Héctor de Zamacona Escandón, nacido el año 1934 en Monterrey, desde que fue alumno de Ingeniería Civil de la Universidad de Nuevo León formó parte del equipo representativo de ésta, que logró el campeonato de la Primera Fuerza de la ciudad de 1954 a 1958. Defendía con tal pasión los colores auriazules sin descuidar sus estudios ni el trabajo que en 1955 consiguió en HyLSA, lo que le valió ser llamado a formar parte en 1958 de los Jabatos de Nuevo León. “Y la empresa, por atención de don Lorenzo Sepúlveda, me daba permiso de ir a entrenar dos veces por semana, pues sí era obligación, mientras que con el equipo representativo de la UNL no entrenábamos”.
“Me tocó jugar en 1958 el primer clásico de los Jabatos contra los Rayados de Monterrey, y dice la crónica de entonces que anoté un autogol, pero lo cierto es que la jugada fue más bien de un rebote del balón que no pude alcanzar, pero se quedó como una anotación en la propia portería”, comenta con singular viveza, pues es un hombre que a sus 86 años conserva una sorprendente agilidad mental y una memoria de primer orden que se refleja en su fortaleza física y en el ir y venir de un lado a otro al volante de su automóvil.
A Zamacona le tocó ser testigo del traspaso de la franquicia de los Jabatos al Patronato Universitario en diciembre de 1959, pero cuando Tigres fue admitido por la Rama de la Segunda División a competir a partir de marzo de 1960, él ya se había retirado a mitad de esa temporada de jugador de los albiverdes para dedicarse a atender, además de su trabajo en HyLSA, un taller de estructuras metálicas que fundó, al frente del cual puso a Roberto Lozano, a quien luego convirtió en socio. “Estaba ubicado en la Calzada Madero, por el rumbo de la rotonda, muy cerca de Fundidora Monterrey y nos fue tan bien que en 1965 dejé de trabajar en la empresa, pues nos convertimos en contratistas estrella del Grupo Cervecería”.
“Muchos de los jugadores ni cobrábamos, pues lo hacíamos por amor a la camiseta y a este deporte, y por eso seguí en el ambiente de lejos”. Y de lejos le tocó ver que aunque los Tigres, nacidos de una metamorfosis de los Jabatos, llevaban el nombre distintivo de los equipos de la UNL no tuvieron mucha identificación como tales, pues no recibieron el apoyo esperado de la institución como se les había prometido. Ni el gobernador Eduardo Livas Villarreal se interesó porque así fuera. Por eso, en medio de una severa crisis financiera y falta de pago a los futbolistas auriazules, dirigidos por el español Manolo Pando y luego por el brasileño Joaquim Pacífico Bezerra hasta terminar con Miguel Peña Gómez como técnico, al poco tiempo éstos le regresaron la estafeta a la llamada Piara Salvaje, cuyo patrocinio lo representó Alejandro “Tano” Belden y otros industriales. De este modo, septiembre de 1962 cerró el primer círculo de los Tigres en el futbol profesional.
Sin embargo, cinco años después, ya con un estadio propio y monumental, se fundó el 25 de agosto de 1967 otro Club Deportivo Universitario, presidido por Carlos Canseco, que dio origen a los nuevos Tigres, los plenamente reconocidos como tales, y entró a la competencia al recibir la venia de los Rayados de Monterrey y de los Jabatos. Fue así como Zamacona se unió al proyecto desde que un día lo invitaron a formar parte de la Directiva en el Torneo Interestatal del Noreste en 1967, justamente cuando el equipo de la UNL fue campeón dos años consecutivos, a cargo de don Ramón Cárdenas Coronado, de FACPyA, quien tenía como su brazo derecho a Roberto Méndez Cáceres, “toda una institución del deporte universitario, merecedor de más de lo que la Universidad y Tigres le han dado, porque a él se debe la semilla que fructificó en lo que hoy es el club más campeón de la región”.
PRESIDENTE DE EMPUJE
Y aunque en su primera temporada estuvieron los Tigres a punto de caer a la Tercera División, poco a poco superaron los retos y en 1969 el club felino designó presidente a Santiago Yturria, director de un negocio muy popular entonces de nombre DM Nacional, pero antes de terminar la primera vuelta renunció y entonces el cargo cayó en el vicepresidente que era Héctor de Zamacona Escandón. Y para 1970 sumó a su currícula la presidencia de la rama de la Segunda División. “Ahí me tocó empezar a reconocer la labor y el celo de Roberto Méndez Cáceres, pues al asumir el puesto de vicepresidente se puede decir que puso toda su entrega para lograr lo que se llama la época de oro de Tigres en la categoría de ascenso, hasta que éste se alcanzó en mayo de 1974”, puntualiza el exdirectivo que mantiene en su archivo histórico las vivencias imborrables de aquella época.
“A Roberto Méndez Cáceres hay que hacerle inclusive un monumento, por lo que hizo en esos tiempos tan difíciles para impulsar el futbol profesional en la UNL, pues el futbol se robaba entonces toda la atención y los Rayados no trascendían a nivel nacional”, afirma Zamacona con toda convicción. “Méndez sacó energía y recursos, cuando no los había en la Máxima Casa de Estudios, para vender a todos la ilusión de llegar a la Primera División, pues fue un presidente de empuje cuando yo renuncié, por razones de trabajo en mi negocio propio, a la Rama de la Segunda División y a la presidencia de Tigres en junio de 1971 y él fue nombrado presidente interino del club y tres meses después fue ratificado”.
Roberto fue un presidente de mucho empuje, recalca una y otra vez Zamacona, sin dar mérito alguno al Dr. Carlos Canseco. Fue Méndez el impulsor del club en esa época. Y fue una lástima que, por razones personales, haya tenido que renunciar unos meses después del torneo 1973-1974 y no le tocó estar como presidente cuando Tigres subió a la Primera División, pues su lugar lo ocupó Jesús Manuel Peña Leal, quien era contador de “La Florida”, una empresa del filántropo Luis Elizondo. “Sabía de futbol lo que aprendía en las reuniones en el restaurante AL con sus amigos que decían que sabían de futbol”, aclara el expresidente de Tigres, “y a mí me invitaron una que otra vez”.