Me había prometido a mí mismo que ya no iba a escribir sobre el Coronavirus y la pandemia.
¿Por qué? Porque allá afuera hay miles de personas con mucho más cerebro y entendimiento desarrollando este tema y todas sus aristas de una manera más coherente e informada que un servidor.
Sin embargo, el verdadero motivo por el que decidí alejarme del tema es porque ya me tiene harto.
Estoy cansado de leer quejas, reproches, denuncias, teorías de conspiración, moralinas y todo el ruido alrededor de este asunto que inunda las conversaciones en el mundo real y las redes sociales que, al final, no sirven absolutamente para nada.
Me queda claro que a medio año de haber iniciado esta pandemia, la gente ya decidió cómo la va a asumir y no hay nada que les haga cambiar de parecer.
En esta edición de Hora Cero presentamos los testimonios de una admirable minoría quienes por motivos de salud decidieron quedarse en sus casas para cuidarse, pues saben que si llegan a contraer el Coronavirus las posibilidades de morir son altísimas.
Estudiantes, amas de casa, profesionistas y jubilados, cada una de estas personas decidieron poner primero su salud y la de sus familiares.
El camino no ha sido sencillo. A todos nos gusta sentir la libertad de ir a donde se nos pegue la gana, es por eso que a muchas personas se les hace tan complicado comprender que allá afuera hay un virus al que le vale madres que estés aburrido, que tengas que trabajar, que te estés cuidando, que seas joven o que todo esto sea una conspiración del gobierno para controlarnos.
Este maldito bicho se va a meter a tu cuerpo y, con suerte, no tendrás síntomas, lo que no quiere decir que no vayas a contagiar a otros.
Las historias se repiten por miles. Personas que pensaban que a ellos no les iba a pasar salieron a la calle, contrajeron el mal y contagiaron a sus padres, tíos y abuelos, quienes hoy están ante la presencia de Dios Nuestro Señor.
Hace unos días, como parte de las medidas para “reactivar la economía”, el Gobierno de Nuevo León anunció la reapertura de varios negocios pertenecientes al sector del entretenimiento, y las redes sociales respondieron como solo ellas saben hacerlo.
En lo personal me cae muy bien el doctor Manuel de la O Cavazos, me queda claro que es un hombre responsable, bien intencionado y que se preocupa por la salud de las personas.
También estoy convencido que las presiones de los grupos económicos y el valemadrismo mostrado por un enorme sector de la sociedad, quienes abusaron de las primeras etapas de la reapertura económica; ha generado frustración en él y su equipo, lo que los llevó a rendirse.
Me explico: no estoy diciendo que los médicos piensen que ya perdieron la batalla contra el virus y que van a dejar de atender a las personas que hoy sufren en los hospitales, estoy seguro que continuarán entregándose a la labor de salvar vidas tal y como lo han hecho en el último medio año.
Lo que creo es que las autoridades sanitarias se rindieron en su intento de hacer entender a la población que hay que cuidarnos, que la reapertura económica no es un permiso para atiborrar la Carretera Nacional y Los Cavazos.
No los culpo. Comprendo perfectamente que se hayan rendido cuando allá afuera hay personas sentadotas en las plazas púbicas, ignorando las medidas sanitarias nomás porque ya no aguantaban estar encerrados con su pareja e hijos.
¿Que abrieron los casinos, cines y salones de fiesta? ¡Háganlo! Al final nadie nos está poniendo una pistola en la cabeza para que vayamos.
No veo a ningún empleado de Cinépolis o Cinemex tocando a nuestra puerta, dispuesto a llevarnos a rastras a la sala del cine a ver el más reciente estreno.
¿La tía, mamá o abuela ludópata está desesperada por correr a las maquinitas? Ya depende de cada quien si la dejan ir… si vive o muere es su decisión y de nadie más.
Vamos dejándonos de hipocresías y aceptemos que ir al cine, al casino, a la quinceañera o un restaurant son cosas con las que podemos sobrevivir sin ningún problema.
Hoy más que nunca si morimos por una pizza, pollo frito o una cerveza, agarramos el celular y lo pedimos a domicilio.
¿Queremos ver una película? Ahí están Netflix, Amazon, Blim, Claro Video, Pluto TV y no sé cuántas opciones más.
¿Extrañas mucho a tu mamá, abuela o tía? Agarra el teléfono y platica con ella por más de 15 minutos pues, estoy seguro, lo que ella realmente quiere es escuchar tu voz, saber que estás bien.
¿Te urge hacer ejercicio? Puedes hacerlo en cualquier cuarto de tu casa, unas buenas planchas de pecho y abdominales sirven igual o mejor que cualquier aparato.
¡Ah! y un favor a toda la bola de políticos ridículos que anduvieron exigiendo la reapertura de estos rubros: tengan un poco de vergüenza, pues no es posible que lloren como Magdalena asegurando que las pobrecitas corporaciones de salas de cine, casinos o gimnasios están sufriendo cuando son ellos los que explotan a sus empleados con sueldos de miseria y ridículas prestaciones laborales.
Es cierto, las autoridades tienen mucho de culpa por no hacer respetar la ley. Bastará darnos la vuelta a cualquier casino para ver que están dejando entrar a personas de la tercera edad, quienes son sus clientes principales.
¿Que los bares y antros no pueden abrir? ¡Mentira! Ahí está el Sayulita de Doctor Coss y Abasolo, en el Barrio Antiguo, abierto desde las 13:00 horas porque ese era el horario de los juegos de la Champions League.
Me queda claro que hasta que no se distribuya la vacuna contra el Covid-19 las muertes y contagios seguirán en los niveles que estamos viendo.
Suena trillado, pero todos tenemos responsabilidad para controlar esta pandemia. Desafortunadamente, como país fracasamos en nuestra labor de contenerla porque decidimos pensar en nosotros mismos por encima del bien común.
Que Dios nos agarre confesados.