En la oscuridad de las seis y media de la mañana, el sábado 8 de enero tomé carretera de Monterrey rumbo a Reynosa. Mi plan tempranero era evitar el congestionamiento provocado por el inútil retén militar que está unos kilómetros adelante al salir de la autopista.
Quienes me leerán y viajan a la fronteriza ciudad tamaulipeca, me darán la razón sobre ese punto de revisión castrense. Los vehículos particulares, autobuses de pasajeros y unidades de carga van a vuelta de rueda y, en el peor de los casos, puedes tardarte hasta ¡tres horas!, para pasarlo.
¿Y por qué inútil? Porque cuando llegas el elemento de la Secretaría de la Defensa o la Guardia Nacional que está cubriendo el turno ¡no te pregunta ni a dónde vas!, ¡ni qué llevas!, ¡ni de dónde vienes!, ¡mucho menos cuál es tu destino! Si bien te va a agitar su mano en señal de “¡avance!”.
En más de diez años de instalado ese check-point, en serio, ha sido noticia más por las tragedias ocasionadas como la vez cuando un tráiler se impactó contra una camioneta que hacía fila y donde cinco trabajadores murieron, que por decomisos de droga.
¿Está de adorno? No tengo duda. Ha sido la pesadilla de miles de conductores que pierden horas-trabajo avanzando a paso de tortuga. O de turistas que en la pasada época navideña aprovecharon para ir de compras al reabrirse los cruces internacionales después de estar cerrados más de año y medio por el Covid.
Esa mañana en mis redes sociales escribí: “A LOS REGIOS LES ASUSTA MÁS EL CIERRE DE LA FRONTERA QUE EL COVID-19”. El fuerte rumor del nuevo cierre de la frontera con Estados Unidos fue la excusa perfecta para que residentes de Nuevo León, con visa y dólares, desafiaran a la hipercontagiosa cepa del Covid-19 Ómicron, y desde ayer y hoy sábado -sin todavía amanecer-, saturan las casetas de cobro de la autopista a Reynosa rumbo a McAllen que registra un mayor tráfico que un fin de semana normal.
Estaba seguro casi al cien por ciento que ante la posibilidad de volver a sellar los cruces, decisión unilateral del gobierno de Estados Unidos, la marea regia había saturado las casetas de cobro de Guadalupe, Cadereyta y China.
Y es que semanas atrás había manejado a Reynosa en diferentes horas de mediodía y tarde, menos en la oscuridad de la mañana, y la autopista siempre registró un tráfico menor al del sábado 8.
Y en esa pesadilla del retén militar, a lo más, nos detuvimos en familia 55 minutos. Pero un compañero de Hora Cero estuvo a vuelta de rueda ¡dos horas!, el 29 de diciembre.
Mi primera sospecha de la invasión regia a McAllen por el shopping de pánico, cuando vi en las tiendas a padres con sus hijos mayores de cinco años que aprovecharon el fin de semana para irlos a vacunar.
Porque mientras en México las vacunas contra el Covid ya no son tan abundantes como antes de junio de 2021, – ¡ohhh casualidad por las elecciones! -, en El Valle de Texas sobran la Pfizer, la Modera y la Johnson and Johnson, y las autoridades pagan a los ciudadanos americanos hasta 100 dólares para vacunarse.
La inoculación, para los mexicanos y de otras nacionalidades, sigue siendo gratuita y hay farmacias o centros comerciales que las aplican sin previa cita.
Estaba en el Target de Las Tiendas, conocido de esa manera, cuando un compatriota llegó a la farmacia queriéndose vacunar sin haber separado día, hora y lugar por Internet, y la encargada le respondió: “Claro, véngase a las cuatro y media, ¿pero es la Moderna, está bien?”.
La vacuna para los niños desde los cinco años, si se le hace muy cansado viajar en autobuses del programa de vacunación transfronterizo implementado por el gobernador de Nuevo León, Samuel García, está al alcance.
Basta tener un carro en buen estado, echarle unos mil pesos (de gasolina) a un auto cuatro cilindros; 800 pesos de casetas ida y vuelta si el viaje es por la autopista, y 100 pesos de cruces internacionales.
¿Y las Whataburgers doble carne con queso, refresco y papas fritas? Estas no están incluidas en el presupuesto. Tampoco el shopping si la esposa o los hijos no estuvieron muy contentos con los regalos de Santa Clos.
Ya en serio, vale la pena hacer ese esfuerzo por la salud de los niños cuando la Ómicron está imparable en contagios en Nuevo León. Y aquí se aplica: “A veces gastamos en otras tonterías”.