El joven autor, Julio Zatarain, obtuvo el año pasado el Premio de Cuento “José Alvarado” por su obra: “En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre” y los miembros del jurado, integrado por los escritores Pedro de Isla, Sonia Silva Rosas y Elmer Mendoza, decidieron por unanimidad que la obra que participó con el seudónimo “Osito Bimbo” fuera la ganadora.
El libro de relatos “En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre” se presentó el pasado domingo 20 de marzo en la UANLeer 2022 y para el narrador originario de Mazatlán, Sinaloa, fue el primer evento en el que asistió como escritor invitado a una feria literaria.
“Es la primera Feria, de hecho, el libro acaba de salir. Me siento contento, pensé que iba a estar más nervioso, pero no. Al principio, cuando obtuve la mención, sí me puse nervioso cuando me hablaron, porque no podía creer que me sucediera”, manifestó.
Sobre lo que significó para él, que Elmer Mendoza formara parte del jurado que le otorgó el reconocimiento, considera que es algo positivo, como un gesto de aprobación a su trabajo.
“Yo no lo conozco, porque él vive en Culiacán y yo en Mazatlán, pero reconozco su trayectoria, su importancia como escritor mexicano, sinaloense; y es como un espaldarazo, un visto bueno, que hace que hable bien del libro”.
Zatarain escribe sobre su entorno, así lo afirma su amigo Gerardo Muñoz en la contraportada del libro: “Como un homenaje de amor y aversión a su ciudad natal, Mazatlán, Julio Zatarain retrata sin condescendencia los más profundos vericuetos de la violencia, el deseo, la muerte, los vicios, el desasosiego humano, a través de las historias que transitan de ida y vuelta desde las profundidades de la mente de sus personajes, hacia las calles, montes y carracas de la innercity mazatleca”.
El autor sinaloense expresó que escribe para la comunidad, y que busca reinterpretar la realidad del contexto de Mazatlán, donde vive, pero los lectores pueden transferir esa realidad a otras ciudades.
ENTRE LA CALMA Y LA VIOLENCIA
Julio trabaja en el Museo de Arte de Mazatlán, un sitio tranquilo que contrasta con la violencia que se vive en el exterior de ese espacio.
“Yo trabajo en el museo, pero no hago nada referente al arte, obviamente trabajo con artistas, es decir, trabajo con arte, pero no mi arte. Por otro lado, está la violencia.
“Y por ese lado es muy curioso porque recuerdo que por el 2013 o 2014 yo fui a una Feria del Libro de Mazatlán, y saliendo de ahí me fui a unos mariscos, y en el lugar, a dos o tres mesas de mí, balacearon a la gente y todos se tiraron al piso.
Mencionó que en el portal La Pared, publicaron la crónica “Libros y balazos en Mazatlán” que escribió sobre este suceso: “…Yo era uno de los cien cuerpos que se tiraron al piso como si también nos hubieran disparado.
“Escuchamos estruendos y al darnos cuenta de que no era pirotecnia, sino un prieto de rostro rabioso, mirando sin parpadear, abrazando un cuerno de chivo chapeado de oro, disparando hacia la multitud, provocó entre nosotros un terror personificado ¿Quién no pensó que el sujeto nos iba a matar a todos?”.
Recordó esta experiencia como la más horrible de su vida.
MÚSICA Y LETRAS
Julio Zatarain pertenece a un colectivo llamado “La Ballena Literata” que imprime, difunde la Revista “Alcantarilla”, la cual dirige y en la que incluye textos sobre arte y literatura.
“Es una revista que contiene poesía, cuentos, entrevistas a músicos, fotografía, aquí por ejemplo en portada tenemos la obra que sacó el segundo lugar del Premio Antonio López Sáenz, es un concurso de pintura de Mazatlán y nos encuentran en Facebook y en Instagram”.
Otra de las facetas del escritor, quien estudió en la Facultad de Ciencias Sociales Mazatlán de la Universidad Autónoma de Sinaloa, es la de músico, ya que toca la batería en varios grupos: Guerrilleros Band y Ballena Vudú.
De entre los cuentos que integran “En qué piensan los gusanos cuando tienen hambre” se encuentra “Día plástico” en el que el autor incluye los rasgos de la ciudad a la que rinde homenaje.
“Escucha el ruido lejano de la ciudad. Al fondo ve el océano, las islas, el faro. Busca el barrio donde creció, hacia la esquina de noreste de la urbe. Por la cúpula de la iglesia logra ubicarlo. Parece una mancha, un tumor. Divisa las pingüincas del arroyo y puede oler a la yerba mojada y escuchar el caudal lento.
“Bajo aquellos árboles conoció a su mujer. Ella cursaba el tercero de secundaria y él ya había abandonado el bachillerato. En una fiesta la sacó a bailar. Con aliento a barbacoa y Tecate light, le preguntó si quería ser su novia. No respondió de inmediato. Cuatro canciones bastaron para concretar el noviazgo. Fueron una pareja común. El verano siguiente se embarazaron y poco después, se casaron”.