El año pasado se llevó a cabo por primera vez el paro nacional denominado “El 9 Ninguna se Mueve” que consistía en que, en ese día, las mujeres suspendiéramos todos tipo de actividades para crear conciencia sobre cómo sería un día sin nosotras y la sociedad demostró porque las cosas son tan difíciles en este país, en el que, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 10 mujeres son asesinadas al día.
Las redes sociales se inundaron de videos y fotografías que mostraban a hombres “conviviendo y divirtiéndose” sin nosotras, pasándosela de lo mejor y, en algunas escuelas, incluso, hacían convivios con alimentos que los alumnos llevaron.
En Reynosa no fue la excepción, no los justifico, aunque tal vez podría decir que los estudiantes (de todos los niveles) pueden ser bastante inmaduros por no decir otra cosa, pero, ¿y los maestros?, ¿no se supone que los docentes no solamente nos encargamos de instruirlos sobre lo que marca el plan de estudios, sino también sobre valores que harán de ellos mejores ciudadanos y personas? Pues tal parece que no.
Muchos de ellos se sumaron a las reuniones en las que hubo relajo, camaradería y diversión, todo menos la conciencia de lo que pudiera pasar si la amiga, compañera de al lado o cualquiera de sus maestras un día desapareciera.
Entiendo que el ambiente estudiantil y quienes lo conforman puedan “valerle” a los chavos, pero, ¿no tienen madre?, ¿abuelitas?, ¿hermanas?, ¿novia?
Las redes sociales muestran el tipo de sociedad en la que habitamos, donde muchos hombres, aclaro, no la mayoría, lejos de solidarizarse con el movimiento, atacan a quienes se atreven a protestar para exigir que se cumplan los derechos de las mujeres.
Los “me divierte” acompañan a frases como: “ya siéntese señora”, “váyase a la cocina”, “¿y de quehacer cómo andamos?”, “pónganse a lavar”, entre otras cosas.
Son comunes también los calificativos como “viejas revoltosas”, “feminazis”, “exageradas”, “problemáticas”, “nacas”, “marimachas”, y demás.
Demeritan las protestas, demeritan el “Día Internacional de la Mujer”, demeritan “El 9 Ninguna se Mueve” y demeritan a las féminas. Nada es importante, solo que la casa esté limpia, la comida caliente; y los niños (si se tienen) y por supuesto, el esposo, estén bien atendidos.
Pero, ¿qué pasaría si un día, esa mujer que lava, plancha, cocina, sacude, barre y trapea un día no regresa?, o ¿creen que nunca les va a pasar? Lamentablemente en este país ninguna estamos exentas de eso, ni siquiera importa la edad, lo mismo desaparece una pequeña de 5 años, que una anciana.
Debo aceptar que, mi percepción de todo este movimiento ha cambiado con el paso del tiempo; los acontecimientos que han sacudido a la opinión pública, los que se han convertido en parte de la estadística sin mayor aspaviento y mi condición de madre, hija y hermana han contribuido para ello.
Tengo dos pequeñas hijas: una de cinco años y otra de seis, Dios quiera y nunca jamás pasemos por algún acontecimiento de este tipo, pero me pongo en el lugar de las madres a las que les han arrebatado a sus hijas, y que han denunciado, buscado, clamado por ayuda o resultados y simplemente no llegan, ¿qué haría yo?
Entonces entendí: romperlo todo.
Puede ser que, como dice nuestro presidente, haya infiltrados que buscan desprestigiar a la 4T, puede ser que haya chicas que solo vayan para echar desmadre, pero puede ser que muchas de las que están ahí han perdido a alguien especial o que ellas mismas, hayan sido golpeadas, maltratadas, violadas, secuestradas, mutiladas, discriminadas.
“Las cosas no se solucionan con más violencia”, dicen en redes sociales, quizás desde la comodidad de su hogar los hombres que no han tenido que lidiar con un “arrimón” en la pesera, una nalgada en la plaza o un tipo masturbándose en una calle cercana a su escuela.
¿No querrían ellos mismos agarrar a golpes a quien se atreviera a hacerle eso a su mujer?
“Ellas no me representan”, dicen muchas mujeres que quizás no han pasado por el dolor de no volver a ver a su hija, o bien, de identificar sus restos gracias a unas pulseras, prendas, tatuajes o piezas dentales.
Como sociedad nos falta mucha empatía, mucho de “ponerse en los zapatos del otro”; nos falta abrir los ojos y despojarnos de miles de prejuicios para entender que, la víctima no es la culpable, nada justifica dañar, violentar, ultrajar o asesinar a alguien.
Pero, mis valientes guerreras: los hombres no son nuestro enemigo, no podemos juzgar a alguien solo por su género, no se puede “agarrar parejo”.
Mi padre, mi hermano, mi esposo y mi hijo no te han dañado y así muchos otros; lucha contra el violador, el opresor, el golpeador, porque no se trata de que paguen justos por pecadores.
Mujeres: apliquemos la sororidad, no la llames puta, zorra, naca, fresa, mustia, simplona, ridícula, histérica; porque, lamentablemente, muchas veces los ataques vienen desde nuestro bando; en lugar de arroparnos, protegernos y cuidarnos.
Madres y padres: eduquen a su hijo y a su hija por igual, no le aplaudas a uno por tener “muchas novias” y a la otra la condenes por “no darse a respetar”, fomenta la igualdad y la empatía en tu hogar para que mañana las calles se llenen de ellas.
No apoyo a la violencia, no protestaría con el torso desnudo, pero si viviera cualquiera de estas desgracias en México, en un país donde el “no pasa nada” es cosa de todos los días, seguramente querría incendiar todo, tratando de gritar con mis hechos lo que con mi voz no pudiera lograr.