La caída de la gran Tenochtitlan hace 500 años ha sido un tema inagotable para los historiadores e investigadores, pero la arqueología ha sido fundamental para conocer cuál era la visión del pueblo Mexica.
El investigador emérito Eduardo Matos Moctezuma dictó el pasado lunes 20 de septiembre la conferencia “Tenochtitlan, la ciudad imperial” con la que inició “Al menos flores, al menos cantos”, una serie de actividades que la Cátedra Alfonso Reyes ofrece como parte del Ciclo Conmemorativo 500 años de la caída de Tenochtitlán. Una perspectiva desde las artes.
“Quiero empezar esta charla recordando las palabras que don Alfonso Reyes, dejó plasmadas en su Visión de Anáhuac: ‘Más tarde, la ciudad se había dilatado en imperio y el ruido de una civilización ciclópea, como la de Babilonia y Egipto, se prolongaba, fatigado, hasta los infaustos días de Moctezuma el doliente.
“Y fue entonces cuando, en envidiable hora de asombro, traspuestos los volcanes nevados, los hombres de Cortés, (“polvo, sudor y hierro”) se asomaron sobre aquel obre de sonoridad y fulgores- espacioso circo de montañas-. A sus pies, en un espejismo de cristales, se extendía la pintoresca ciudad, emanada toda ella del templo, por manera que sus calles radiantes prolongaban las aristas de la pirámide'”, dijo a manera de introducción el arqueólogo y antropólogo fundador del Proyecto Templo Mayor.
A lo largo de la charla realizada en modo virtual vía Facebook en la página de la Cátedra Alfonso Reyes, Matos Moctezuma mostró diferentes planos y fotografías de cómo estaba construida la ciudad que posteriormente fue destruida y sepultada por los conquistadores que levantaron sobre sus ruinas, la Nueva España.
“El tema del que voy a hablar hoy, obviamente se refiere aquella ciudad que, fundada en 1325, va a durar alrededor de 200 años hasta que finalmente va a ser conquistada junto con la ciudad vecina de Tlatelolco por los conquistadores españoles y miles y miles de contingentes indígenas que apoyaban a la armada de Cortés.
“Tenemos uno de los primeros planos que se hicieron de una ciudad de lo que sería la Nueva España, y es el plano que mandó hacer Cortés y que publicó en 1524 y ese plano nos muestra a la ciudad de Tenochtitlán cuyo centro fundamental lo vemos presente agrandado de una manera muy relevante, ya que ahí se encuentra el recinto sagrado de la ciudad”, afirmó.
Agregó que en ese plano también se observan 78 edificios que se encontraban en el interior de este espacio, y que, por su ubicación en medio del Lago de Texcoco, está llena de ductos de agua que era donde transitaban las canoas que era el mejor medio de transporte dentro de la ciudad y del lago.
“El Templo Mayor tiene un simbolismo; no sólo corresponde a un edificio sagrado, pleno de sacralidad, porque para el mexica, el Templo Mayor era el centro de su universo, por el se podía pasar al inframundo, se podía subir a los niveles celestes.
“En esencia podemos ver lo que era la base económica de Tenochtitlan ya que la agricultura y la guerra representados en los dioses Tláloc y Huitzilopochtli y ¿cómo se expresaba todo esto? a través de la arquitectura, las festividades, de los rituales, de sacrificios, de ofrendas, etcétera “, mencionó.
Explicó que el Templo Mayor representaba para los mexicas el centro fundamental de su cosmovisión, en la que podían bajar al Mictlan (nueve mundos subterráneos) o subir a los trece niveles celestes hasta alcanzar el Omeyocan.
“Esto en un sentido vertical, pero en sentido horizontal, el templo también conformaba los cuatro rumbos del universo, por ejemplo, el sur correspondiente al lado de Huitzilopochtli se identificaba como un lugar húmedo, en cambio el norte se configuraba en un lugar frío; y al frente, vemos que es el lugar que se identificaba con Quetzalcoalt”, refirió.
COYOLXAUHQUI Y LOS OTROS HALLAZGOS
Eduardo Matos Moctezuma recordó cuando en 1978 el hallazgo de la diosa Coyolxauhqui generó el inicio del Proyecto Templo Mayor.
“Vamos a observar el momento del hallazgo de la diosa Coyolxauhqui, esta deidad que representa a la luna y que se encuentra al pie del Templo Mayor del lado de Huitzilopochtli y ahí están los colegas arqueólogos que recién encontrada esta imagen se dieron a la tarea de excavarla, junto con algunas de las ofrendas que acompañaban a la imagen.
“También vemos el espacio urbano actual moderno donde se encontraba esta monumental escultura”.
Destacó que hace 43 años que se iniciaron las investigaciones del Proyecto Templo Mayor y en ese tiempo se ha ido avanzando considerablemente y a la fecha se han publicado cerca de 1250 títulos que comprenden desde artículos hasta tesis doctorales.
Además, resaltó que dentro del trabajo que realizan en el Proyecto Templo Mayor, la restauración tiene un papel predominante, ya que todos hallazgos deben pasar por un proceso para rescatar en lo posible su aspecto original.
“Lo que va encontrándose, desde escalinatas, esculturas, piezas y ofrendas, todo esto ameritaba que un grupo de restauradores fueran preservando el estuco, los colores, los pigmentos que se iban hallando.
“Entonces, este equipo ha funcionado maravillosamente hasta la fecha, porque han logrado preservar pigmentos no sólo de la arquitectura, sino de esculturas, de máscaras, de una cantidad de materiales muy variados que han sido motivo de ser restaurados para preservarlos en el tiempo”, manifestó quien en 2017 recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México.