La chamba de los abogados es que un asesino sea visto como una blanca paloma; que un político esquive la cárcel pese a reprobar todas las auditorías; que un defraudador sea perdonado por los afectados, y que un violador sea declarado un demente y tenga una sentencia menor. Para eso estudiaron esa carrera tan nefasta.
Nunca olvidaré cuando en los dos años de Benjamín Clariond Reyes como gobernador interino de Nuevo León, un individuo con un cuchillo en su mano entró a una carnicería de la zona metropolitana, amagó con herir a un empleado y se robó un kilo de barbacoa para alimentar a su familia.
Eran los tiempos cuando exfuncionarios de su antecesor, Sócrates Rizzo García, acusados de peculado y malversación de fondos públicos, entraban y salían del Penal Topo Chico en pocas horas, como un comensal en un restaurante.
— ¿Y el de la barbacoa Señor Gobernador, que sigue en la cárcel?— se le preguntaba al “Benjas”. Y apegado a su estilo, contestaba entre risas. La justicia que se aplica en México no es la misma para un rico que para un pobre. Hasta en eso hay niveles.
Pero más que niveles, un político antes debió de tejer toda una red para evitar entrar a prisión como sucede con dos exgobernadores prófugos de la justicia como Tomás Yarrington Ruvalcaba, de Tamaulipas, y Javier Duarte, de Veracruz. Por coincidencia, ambos del PRI.
Un gobernador en funciones puso a procuradores y a directores de la Policía Judicial o Ministerial; rescató del retiro a militares para ungirlos como secretarios de Seguridad; ascendió a jefes a policías de cargos inferiores; y “palomeó” a abogados para ser jueces o ministerios públicos. Y ellos tarde que temprano deberán devolverle la copa.
No crean que por arte de magia desaparecieron de la faz de la tierra Yarrington y Duarte. Debieron salir del país por un punto de revisión migratoria, terrestre, marítima y con mayor seguridad área, gracias a la complacencia y complicidad de algún delegado o agente que tenía que regresar un gran favor a los hoy prófugos.
Y los pasaportes falsos pudieron ser elaborados en lo oscurito por un empleado de una oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores de cualquier ciudad que recibió órdenes de arriba. Que al cabo un documento apócrifo se obtiene con un “buen moche” para ayudar “al jefe” o “al compadrito” a huir del país.
Hay que recordar que oficinas expendedoras de pasaportes están ubicadas en cualquier lugar, como en Monterrey en la Alameda Mariano Escobedo, en el Parque Tucán y en el Parque España, entre otros, donde los controles para falsificar dos pasaportes para Yarrington y Duarte pudieron ser vulnerados.
En Nuevo León se dio una lucha de poder a poder entre el gobernador Jaime Rodríguez Calderón que quiso meter a la cárcel a su antecesor, Rodrigo Medina de la Cruz.
Al final de la confrontación, sin que los espectadores seamos eruditos en materia judicial con sus nuevas reglas, el ganador fue Medina de la Cruz, bien asesorado por un equipo de abogados que, de haber sido contratado por el de la barbacoa, en menos de media hora hubiera salido del Topo Chico.
Vaya, hasta el juez de la causa le hubiera pedido la dirección del negocio por el buen gusto para robar. Y con un “usted disculpe, Señor Ratero”, pudo salir de las rejas.
Medina de la Cruz se tardó más: 18 horas, cuando una jueza federal ordenó su liberación porque se violaba un amparo y puso en evidencia que los encargados de procurar justicia en Nuevo León son menos inteligentes que el equipo de abogados del exgobernador.
Pero que el imputado saliera de la cárcel sonriente y bien peinado con fijador -sin antes ser fotografiado (legal o ilegalmente) con su ficha en el pecho y de uniforme naranja-, no fue el fin de la historia.
Días después, acompañado por el abogado Alonso Aguilar Zínzer (bastante bien cotizado por su mediática defensoría), presentó una demanda contra quien resulte responsable por una detención que calificó de “ilegal” y por la difusión de la “fotografía dolosa” en el Topo Chico con su atuendo color zanahoria.
Y mientras “El Bronco” asegura que el exmandatario estatal volverá a pisar los fríos pisos de una celda, Medina de la Cruz entra y sale del juzgado saludando a sus simpatizantes; repartiendo besos como en campaña… y a como va el asunto, hasta puede ser resucitado por el PRI para las elecciones de 2018.
P’al baile vamos.