
Dinora sólo recuerda esos momentos por las historias que le cuenta su madre, pero aún así está segura que desde que tenía tres años estaba destinada a patear a un balón.
Los polvorientos campos del futbol amateur en Reynosa fueron los primeros testigos del talento y la entrega de esta joven de 22 años de edad, quien ostenta el orgullo de ser la primera seleccionada nacional de futbol femenil que ha tenido esta frontera.
Con el honor que sólo otorga haber portado el uniforme de México en una competencia oficial, Dinora Lizeth Garza Rodríguez sigue disfrutando de sus sueños de futbol, pues no pasa un día en que no piense en su debut dentro del Campeonato Mundial que se llevará a cabo en Alemania del 26 de junio al 17 de julio.
Aunque ya pasaron varias semanas de que Dinora y sus compañeras consiguieron lo que parecía imposible: derrotar a la poderosa selección de Estados Unidos y amarrar su boleto mundialista en el pasado premundial que se llevó a cabo en Cancún, Quintana Roo; la felicidad no se le ha pasado, más porque al fin están recibido algo del reconocimiento que se merecen.
“Estoy muy contenta y satisfecha que toda la entrega y el sacrificio tuvieron éxito y se cumplió con el objetivo de estar ahí en el Campeonato Mundial.
Estoy muy feliz por todo lo que ha pasado, por este logro de haberle ganado a Estados Unidos por primera vez en la historia pues ellas son una potencia, son bicampeonas mundiales”, indicó.
A Dinora aún se le enchina la piel cuando recuerda el apoyo que recibieron de los aficionados mexicanos, quienes gritaron y celebraron el paso del equipo nacional de la misma manera como si se tratara de los hombres.
“Hubo mucha entrega por parte de la gente, llenaron el estadio en cada uno de nuestros partidos y en la final contamos con todo el apoyo del público, recuerdo que en el partido de la final contra Canadá, que fue programado antes del América contra el Atlante, la gente ya había llenado las gradas y nos estaba apoyando con todo, fue muy bonito”, dijo.
Pero lo que hace más feliz a la delantera y número 10 del Tri femenil, es que más allá de la victoria frente a las bicampeonas mundiales, 2010 ha sido un año mágico para el futbol femenil.
“Podemos decir que este año fue del futbol femenil pues en todas las categorías hubo muchas satisfacciones, nosotras conseguimos la clasificación directa, las chicas de la Sub 20 pasó a octavos de final y el resto de las selecciones ha hecho muy bien papel, incluso más que con los hombres”, sentenció.
UNA VIDA DE TRABAJO
Sentada en la sala de su casa, Dinora escucha los recuerdos de su mamá, Sandra Luz Rodríguez, quien platica orgullosa de los días cuando su hija comenzó a correr detrás de un balón a la edad de tres años.
“Lo que sucede es que todos en nuestra familia jugaban futbol amateur, entonces los fines de semana mi marido se llevaba a la niña a los campos para que viera los partidos y en los entretiempos la niña comenzaba a patear el balón”, recordó.
Desde entonces, la pelota se convirtió en la fiel compañera de esta chica, quien olvidando tabúes y prejuicios, prefirió las rodillas ensangrentadas y los tiros a la portería que las muñecas y los juegos de té.
“A los niños no les importaba, ellos venían por mí a la casa y nos íbamos a los campos a jugar todo el día, luego cuando se hacía de noche y ya no había luz nos veníamos a jugar a la calle hasta como las once de la noche que era cuando mi mamá me decía que nos metiéramos”, expresó la seleccionada nacional.
Tan buena era para el juego, que a los 8 años Dinora fue invitada a participar en su primer equipo amateur donde, obviamente, era la única niña. Sin embargo, esto nunca le importó a sus compañeros que siempre la apoyaron.
Irónicamente, a quien parecía no gustarle mucho que su hermana vistiera short y espinilleras era a su hermano mayor, quien con el paso de los tiempos y al ver el desarrollo de Dinora, terminó aceptando la realidad al grado que hoy es uno de sus más grandes admiradores.
Además de su amor a este deporte, lo que motivaba a Dinora a practicar el deporte más popular en el mundo era la posibilidad de participar en torneos fuera de Reynosa, ya que siempre le ha gustado viajar.
“He jugado en equipos desde los ocho años, inicialmente me gustaba jugar porque así podía viajar, pero nunca me imaginé que iba a pasar de algún torneo local, recuerdo lo emocionada que estaba una vez que iba a una competencia en Matamoros, pero de eso a pensar que un día iba a ser seleccionada nacional pues nunca se me hubiera ocurrido, porque representar a tu país es lo más grande que te puede pasar”, indicó.
Su talento y entrega dieron frutos cuando, a los 13 años de edad, recibió su primer llamado para pertenecer a un combinado nacional.
“Desde los 13 años he sido seleccionada, estuve en la Sub 15, la Sub 17 y de ahí en adelante he estado trabajando hasta llegar a la selección mayor, han sido muchos años de trabajo, de concentraciones y de esfuerzos que ya están dando resultados”, precisó.
Y aunque cada una de estas participaciones en el Tri han sido especiales, ninguna la emocionó más como la que la llevó a su primer viaje al extranjero, como parte de la selección Sub 20.
Recuerda que tras su participación en el combinado Sub 17, pasaron algunos años sin que volviera a ser convocada a jugar, por lo que se dedicó a terminar sus estudios y seguir entrenando.
Sin embargo, de la nada, la llamaron y le pusieron ante sí un reto: tenía que ganarse su lugar en un grupo que viajaría a Cuba a una competencia oficial.
“Eramos 30 jugadoras y me dijeron que sólo 20 iban a ser seleccionadas. Yo ya había ido a Estados Unidos pero como soy de la frontera eso nunca me llamó mucho la atención, sin embargo la posibilidad de ir a Cuba me emocionó mucho pues nunca había ido a algún otro país”, indicó.
Entusiasmada ante la posibilidad de conocer la isla caribeña, Dinora enfrentó el reto que le representaba entrenar todos los días en un lugar con la altura como el Distrito Federal.
“Comencé a entrenar muy fuerte, me puse como objetivo quedar entre las 20 y hacer ese viaje y afortunadamente se me cumplió esa ilusión”, señaló.
Ese fue el principio de un viaje único, que le ha permitido a esta joven fronteriza conocer países tan lejanos como Chile, Argentina, Brasil, Japón y Corea, siempre con la obligación de defender los colores nacionales.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas, pues Dinora ha sentido en carne propia lo difícil que es representar a México en una competencia internacional y, al mismo tiempo, cumplir con las obligaciones de una estudiante universitaria.
Y es que esta joven sabe que aunque el futbol le ha regalado grandes satisfacciones, no es una profesión con futuro.
“Es muy difícil, en Estados Unidos quebró su liga femenil y apenas están resurgiendo con apenas uno o dos equipos aún cuando son una potencia mundial, entonces pueden comprender cómo está de difícil la situación”, dijo.
Ante ello, decidió cursar la carrera de Licenciada en Deportes en la Universidad Autónoma de Nuevo León, lo que fue un verdadero reto, pues así como debía de cumplir con sus entrenamientos en el seleccionado nacional, también debía hacerlo con sus responsabilidades en la escuela.
“Siempre hablé con mis maestros de la situación en la que me encontraba y ellos me dieron todo el apoyo, eso sí, les mandaba mis trabajos, hacía mis exámenes por Internet”, indicó.
Para Dinora, pertenecer al Tri no le daba ningún privilegio y no la hacía diferente que el resto de sus compañeros de clase, por lo que todo el tiempo en el que no estaba en una concentración o un torneo internacional, lo dedicaba a la escuela.
“Cuando tenía descanso de las concentraciones me iba a Monterrey a avanzarle a todo el trabajo y exámenes porque tenía que cumplir, yo no era como esas personas que tenían la mentalidad de que porque soy seleccionada nunca van a clases, yo siempre tuve mucha comunicación con mis maestros y eso me ayudó a sacar adelante mi carrera”, sentenció.
Hoy, que en la pared donde Dinora muestra con orgullo todos los palmareses conseguidos en las canchas también se exhibe un título profesional, la joven sabe que tiene más posibilidades de conseguir un mejor futuro, una vez que las piernas ya no le den para seguir pateando un balón.
Y aunque todavía faltan muchos años para cuando llegue ese momento, Dinora espera poder conseguir un trabajo dentro de la Federación Mexicana de Futbol, organizando torneos femeniles, apoyando nuevos talentos y desarrollando este deporte entre las niñas.
TALENTO IGNORADO
Tras ganarle dos goles a uno a la selección de Estados Unidos, con lo que obtuvieron su pase directo al Mundial de Alemania 2011, las chicas de la selección femenil de futbol fueron declaradas las nuevas heroínas nacionales.
De pronto, los canales de televisión y los periódicos brindaron grandes espacios al logro de estas once guerreras, quienes en 23 ocasiones consecutivas se habían enfrentado a las norteamericanas siempre con el mismo resultado: la derrota.
Sin embargo, esa noche en el estadio “Beto Avila” de la ciudad de Cancún, los astros se alinearon y Dinora, Maribel Domínguez, Verónica Pérez, Erika Venegas y el resto de las seleccionadas, salieron inspiradas y no sólo lograron contener el vendaval del ataque norteamericano, sino que las doblegaron en el marcador.
El resultado fue celebrado como una de las más grandes sorpresas deportivas del año y la coronación del esfuerzo del técnico Leonardo Cuéllar y sus pupilas.
Hoy que ha pasado el furor por este triunfo y los reflectores apuntan a los equipos masculinos, Dinora y sus compañeras no pueden evitar lamentarse por el olvido que existe por el futbol femenil, donde no existen ni los contratos millonarios o comerciales de televisión que protagonizan los hombres.
Cuando reflexiona sobre este tema, la delantera mexicana intenta entender cómo si entre sus compañeras existen quienes tienen el mismo talento que los hombres (o en ocasiones más), no pueden recibir los mismos beneficios.
“Independientemente de todos los logros que hemos tenido no somos personas que vendan camisetas, no somos un producto que los patrocinadores pudieran considerar atractivo y por eso mismo en muchas ocasiones la Federación no nos voltea a ver y no nos da los mismos incentivos que a los hombres”, sentenció.
Tan grande es esta indiferencia, que los uniformes que las muchachas utilizan para las competencias oficiales son los mismos que se diseñaron para los hombres, la única diferencia es que vienen en tallas más pequeñas.
“Es el mismo uniforme, sólo le pegan el escudo del torneo en el que participas, pero nada más”, relató.
La jugadora se mostró segura de que si la gente se diera cuenta lo mucho que tienen que trabajar para representar al país en competencias internacionales, les darían el reconocimiento que se merecen.
“Mucha gente no sabe de los sacrificios que debemos de hacer, tenemos concentraciones de un mes y medio de duración para luego descansar unos 10 días y volver a trabajar, entonces extrañas tu casa y tus amigos pero sabes que tienes que estar ahí porque las concentraciones son constantes”, sentenció.
Esta indiferencia no se refleja solamente en los sueldos de las jugadoras nacionales, sino también en el apoyo que recibe el futbol femenil, donde existe un verdadero semillero de jugadoras profesionales.
“No hay organización, no es como si en las escuelas existieran ligas o torneos regionales donde pudieran salir nuevas jugadoras, estoy segura que en el llano podemos encontrar mucha calidad, pero el problema es que no hay una manera de encontrarlo, mucha gente no sabe la entrega y el sacrificio que hay en estas ligas, pero aún así no les quita nada de la calidad para jugar”, apuntó.
Sin embargo, este olvido también tiene su parte positiva, pues a diferencia de los hombres, las seleccionadas nacionales no tienen que soportar la presión de los medios de comunicación, patrocinadores, federativos y aficionados.
“No sientes tanta presión de la gente y los periódicos, además, como ya estamos acostumbradas en que la mayor parte de la gente no cree en nosotras, entonces si perdemos no pasa nada, regresamos a entrenar y a intentar mejorar, aún así creo que nos va a ir muy bien porque tenemos un muy buen equipo”, aseguró.
Esto les ha permitido a las muchachas a desarrollar un proceso de preparación al Mundial tranquilo, que les permite concentrarse en el objetivo de representar con dignidad a nuestro país.
De hecho, el primer paso para el mundial lo darán en unas semanas, cuando Dinora y el resto de las seleccionadas se concentren para una gira al extranjero para participar en un el torneo de Sao Paulo, que inicia el próximo 3 de diciembre y en donde se espera la presencia de selecciones tan poderosas como Canadá, Holanda y Brasil.
Posteriormente, en el mes de febrero, las seleccionadas realizarán una gira por Portugal con lo que esperan seguir con su trabajo de preparación.
Aunque sabe que a partir de la fecha el trabajo será arduo y los momentos junto a su familia y seres queridos serán escasos, Dinora no se entristece, pues está viviendo el sueño que la motivaba a patear y patear un balón en un campo de tierra de Reynosa, cuando apenas tenía tres años. v