
a mayoría de la clase política está pensando que después del Primer Informe del Gobernador, Rodrigo Medina de la Cruz vienen los ajustes en el gabinete, lo cual puede ser cierto, pero sin nueva estrategia de comunicación sería más de lo mismo.
El simple cambio de funcionarios, que ya cumplieron su cíclo o que no llenaron las espectativas o que simplemente se van porque no hay compromiso, ya no es suficiente. Rodrigo debe estar pensando en trascender, no en llenar huecos.
Al Gobierno de Medina le urge un cambio de estrategias gubernamentales que verdaderamente den resultados a la sociedad en el terreno mediático, político y social.
Al Gobernador sí le preocupan los números de las encuestas, al igual que a su secretario de Gobierno, Javier Treviño, porque por más esfuerzo que hacen, aún nadie se explica el por qué Rodrigo va a la baja en los niveles de popularidad.
Claro que sus adversarios son responsables de provocar una baja en los niveles de aceptación, pero se entiende porque esa es la chamba de la oposición: desgastar al gobernante. Aquí la interrogante tiene que ver con la estrategia político-comunicacional hasta ahora aplicada y que parece no dar los resultados planeados.
Una estrategia de marketing gubernamental no sólo es producir y transmitir un spot sobre programas y logros del gobierno. La estrategia de comunicación política va más allá de la imagen que un gobierno difunde en los medios.
Para ser más claro, la estrategia primero tiene que convencer a los miembros del gobierno y a los propios empleados públicos y lamentablemente para Rodrigo Medina y el PRI, hoy en día muchos de los colaboradores sólo ocupan el cargo por cobrar un sueldo. Están por necesidad no por convicción.
A muchos de los funcionarios estatales les falta compromiso con el proyecto de Medina y desconocen los principios básicos partidistas que deben dar fortaleza ideológica al Gobierno del Estado.
No pueden hacer más de lo mismo, porque lo mismo hasta ahora no les ha dado resultados, deben empezar por satisfacer las necesidades de los ciudadanos para que sean los mismos beneficiarios de los programas gubernamentales los que se encarguen de “cacarear” el huevo.
La mejor estrategia es que la gente hable bien de tu gobierno y, sin gastar un centavo, sólo cumplir con la obligación de gobernar bien.