En febrero del año 2002, el portero Ricardo Martínez sufrió una lesión en el Tendón de Aquiles, que lo dejó fuera de los Rayados y casi acabó con su carrera.
La lesión sufrida en un partido en Celaya dejó, sin embargo, como constancia, que la vida no se acaba hasta que se acaba.
“Fue algo increíble, después de haber estado jugando en la Primera A seis meses antes, a los seis meses siguientes, el equipo sale campeón”, dice Ricardo, al ser localizado vía zoom, en la Ciudad de México.
De esta manera, Martínez resumió aquella travesía a través de cual alcanzó su plenitud bajo el arco, tras encontrar muy apenas equipo en la Primera A.
La lesión en el Tendón de Aquiles había hecho que los equipos, tanto de Primera División, como del Ascenso, perdieran la confianza en su futuro.
Apenas logró alcanzar un lugar en el Oaxaca, equipo donde llegó hasta ser suplente, lo que le sacudió tan fuerte que se prometió a sí mismo recobrar el nivel.
Pero una coincidencia cambiaría la dirección de su vida.
“Nos toca el Repechaje con Ciudad Juárez, que era la filial de Monterrey en aquel entonces, por lo que tú me digas, también eliminamos a Ciudad Juárez, avanza Oaxaca, pero estaban presentes Passarella y todo el cuerpo técnico, viendo el partido, pensando qué jugadores se podrían llevar a la pretemporada, fíjate, de Juárez al equipo de Monterrey. Y es cuando me hacen una invitación, si quería ir nuevamente a probar suerte a Monterrey”, dice.
Martínez se presentó en El Cerrito, a prueba, para competir por un lugar con Rubén Ruiz Díaz.
Y una vez que logró quedarse, su destino era ser suplente de Juan Dios Ibarra.
“Yo dejé de cobrar, para que te des una idea, si en Monterrey cobraba, 10 pesos, en Oaxaca no completaba ni uno”, relata.
Pero en su regreso a los Rayados alcanzó una madurez que lo llevó a ser una pieza determinante en el título del Clausura 2003, bajo las órdenes de Daniel Passarella.
“Cuando el equipo sale campeón, sin duda, tuvo que ver que yo pasara esa situación por Oaxaca, que es lo que me fortalece, que es lo que determina que diga, “no quiero volver a vivir así”, dice Martínez.
El ánimo de aquel hombre que logró un nivel altísimo con el Rayados de Benito Floro, y que, antes de la lesión, incluso fue incluido en el Once Internacional del Diario Marca, se había quebrado…pero habría de resurgir para grabar su nombre para siempre como uno de los jugadores históricos del Club de Futbol Monterrey.
Humilde por naturaleza, Ricardo recuerda una anécdota con alegría.
“Una vez me encontré a Nacho Hierro, acá en la Ciudad de México, traía a su hijo, y comentó algo que, yo no dimensionaba la situación en ese momento, y Nacho le dice a su hijo: “él nos hizo campeón en Monterrey”.“
“Y yo me quedé pasmado, literalmente, decía, “espérate Nacho, cómo dices eso a un niño, cómo fundamentas una campaña en un comentario así”, creo que es desproporcionado, porque fue un trabajo descomunal de todos”, dice.