La elección presidencial estaba consumada desde la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, en septiembre de 2014, cuando todavía no se cumplían los primeros dos años de Enrique Peña Nieto, con más mentiras que verdades en la versión oficial.
Ese mismo año, a escasos días de que el presidente rindiera su segundo informe, otro escándalo puso en duda la incorruptibilidad que tanto pregonó Peña Nieto en su campaña de 2012.
Un reportaje del equipo de reporteros de Carmen Aristegui comprobó la compra de una mansión de 7 millones de dólares por parte de la familia presidencial, y propiedad del dueño del Grupo Higa, constructora favorita de Peña Nieto cuando fue gobernador del Estado de México y ganadora de licitaciones en su sexenio.
Y mientras eso retumbaba en la opinión pública, la violencia producto de la guerra contra el crimen organizado -heredada por Felipe Calderón Hinojosa-, se agravaba hasta alcanzar cifras récord de secuestros, extorsiones, muertos y, peor todavía: heridos y bajas de civiles inocentes.
También la rabia de los mexicanos se desató cuando se implementó el llamado “gasolinazo”, que elevó el litro de la magna de 13.98 a 15.99 pesos de diciembre de 2016 a enero de 2017, y de la premium de 14.81 a 17.19 pesos, impactando en los precios de los productos de la canasta básica.
En ciudades como Monterrey hubo concentraciones para protestar por esa decisión cuando, en plena luna de miel del sexenio de Peña Nieto, se había firmado el Pacto por México de la reforma energética que, supuestamente, frenaría el aumento de los precios de los combustibles, siendo una gran mentira.
Tan es así, que a dos semanas de las elecciones el litro de la magna está en 18.64 pesos y la premium en 20.22 pesos. Casi tres pesos más en ambas actualmente, comparados con los precios de enero de 2017.
La elección presidencial estaba consumada desde que el Partido Acción Nacional sufrió una irreparable fractura, cuando Ricardo Anaya se aferró y se impuso como candidato presidencial, desplazando y humillando a Margarita Zavala de Calderón, quien se lanzó, efímeramente, como independiente.
Anaya no solamente no convenció al electorado, sino que se envalentonó y quiso ponerle el cascabel al gato: al huésped de Los Pinos. Error, porque si bien en la campaña ha tenido la lengua larga para decir que metería a Peña Nieto a la cárcel si llegara a ganar… también tiene la cola larga.
En el último mes de la campaña se filtró un video de Juan Carlos Barreiro, hermano de su socio queretano, y su principal lavador de dinero Manuel Barreiro, haciendo pedazos su imagen y desplomando sus aspiraciones el 1 de julio próximo.
Entre otros temas de la conversación con un par de supuestos empresarios argentinos, Juan Carlos dice, palabras más, palabras menos, que de ganar Anaya la presidencia “se irían al cielo” con todos los contratos que recibirían durante el sexenio.
La cuestionada honorabilidad de Anaya no solamente mermó sus aspiraciones, sino también en otras contiendas para gobernador, senadores, alcaldes, diputados locales y federales donde el PAN será castigado por su culpa: por ambicionar el poder a toda costa.
Y sobre ese punto, la alianza que tuvo con el Partido de la Revolución Mexicana y Movimiento Ciudadano tampoco redituó lo planeado. Los verdaderos panistas nunca digirieron que Anaya luciera, sobre todo, chalecos, camisas y corbatas amarillas del izquierdista PRD.
Sobre José Antonio Meade, candidato del PRI, iba en caída libre y con el riesgo de que Jaime Rodríguez Calderón lo pudiera mandar al último lugar. Una impensable posición de “El Bronco” a la cual mucho ayudó la declinación de Zavala a la candidatura.
Y mientras primero cuatro y después tres se disputaron del segundo al último lugar, Andrés Manuel López Obrador sumó las simpatías de los millones de mexicanos que repudian al PRIAN por una larga lista de impunidad y corrupción.
Mexicanos que solo al ver la foto de Peña Nieto con la banda presidencial junto a los gobernadores del PRI y PAN en la cárcel, absueltos o prófugos de la justicia acusados de corrupción, nunca han dudado por quién van a votar… y por quiénes no lo harían esta vez.
El árbol México será sacudido fuertemente el 1 de julio. Y Dios dirá.
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