Ayer y hoy. Antes y ahora. 1978 y 2011. Estadio Universitario de la ciudad de México y Estadio Universitario de San Nicolás de los Garza. Ayer el primer campeonato del futbol mexicano en las vitrinas de Tigres, y hoy, el último galardón en el escudo auriazul.
Ayer Carlos “El Tanque” Miloc (uruguayo) y hoy Ricardo “Tuca” Ferreti (brasileño). Antes un líder indiscutible en la cancha: Tomás Boy, mexicano. Hoy un líder indiscutible en la cancha: Lucas Lobos, argentino. Antes un goleador uruguayo (Walter Daniel Mantegazza) y ahora un goleador chileno (Héctor Mancilla). Ayer, un peruano volador (Gerónimo Barbadillo) y hoy un argentino con alas (Damián Álvarez).
En 1978, un médico, rector de la UANL, agitando la bandera auriazul en la misma cancha de CU se echaba a cuestas la responsabilidad de la institución en lo deportivo, y en 2011 un ingeniero, llamado directamente por el mandamás de Cemex, Lorenzo Zambrano, alentando la esperanza del título en todos los frentes. Ayer, Luis Eugenio Todd y hoy Alejandro Rodríguez. En 1977, Cayetano Garza en labor de convencimiento para traer a Miloc del equipo San Luis, y en 2011 Miguel Ángel Garza en labor de convencimiento para traer a Ferreti de Pumas.
Antes, el campeonato de Tigres como culminación de sueños tempranos de éxito, y hoy el campeonato de Tigres como bálsamo en la herida por tantos tropiezos después del último título en 1982.
La historia es la historia. La historia es la gran maestra de la vida. La historia está ahí, y en ella está escrito que dentro del futbol profesional hubo un primer campeón de Liga en el Estado: los Tigres, hazaña consumada el sábado 27 de mayo de 1978.
Yo estuve ahí. A mí me tocó ser el enviado especial del periódico El Norte cuando el diarismo en el mundo comenzaba a asomarse a las primeras señales electrónicas de una computadora con pantalla color verde. Era el anuncio de las nuevas tecnologías que ahora envuelven el ambiente con sistemas digitales de punta para informar al instante.
Los Tigres habían subido a la Primera Divisón apenas en 1974 y de la mano directiva de Roberto Méndez y en la dirección técnica del español confundido como argentino, José “Che” Gómez, había dado la primera gran satisfacción a sus iniciales seguidores con un vibrante empate a 3 goles en el primer Clásico de Primera División el 13 de julio de 1974 y luego el título de Copa en octubre de 1975. Pero fue hasta 2 años y medio después que llegó el primero de Liga.
EL PRIMERO EN LA FRENTE
En aquella temporada memorable 1977-78, Tigres se embaló tras de ganar en el segundo Clásico de la historia a los Rayados de Monterrey por 4-2 y realizó una segunda vuelta fenomenal para sumar 44 puntos en total, que era decir mucho si se toma en cuenta que con 40 era un éxito de todo líder indiscutible.
Hoy ha escrito de nuevo un récord en lo que se conoce como el torneo de apertura 2011, pues inició empatando (1-1) con Cruz Azul en el Estadio Universitario el 23 de julio; luego con Querétaro (0-0) en el Corregidora y con Toluca (2-2) en casa, el 3 de agosto. Pero más adelante le ganó a Tecos, a San Luis, a Atlas, a Pachuca (5-0), a UNAM (4-1), a Morelia, a Santos de la Laguna y a Puebla, aunque perdió con Atlante y Guadalajara, pero empató con América, Jaguares de Chiapas, Tijuana y Monterrey en un Clásico infumable.
En la liguilla Tigres estuvo a punto de mantener su portería sin goles, pero el joven Enrique Palos vio frustrado el intento el 11 de diciembre, así haya ganado por 3-1 el juego que le valió coronarse en medio de una lluvia incesante y con un frío de 8 grados centígrados. Lo hecho, hecho estaba: Pachuca 0-Tigres 1 y luego 3-0 en el Universitario dentro de los Cuartos de Final. En semifinales: Querétaro 0, Tigres 0, y Tigres 1, Querétaro 0, para ir a Torreón a ganar 1-0 y llenar de expectativas optimistas a su gente en vísperas de la fiesta de la Virgen de Guadalupe.
En 1978, ya en las finales, los felinos superaron a Tecos de Arpad Fékete, luego al Cruz Azul, mientras que Pumas doblegó al América, superlíder de la competencia, y al Tampico Madero. Sin embargo, en la Gran Final, Tigres empató 1-1 ante los Pumas, en el entonces llamado Estadio México 68, de la Ciudad de México, para levantar el trofeo de campeón, luego de que en el Estadio Universitario se habían adelantado 2-0, el miércoles 24 de mayo.
Hubo detractores que se ensañaron feamente con este logro al señalar que los capitalinos habían cedido a sus mejores jugadores a la Selección Nacional que se preparaba para el Mundial en Argentina, pero no olvidemos que también los Tigres no contaron con Pilar Reyes en la portería, lo que permitió a Mateo Bravo ser el titular y alzar la copa, tal cual le tocó también lucirse al detener los penalties decisivos en el Estadio Azteca en 1982, ante el Atlante, pues sustituyó otra vez en la portería al considerado mejor guardameta, oriundo de Aguascalientes y a quien Carlos Miloc le entregó toda su confianza. Pero Mateo siempre estuvo listo para la gloria.
¡QUÉ JUGADORES, SEÑORES!
Ayer, los Tigres de 1974 se armaron hasta los dientes con contrataciones como las de Juan Carlos Lapalma, Edgard Beck, Roberto Hodge, René Trujillo y Juan Manuel Olague, a fin de mantener firme el cuadro en que figuraban José Luis Brizuela, Juanito Ugalde y Edmundo Manzotti, para ganar su primera Copa en el 75, pero en 1978 el cuadro se reforzó con Osvaldo Batocletti y con Walter Daniel Mantegaza, además de estrar integrado por un grupo de gladiadores que destacaban por dejar todo en la cancha y ser unos verdaderos artistas con el balón: Jerónimo Barbadillo, Tomás Boy, Mateo Bravo, Alejandro Izquierdo, Roberto Gadea quienes se convirtieron en ídolos de la fanaticada.
Otros jugadores inmortales dentro de la cancha, en aquella final contra la UNAM, fueron Sergio Orduña, Mario Carrillo, Raúl Ruiz, José Luis Herrera, Héctor Hugo Eugui Simonselli, Juan Ramón Ocampo y Roberto Gómez Junco, quien no pudo jugar la Final por lesión.
Auxiliar de Miloc fue el también uruguayo Dagoberto Fontes, en tanto que los médicos del club eran Roberto Alonso y Fernando Reyes Alcorta, y los masajistas José Rosales y Enrique Dávalos, sin faltar el siempre carismático utilero Perfecto González.
Los gladiadores del apertura 2011 hicieron todo por dejar su nombre en los anales del futol mexicano. Y no podrá pasarse por alto ninguno de ellos: Enrique Palos, Aarón Fernández y Jorge Díaz de León (porteros). Defensas: Lampros Kontogglannis, Fernando Navarro, Israel Jiménez, José Rivas, Anselmo Vendrechoviski, Hugo Ayala, Jorge Torres Nilo, Éder Borelli, Carlos Salcido, Jorge Luis Valencia. Medios: Édgard Pacheco, Jonathan Bornstein, Danilo Verón “Danilinho”, Damián Álvarez, Manuel Viniegra, Lucas Lobos, David Toledo, Francisco Acuña, Alberto Acosta, Abraham Stingel y Jesús Alberto Duéñas. Delanteros: Alan Pulido, Emmanuel Cerda y Héctor Mancilla.
Lo sorprendente en aquella fecha del primer campeonato fue que el director técnico de ese Tigres consagrado, el ahora renombrado Carlos Miloc, fue cesado en su puesto y su lugar debió tomarlo Carlito Peters debido a la premura de una gira por Europa negociada por el propio Luis Eugenio Todd con el promotor Jorge Berlanga.
Y con esa pléyade de jugadores, bajo la mano del auxiliar técnico, el uruguayo Dagoberto Fontes, los Tigres se embarcaron en una aventura que no redituó imagen alguna en la antigua Yugoslavia, Austria y Hungría, pero que fue la antesala para vigorizar sus líneas y ya a las órdenes del peruano Claudio Lostaunau lanzarse a la cosecha de un segundo campeonato, que se frustró en esa temporada 79-80 por la potencia que en ese entonces representaba Cruz Azul.
La clave era ganar en el Universiario, y sin embargo los Tigres perdieron 0-1 con gol de Rodolfo “Titino” Montoya, por lo cual no les fue suficiente el 3-3 obtenido a base de garra en el Azteca, cuando inclusive Pilar Reyes se fue con todo a rematar a la portería rival como si fuera un delantero más, en tanto que los locutores no cesaban de aplaudir tan estrujante duelo y la entrega del cuadro visitante.
Pero Carlos Miloc retornó, después de dirigir a Chivas y a Tecos, y a la postre también ganaría el título de Liga en la Temporada 81-82, segundo y último título de Liga que han logrado los felinos, hace poco más de 29 años. Sí, fue también una gesta en la que el portero Bravo fue bautizado como “San Mateo” por sus atajadas sensacionales del equipo Atlante, quien contaba con Ricardo Antonio Lavolpe como guardameta y debió sucumbir al último tiro de castigo ejecutado por Sergio Orduña.
La locura al mediodía en el área metropolitana de Monterrey. La locura al recibir a los Tigres en el aeropuerto internacional y acompañarlo desde Apodaca. La locura al concentrarse en todas partes porque la Macroplaza apenas era un proyecto dentro de la regeneración urbana del centro citadino que lo vio hecho realidad en 1985. La locura porque Luis Todd hizo de las suyas en declaraciones y promesas.
TERMINA UN CICLO
DE FRUSTRACIONES
La locura como la que acabamos de vivir la noche del domingo 11 de diciembre y durante la madrugada del 12, además de los días siguientes, porque la fiesta no termina al dejar atrás un ciclo de frustraciones que incluyen el descenso de los Tigres en 1996 y su pronto retorno al máximo circuito futbolero de México, pero que se hacía mucho más la ansiedad del campeoanto porque los Rayados se habían coronado en 2003 con Daniel Pasarella como técnico, y sucesivamente en 2009 y 2010 al mando de Víctor Manuel Vucetich.
Sí, sí, el propio Víctor Manuel Vucetich había dado a los Tigres su segundo campeonato de copa en 1997, y a pesar de todo se diluía por la angustia de verse marginados del lauro más significativo en una competencia de esta naturaleza, y todavía más si se revira a los dos intentos: el primero en el llamado torneo de invierno 2001 y luego en el apertura 2003.
¿Cómo olvidar aquel 2-0 de Pachuca en la Bella Airosa y posteriormente el golazo de Walter Silvani desde la media cancha contra el portero Óscar Dautt para apagar el entusiasmo que latía en el estadio Universitario por lograr aumentar el 1-0 que los Tigres habían conseguido como señal de recuperación? No quedó más que llorar con el técnico Ricardo “Tuca” Ferreti y sus pupilos, como Antonio Sancho y Jorge Santillana, porque la mismísima fiesta de Navidad de ese año tendría un sabor amargo en lo deportivo.
De nada sirvió escudarse en pretextos de un arbitraje dirigido o mal intencionado, al señalar que no se podría echar a perder el centario del equipo de Jesús Martínez, porque la historia no la cambian los alegatos. Y de nada sirvió presumir el trofeo y las medallas de un equipo subcampeón, si lo que importa es la mÁxima presea.
Luego vendría el torneo de apertura 2003, ahora con el argentino Nery Pumpido como entrenador, y otra vez se atravesó Pachuca en el camino de los sueños felinos, ya que el rotundo 3-1 del juego de ida en la capital hidalguense era una losa muy pesada que los Tigres apenas pudieron suavizar con el 1-0, y ni la bronca contra el arbitraje, con un maremágnum en medio de la cancha, pudo paliar. De nuevo el subcampeonato con un toque de frustración.
Por eso Carlos Miloc Pelachi acepta este trofeo como un regalo anticipado por su cumpleaños número 80 el próximo 9 de enero de 2012. “Es que no soy envidioso y ya deseaba que este equipo obtuviera otro campeonato. No podía ser que solamente se quedara con los dos que me tocó vivir, y celebro que ahora Ferreti esté en el mismo sitio que me tocó en las celebraciones de 1978 y 1982”.
Por eso el uruguayo no se guarda sus emociones a pesar de sus dolencias por un dolor de cadera, al fracturarse por una inesperada caída, y quiso ser testigo incontrovertible de este triunfo sacudidor de “sus” Tigres, al lado de su esposa Renée y de sus hijos Carlitos y Sayonara, además de su yerno Alberto Aguilar, hoy llamado a ser entrenador de porteros del Monterrey.
“Vivo el presente con más intensidad”, aclaró Miloc, “porque temía no llegar a ver otra vez a Tigres campeón. Así es que estoy muy contento por todo lo que significó llegar a la meta en bien de la afición”, me dijo, convencido de que no es fácil alzarse con la copa porque la competencia siempre es muy difícil, ayer y hoy. Antes y ahora.
Porristas como Felipe Soriano, igualmente, no caben de alegría, ya que él se propuso no cortarse el pelo hasta que los Tigres fueran campeones, y otros como José Luis de la Cruz Álvarez, conocido como “El Solitario”, jamás bajaron la guardia y en más de 29 años acompañaron en las buenas y en las malas a su equipo.
“Ya era justo y necesario” -exclamó “El Solitario”, enfundado en sus tradicionales colores azul y oro-. “Pero no por nosotros solamente, a quienes ya este equipo nos había dado dos campeonatos de liga, sino por tanta gente que no había ni siquiera nacido en 1982 y sin embargo siempre se mostró fiel, con llenos espectaculares en el estadio en cada juego”.
José Luis de la Cruz Álvarez es hoy uno de esos seguidores que dicen ya pueden morirse en paz porque no deseaban irse sin la dicha de otro título, sobre todo en estos nuevos tiempos de tanta tecnología que proyecta mucho más estos logros.
“Mírame lo feliz que soy porque no cualquiera puede presumir haber sido testigo de la forma como se consiguieron esas tres estrellas y porque algo pusimos de nosotros para ello, los que venimos a apoyar al equipo desde antes inclusive de que subiera en 1974 a la Primera División”, comentó eufórico.
Y concluyó: “Espero que de ahora en adelante vengan más éxitos porque no podemos quedarnos con una estrella menos en el unforme y hay que rebasar a los Rayados con todo y su Vucetich”.
PARA LA HISTORIA
Ahí queda para la historia el grito de “Vamos, Tigres, te quiero ver campeón otra vez!”, que se desgranó en una tarde/noche sumida en un clima gélido de 8 grados centígrados, en medio de una llovizna pertinaz que no amainó el entusiasmo de la gente en el Estadio Universitario.
La historia es la historia y nadie la cambia. Y este canto ensordecedor y el estruendo en las tribunas que provocaron los 43 mil aficionados de Tigres en el Estadio Universitario va directo al registro como marco del triunfo de 3-1 ante Santos, lo que los convierte en campeones del Apertura 2011, después de una Liguilla casi perfecta, pues se coronó logrando cinco triunfos y un empate, con nueve goles anotados y sólo uno recibido.
Ahí queda para la historia el estallido de los juegos priotécnicos y el ambiente en las principales avenidas de la ciudad y en la Macroplaza hasta los primeros minutos del lunes 12 y cuyo eco permanecerá por largo rato entre una afición que finalmente pudo dar rienda suelta al júbilo de ver la tercera estrella en el escudo del equipo.
Pero sobre todo queda para la historia un hecho hasta ahora insólito en los anales del club universitario: coronarse ante su propia afición, que tuvo el privilegio de ver a sus Tigres ceñirse el cetro en el Estadio Universitario por primera vez en su historia, y no tuvo que esperar el regreso de los monarcas a la ciudad como en 1978 y 1982.
Los Rayados ya había consumado ese éxito en casa en marzo de 1986, al derrotar a Tampico-Madero en un torneo corto también con motivo del Mundial México 86.
Ahí queda para la historia aquel gol de Damián Álvarez en Torreón el jueves 8 de diciembre en la noche, a los 8 minutos del juego de ida, que dio el aldabonazo de alegría en el ánimo de los hinchas del cuadro auriazul, y tampoco pasará inadvertido el recuerdo del manto gris de un domingo como el 11 de diciembre que comenzó casi sin luz, frío y lluvioso.
Y a pesar de todo muchos atletas pusieron la muestra de su fervor deportivo al correr la maratón en las calles del área metropolitano. Sí, había optimismo de sobra en el espíritu, pero el ambiente y el entorno parecían un mal augurio para Tigres, sobre todo cuando a los 31 minutos del primer tiempo Santos se fue arriba 1-0 con gol de Oribe Peralta, lo que empataba el global 1-1 y cortaba la racha de Tigres de no recibir gol en los últimos seis partidos, dejando la marca en 616 minutos.
Ahí queda para la historia cómo el fantasma de la frustración volvió a rondar el Estadio Universitario ante un rival que ya se había quedado con un hombre menos por la expulsión de su portero y capitán, Oswaldo Sánchez, al cometer un penal sobre Danilinho apenas al minuto 12, y que el capitán Lucas Lobos falló.
No obstante, todo fue que Héctor Mancilla hiciera el 1-1 con un testerazo que puso el balón en las redes, a la derecha del portero santista, para que enseguida, a los 63, Danilinho dejara ver en todo su esplendor el rostro de dicha del torneo con su gol y con un pase a los pies a Alan Pulido en la última anotación a los 87, como cierre ciclónico de su paso hacia el título.
La historia ha enlazado, por fin, el ayer y el hoy de Tigres. El antes y el ahora. El año 1978 de su primer campeonato de liga con el año 2011que seguirá gravitando positivamente por los siglos de los siglos… v