La participación de la Liga José Guadalupe Treviño Kelly ha sido el bálsamo que esta población tamaulipeca necesitaba para olvidar un poco la crisis de inseguridad que vive desde hace varios años. Gracias a estos 14 niños y sus padres, Reynosa tiene esperanza de que sí pueden pasar cosas buenas, y que son más los que quieren la paz sobre la violencia.
Tuvieron que pasar ocho años para que un equipo de Reynosa estuviera de nuevo aquí, en la capital mundial del beisbol infantil. Y hay que decir que su presencia no pudo ser en mejor momento.
Actualmente esta ciudad tamaulipeca vive una de las peores crisis de inseguridad en su historia, con enfrentamientos diarios entre hombres armados y las autoridades, que mantienen asolada a la población.
En los últimos años, hablar de Reynosa era hablar de balaceras, muertos y miedo… hasta la segunda quincena del mes de agosto, cuando 14 muchachos vestidos de verde le dieron a los tamaulipecos algo por lo que pueden sentirse orgullosos.
Los integrantes de la Liga José Guadalupe Treviño Kelly llegaron por segunda vez a Williamsport para representar a México en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas, una verdadera fiesta para los fanáticos del beisbol.
Equipos de Asia, Europa, Sudamérica, el Caribe y todas las regiones de Estados Unidos se enfrentan en 30 partidos para buscar al mejor equipo de beisbol infantil en el mundo.
Miles de fanáticos llegan a esta pequeña población de 29 mil habitantes ubicada en el noreste norteamericano, que tuvo sus años de gloria a finales del Siglo XIX, cuando pudo albergar la mayor cantidad de millonarios por habitante en la unión americana, debido a la explotación de la abundante madera que hay por estas zonas.
Hoy ya no hay tantos millonarios, fueron desplazados por los aficionados del beisbol pequeño que se concentran en la impresionante villa que alberga las oficinas de Little League International, el Museo de las Ligas Pequeñas, varios campos de entrenamiento y dos estadios: el de los Voluntarios -con una capacidad para 5 mil personas- y el Howard J. Lamade, pista central de las actividades del campeonato, con una capacidad para 40 mil personas (incluyendo el vado).
La presencia de esta cantidad de equipos y aficionados le ha dado al sistema de Ligas Pequeñas una fuerza pocas veces vista en Estados Unidos y que hace que hasta las mismísimas Grandes Ligas traigan a esta población a dos de sus equipos: los Piratas de Pittsburgh y los Cardenales de San Luis.
Como un regalo para los equipos participantes, algunos de los peloteritos que aquí se encuentran -incluyendo a los de Reynosa-, acompañaron a estrellas del mejor beisbol del mundo, con quienes presenciaron los partidos que se llevaban a cabo en el campo de los Voluntarios y el estadio Howard J. Lamade.
Sin embargo, la cereza en el pastel fue la presencia de los jugadores en el partido oficial que los Piratas y los Cardenales sostuvieron en el parque BB&T, que fue remodelado en su totalidad, con un costo de 5 millones de dólares.
Los pequeños beisbolistas fueron los consentidos en este encuentro al que también pudieron acudir algunos de sus familiares -no todos, por cierto-, pues los boletos estaban limitados a dos por familia.
El motivo fue que el parque apenas tiene una capacidad para 2 mil 500 personas, lo que provocó que ingresara al libro de récord de las Ligas Mayores como el partido oficial con la menor asistencia. Anteriormente, quien ocupaba ese “honor” era el parque South End Grounds, casa de los Bravos de Boston, quienes jugaron entre 1871 y 1914 y tenía una capacidad para 5 mil personas.
EL LARGO CAMINO
A WILLIAMSPORT
Llegar a este torneo no es sencillo, hay que ganar una serie de competencias regionales para luego coronarse en un campeonato nacional, que en esta ocasión se llevó a cabo en Sabinas, Coahuila, y enfrentó a la Treviño Kelly con un viejo conocido: la Liga Matamoros A.C., que ya ha tenido experiencia en la Serie Mundial.
Desde entonces las cosas no habían sido sencillas para “La Kelly”, pues en los últimos 10 enfrentamientos que habían tenido con Matamoros no habían podido vencerlos ni una sola vez.
Eso cambió el pasado 21 de julio, cuando unos inspiradores reynosenses se olvidaron de la historia, y derrotaron a los matamorenses por un marcador de tres carreras contra una.
Ahí empezó un sueño que ha tenido un solo precedente, cuando en el 2009 otra selección de la Treviño Kelly vino a Williamsport y se quedó con el tercer lugar internacional, tras haber sido derrotados por China Taipei.
Hoy nadie piensa en las cifras y los precedentes. Si lo hicieran, seguramente muchos de los padres que aquí se encuentran no hubieran hecho el enorme esfuerzo que representa dejar sus trabajos por dos semanas y viajar 33 horas en autobús para estar presentes apoyando a sus hijos.
La esperanza y alegría de la que ya es conocida como la “invasión tamaulipeca” sobresale sobre el resto de las aficiones presentes en este torneo.
Podría decirse que, además de sus hijos jugadores, algunos padres se han convertido en una especie de minicelebridades, por su ocurrencia de utilizar máscaras de luchadores durante los partidos.
Este gesto no solo les ha ganado tiempo en la televisión internacional que transmite los partidos, sino miles de fotos de aficionados que se acercan a ellos para llevarse un recuerdo de su presencia.
Los muchachos también están disfrutando de la fama que les da estar en este torneo; en sus paseos por la villa, constantemente son asediados por aficionados de todas las edades que les piden un autógrafo, además de que la camiseta y gorras de México son de las más vendidas en las tiendas de recuerdos del campeonato.
DE MENOS A MAS…
MUCHO MAS
Quizás fueron nervios, algunos dicen que fue desconcentración, pero la realidad es que México no tuvo el arranque de torneo que hubiera esperado, al ser derrotados cuatro carreras por una contra Venezuela.
Y es que en ocasiones “el tamaño sí importa”, y la derrota con Venezuela cuatro carreras por una fue una muestra de ello.
Omar Romero, un pequeñito venezolano que jugó en la segunda base, resultó ser el veneno que echó abajo los planes y gran trabajo que venía realizando en la loma de los lanzamientos el reynosense Jorge García.
García, quien lucía dominante en la loma, perdió la zona de strike -primero- y el control -después-, frente al diminuto “chamo”, quien logró desconcentrarlo lo suficiente para que su equipo pudiera ponerse arriba en el marcador y llevarse el encuentro.
Esta sacudida sirvió para que los reynosenses se hicieran mucho más fuertes y entrenaran más duro, desafiando incluso las sofocantes temperaturas locales, que llegaron a registrar una humedad en el medio ambiente de casi el 80 por ciento.
De esta forma, en su segundo encuentro frente a Italia, la novena mexicana se sacudió los nervios del debut y logró una contundente victoria por nocaut, 13 carreras a cero.
A diferencia del primer partido, los peloteros de “La Kelly” salieron encendidos con el bat y estuvieron imparables en la defensiva, al conseguir un partido sin hit ni carrera.
Los mexicanos se fueron arriba en el marcador desde el inicio del encuentro, anotando dos carreras en la primer entrada, y luego un rally de seis en la segunda.
El mánager mexicano, Manny Espinosa, decidió utilizar cinco lanzadores para rotar a la plantilla de picheo y foguearlos a todos.
Emiliano Garza, quien hasta estos momentos sobresale como uno de los líderes vuelacercas del torneo, conectó un batazo de cuatro esquinas tan largo que rompió el vidrio de un vehículo que estaba estacionado afuera del parque.
La prueba de fuego llegó el 21 de agosto, cuando México enfrentó a una poderosísima Corea, a la que nunca había vencido en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.
Bastaron dos enormes actuaciones de Jorge García y Emiliano Garza en la loma de los lanzamientos para conseguir la victoria por un score de una carrera por cero.
En el cielo de Williamsport, la luna fue ocultando al sol, ofreciendo un extraño espectáculo para esta hora del día. Las luces del campo se encendieron y más de dos utilizaron los lentes especiales distribuidos por los organizadores para poder ver el eclipse.
En el campo también hubo un espectáculo similar, pues mostrando un temple inusual para alguien de su edad, los chicos mexicanos lograron eclipsar a la poderosa ofensiva coreana, limitándolos a un solo imparable. Es más, ningún corredor asiático pudo pisar la tercera base.
El juego fue sordo, tenso, un verdadero duelo de picheo que únicamente pudo ser roto por el oportuno batazo de Jorge Lambarria, quien puso en marcha a Saúl Soto y supo aprovechar un error del central coreano, quien no pudo fildear el batazo para llegar hasta la registradora.
Cuando cayó el tercer out, las gradas estallaron en júbilo y hasta el cielo de Pennsylvania “lloró” de alegría al regalar una copiosa lluvia.
Antes del encuentro, los chicos de “La Kelly” tuvieron una visita muy especial: Ángel Macías y Pepe Maíz, campeones mundiales de 1957, quienes les dieron un mensaje de aliento antes del inicio del partido.
De hecho, en la conferencia de prensa celebrada al finalizar el encuentro, tanto el mánager Manny Espinosa como los jugadores reconocieron el honor que es para ellos haber pasado un momento con estas leyendas.
Pero si con Corea los mexicanos mostraron control y concentración, ahora con Venezuela -a quien enfrentaban por segunda vez en el torneo- demostraron una contundencia que los eleva al nivel de contendientes en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.
En su presentación en el campo principal del torneo, el estadio “Howard J. Lemade”, el picheo tamaulipeco volvió a brillar con Isaac Miranda y Erick Vázquez, quienes mostraron una solidez impresionante, reduciendo a los bats venezolanos a dos hits y ponchando a 10 rivales.
Los representantes de América Latina enternecieron a la afición norteamericana, pues al terminar el encuentro invadieron el campo y comenzaron a llevarse tierra en pequeños vasitos de cartón.
Pero los cañones nacionales no se quedaron atrás; Samuel Juárez conectó un home run al igual que Emiliano Garza, quien logró su tercer cuadrangular del torneo.
Para cuando esta edición esté impresa, México habrá disputado la final del grupo internacional contra Japón el sábado 26 de agosto.
Aun así, para miles de personas aquí en Williamsport y a miles de kilómetros de distancia, estos chicos son unos verdaderos campeones, no sólo por lo que hicieron en el campo de juego, sino por lo que lograron en las mentes y corazones de Reynosa… que por un momento olvidó la violencia y disfrutó con sus sueños de beisbol.