Los directivos del futbol soccer en México, los futbolistas, los periodistas y los buenos aficionados (que no fanáticos) están preocupados por la violencia en los estadios y sus alrededores. Y en la fase final por el campeonato, la tensión aumenta, teniendo a la vista la pasión con que los protagonistas en la cancha buscan llevarse los honores en cada partido. La razón estriba en que las malas experiencias no dejan un sano aprendizaje para no repetir los actos vandálicos que han tenido lugar últimamente en las gradas del estadio de los Rayados, así como en Mazatlán y, peor, en el acceso al inmueble de los Xolos en Tijuana.
Este último suceso fue objeto de severas críticas a nivel nacional y la transmisión de escenas de trogloditas pateando a un hombre nos puso los pelos de punta. Sin embargo, el martes pasado aquí en la entrada 9 del estadio Universitario estuvo a punto de repetirse una pelea entre gente vestida con uniforme del Club Tigres y un grupo de porritas con el uniforme verde de León. Sólo se pudo evitar por la presencia de los policías a caballo que el municipio de San Nicolás envió con mucho tiempo de anticipación, si no, aquello podría haber terminado en zafarrancho.
Pero hoy vale la pena también hablar de otro tipo de violencia en la máxima categoría de este deporte de masas. Y es el de los dirigentes que atropellaron feamente al Club Querétaro, basados en el artículo 23 del reglamento de competencia de la liga, pues le impusieron un castigo que tiene mucho qué ver con el dinero, lo cual ya era suficiente, pero se fueron más allá de su irracionalidad y lo sancionaron en lo deportivo, dejándolo fuera del llamado repechaje debido a su pobre desempeño en el torneo Apertura 2022 que lo sumió en el fondo de la tabla de cocientes.
No tiene sentido frustrar a los futbolistas que se ganaron el lugar diez en la tabla de posiciones, reponiéndose de un mal inicio en el actual torneo, y a base de lo que hicieron en las últimas jornadas, sus seguidores los deseaban seguir impulsando en su empeño por continuar adelante en sus aspiraciones profesionales. No tiene que ver nada lo que diga el mal manejo del que hacen gala los que mangonean la liga y lo que los deportistas se ganaron con el sudor de su frente y su conexión entre el cerebro y su físico. Lo hicieron tan bien, que han hecho quedar en ridículo el artículo 23 del reglamento de competencia, ya que entró a ocupar el lugar de Querétaro un mediocre equipo representativo de la zona de la Laguna que apenas consiguió 19 puntos y, con su nuevo técnico uruguayo Pablo Repetto, eliminó al Pachuca.
El dueño de los alicaídos Santos, uno de los que manda en nuestro futbol, debe estar feliz porque le benefició el artículo 23 del reglamento de competencia y dejó fuera a los Tuzos, por más difícil se vea tal sueño lagunero. Y, sin embargo, tal desfachatez entraña cierto grado de violencia institucional. Eso significa dejar fuera al que por méritos propios consiguió sumar los puntos necesarios y quedar bien colocado en la tabla de posiciones, con la esperanza de medirse a los Tigres de la UANL (como debió haber ocurrido) y darle pelea en el repechaje, con miras a coronar su esfuerzo que le venía dando buenos resultados. Eso no pudo ser y ahora los felinos recibirán al Puebla y los de Querétaro verán en sus dispositivos móviles o en la pantalla de la TV los partidos de esta última fase del torneo.
Dígase lo que se diga, los magnates violentaron los derechos de unos futbolistas por no reflexionar bien a bien la firma de un artículo 23 del reglamento de competencia que ha traído consecuencias a unos jugadores, víctimas también de unos directivos del Querétaro que no venían haciendo bien las cosas y que cargan con la imagen del escándalo suscitado hace un año por seudoaficionados del mismo club que se enfrentaron contra otros salvajes cavernícolas del Club Atlas de Guadalajara.