Los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León se impusieron en la final regia a los Rayados de Monterrey y se coronaron como el mejor equipo del futbol mexicano. De nueva cuenta consiguen la copa en el mes de diciembre, que ya se ha vuelto el de la suerte para los auriazules.
Era un sueño hecho realidad. Nadie podía creer que la gran final del futbol mexicano se jugaría en suelo regiomontano en un ansiado encuentro que llegó después de 40 años. Los felinos hicieron la maldad y alzaron la copa como el mejor equipo de México en el estadio BBVA Bancomer.
“¿Se va a hacer o no se va a hacer?”, fue la pregunta que se mantuvo durante la liguilla del torneo apertura 2017, con la incertidumbre de si Tigres y Rayados pasarían a la gran final.
El camino hacia el histórico partido pareció muy fácil para los equipos de casa, pues antes de disputar los clásicos 114 y 115, Tigres y Rayados pasaron por encima de sus contrincantes.
El paso perfecto del Monterrey en la liguilla hizo que la hinchada se ilusionara con levantar el trofeo de campeón ante su acérrimo rival Tigres, pues primero aplastó al Atlas 6 goles por 1 y después pulverizó al Morelia 5 goles por 0.
Los Tigres, aunque en los cuartos de final no fueron contundentes, pasaron a la semifinal con un empate global a dos goles contra el León y ya en semifinales tundieron al América 4 goles por 0.
Fue una semana de locura y mesura, pues los clásicos memes recordando a los contrarios quien era el mejor equipo de la ciudad, no inundaron las redes sociales como en ocasiones anteriores.
Inclusive había hasta resignación por parte de algunos aficionados felinos, pues aseguraban que era imposible levantar el trofeo y dar la vuelta de campeones en el “Gigante de Acero”, antes que el equipo de casa. No sabían que su equipo les tenía preparada una sorpresa.
Mientras que un equipo se relajaba y hasta adelantó la carne asada en su “cueva”, el otro sólo hacía trabajo regenerativo para evitar que el esfuerzo de más terminara en una lesión.
La desesperación de la gente se sentía en el ambiente, pues más que estar preocupados por quién iría a ganar el soñado encuentro, la angustia florecía al pensar que ese partido sería la burla del contrario en todos los tiempos.
El equipo que saliera victorioso en la final regia borraría todos los fracasos en la historia y daría a su afición la mayor de las alegrías, adelantaría el regalo de Navidad y de pilón festejaría el campeonato del futbol mexicano, como si lo último no fuera lo más importante.
Todo estaba listo, se llegó el día y la hora con un frío que calaba hasta los huesos. Eso no importaba, había que salir a la cancha del Estadio Universitario para definir el partido de vuelta. No sucedió así.
La afición jugó su mejor partido y sin importar el agua que caía y segundos después se convertía en hielo, cantó, gritó y alentó a su equipo haciendo temblar el Estadio Universitario, en una gran fiesta.
La cancha resbalosa y con hielo influyó para que no se diera una goleada en el juego de ida, además de que ambos equipos salieron a defenderse y evitar irse a la vuelta con una derrota.
Un gol de Rogelio Funes Mori anotado en un tiro de esquina silenció al “Volcán” al minuto 8´, fue un gol tempranero que despertó la ilusión de la fanaticada albiazul al pensar que su equipo explotaría y se crecería ente los Tigres.
Pero no contaban con que el mismo jugador que les dio la alegría, cometería una falta dentro del área para provocar un penal, manteniendo un teórico 0-0 al momento que Tigres empató el encuentro de ida.
Con dos tantos que no esperaban los aficionados -pues esperaban anotaciones más elaboradas que dejaran un buen sabor de boca-, de Rogelio Funes Mori para Monterrey y un penal cobrado de manera soberbia por Enner Valencia para los Tigres, la moneda quedó en el aire.
“La afición nos hará campeones en casa”, fue lo que declaró Antonio “El Turco” Mohamed al finalizar el encuentro en el “Volcán”.
LA FIESTA DEL DOMINGO
Ya el domingo 10 de diciembre en el perímetro circundante al “Gigante de Acero” se sentía un ambiente de confianza y de fiesta.
Las calles y puentes aledaños al BBVA Bancomer temblaban mientras la hinchada marchaba ondeando las banderas albiazules. Por donde fuera se escuchaba el himno del Monterrey y su letra erizaba la piel.
Caras pintadas, amigos entrelazados con los brazos al hombro alentando a la pandilla, baile, música. Era un gran ambiente de fiesta, que estaba aderezado con más de tres mil policías para resguardar la integridad de la fanaticada.
Jamás en la historia se había jugado una final regia y había que ganarla a como diera lugar. Faltaban sólo 90 minutos para jugar en casa y dar la vuelta de campeón, aplastando al archirrival de la ciudad.
Aunque todos sabían que la fría noche venía acompañada con una inconsolable tristeza para unos y una tremenda alegría para otros, los locales jamás se imaginaron ver a los Tigres coronarse en su estadio, sobre todo porque ellos aún no podían -ni han podido- ser campeones en la cancha del BBVA.
Dicen que el técnico que es campeón con el Club América jamás lo vuelve a ser con otro equipo del futbol mexicano, pero el “Turco” no tenía tiempo para pensar en embrujos y, en cambio, sí lo tenía para planear la estrategia y ahogar al rival.
El reloj casi marcaba las 16:00 horas cuando ambas escuadras llegaron en sus autobuses al recinto deportivo. Los de casa fueron recibidos con claxon, bombos y platillos, mientras que los Tigres se bajaron en medio de un cántico que decía: “los Tigres tienen miedo”.
Tal vez esa frase les dio valentía para sacar la garra, pues como había dicho su entrenador en el día de medios organizado por la liga: “Respetamos al Monterrey, pero no le tenemos miedo”. Así, salieron valientes ante una de las mejores aficiones de México, sin que ésta pesara en el resultado.
Como es costumbre del cancerbero felino, Nahuel Guzmán salió primero al pasto para hacer sus ejercicios de estiramiento y los aficionados no dudaron en dedicarle un peculiar canto: “Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, éste no es un portero es una pu… de cabaret”.
En esta ocasión el guardameta no respondió la agresión como en el clásico 113, en donde simuló caminar como un pingüino, burlándose de la afición, como llaman los Tigres a los hinchas albiazules.
Los Rayados de Monterrey llegaron como favoritos para ser los campeones, pero la moneda estaba en el aire, pues en el juego de ida ambos perdieron dos hombres importantes en la defensa y el encuentro estaba empatado a un gol.
Más de 40 años pasaron para que Monterrey y Tigres se pudieran enfrentar en una final y Dorlan Pavón, con un potente disparo, después de una bola que le puso el “Mellizo” Funes Mori, encendió la llama de la ilusión para la afición rayada.
No transcurrían ni los primeros dos minutos del encuentro cuando el colombiano ya ponía a la pandilla arriba 2 goles por 1 en el global.
Otra vez la fanaticada se volvió loca. En la tribuna deseaban que los 88 minutos restantes se fueran como agua entre los dedos, pues Tigres comenzó a hacer su juego, con la experiencia de Ricardo “El Tuca” Ferreti paseando la bola y dando latigazos que ponían a temblar a la afición del Monterrey.
El tradicional chiquitibum sonó estruendoso en el “Gigante de Acero”, pero no fue suficiente para ahuyentar a los Tigres, que cada vez más presionaban en el área rival, hasta que el chileno Eduardo Vargas -al 30´- sacó un fogonazo incrustando el esférico en el marco de Hugo González.
“Dale, dale, dale Rayados, dale, dale, dale Rayados”, fue lo que corearon más de 51 mil almas a una sola voz; sin embargo, eso no bastó para evitar que cuatro minutos después del gol de Vargas, en un tiro de esquina, el que entró a suplir al expulsado Hugo Ayala, Francisco Meza, anotara de cabeza y les hiciera la diablura.
La afición se enmudeció y sólo se escuchaba a la “Adicción” alentando al equipo de sus amores; fue ahí cuando tuvo que entrar la voz oficial del club para pedir a los seguidores que no dejaran de alentar al equipo, pues aún faltaban 45 minutos para dar la vuelta.
Pasó el 55´, el 65´, el 75, y Rayados no podía anotar el gol del empate.
Y aunque en la segunda parte el Monterrey salió con más intensidad, la defensa de los Tigres estaba bien plantada y no lograban definir los disparos a portería.
Cuando ya faltaban unos 10 minutos para que terminara el encuentro, el silbante marcó una falta dentro del área de los Tigres que favorecía a “La Pandilla”.
Por unos segundos se borraron las caras largas y el corazón de la hinchada volvía a latir tan fuerte esperando el gol del empate y ¿por qué no?, el de la remontada también.
No esperaban que el colombiano Avilés Hurtado, -quien no se vio en toda la final- mandara la bola a las nubes, donde el “Turco” había dicho que se encontraban.
La falla de Hurtado generó burlas como decir que: “ese penal cobrado fue tan distante a la portería que el balón apareció en la luna, reportó la NASA”.
En ese momento se derrumbaron las ilusiones de miles de aficionados, igual que meses atrás se derrumbó el estadio Tecnológico, en donde Víctor Manuel Vucetich sí era capaz de darle alegría a su gente.
Cuando el silbante Fernando Guerrero pitó el final del encuentro, las luces se apagaron y los felinos se hincaron mirando al cielo.
Posteriormente se fundieron en un abrazo brincando de alegría por haberse llevado la soñada final regia.
Con lágrimas en los ojos, la mayoría de aficionados rayados abandonaron el “Gigante de Acero”, ya nada importaba pues el contrario les había arrebatado el trofeo en su propia casa.
Y es que perder ese encuentro no fue para menos, pues la derrota quedará marcada en la historia, donde se recordará que antes que el Monterrey fuera campeón en su estadio, su archirrival Tigres lo fue primero.
“Ooe ooe ooe ooe campeón, campeón” fue como los auriazules festejaron con familiares y afición, al recibir el trofeo por parte del presidente de la Liga Bancomer MX, Enrique Bonilla.
Mientras que en las tribunas vacías se vislumbraba una tristeza inconsolable, en la cancha del BBVA Bancomer había una gran fiesta por parte del cuadro felino, que no se cansaba de posar en fotografías y de alzar el trofeo de campeón.
Los auriazules corrían de un lado a otro para festejar con los pocos felinos que pudieron presenciar el encuentro y les mostraban la copa que sudaron y “sufrieron un chingo” para ganar, como dijo el Francés André Pierre Gignac.
Fue así como terminó la épica final regia, con gran alegría para los felinos, pero una profunda tristeza para los Rayados, quienes difícilmente se repondrán del zarpazo felino que les dieron anoche en su propia cancha.
Sin contar el descalabro del Monterrey ante su acérrimo rival Tigres, las autoridades policiacas reportaron un saldo blanco al terminar el encuentro de vuelta de la gran final.
Cuando faltaban unos minutos para que terminara el partido, cientos de policías salieron a formar barricadas alrededor de la cancha para evitar que -en su desesperación- los aficionados rayados invadieran la cancha.
Sin embargo, no fue necesaria la intervención de los guardianes del orden, pues la mayoría de los hinchas albiazules abandonaron el recinto, igual como lo hicieron los jugadores Rayados al terminar el encuentro.
Al exterior del “Gigante de Acero” tampoco se reportaron disturbios ni personas detenidas de ninguna de las dos aficiones.
Como no se esperaba, los aficionados auriazules festejaron respetando el dolor del rival que salió con la frente en alto, reconociendo el triunfo de los visitantes. Horas después se desataron los típicos memes de burla.
En las calles aledañas al estadio del Monterrey se vivió una gran fiesta, mientras los automovilistas pasaban sonando el claxon y ondeando banderas de los Tigres.
Los pocos rayados que quedaban en la zona sólo contemplaban -con la mirada triste- el festejo de quienes, otra vez, se coronaban en invierno.