, tuvo a las aficiones de dos países a sus pies una lejana tarde del 21 de junio de 1986.