
México tiene hoy las reservas internacionales en dólares más grandes en toda su historia a dos meses de haber asumido el poder el priista, Enrique Peña Nieto.
De acuerdo con el Banco de México, las reservas internacionales se ubicaron en los 163 mil millones de dólares, luego de asegurar un incremento semanal de 607 millones de dólares.
Esta tendencia alcista se ha mantenido desde que el Banco de México obtuvo su autonomía en tiempos del también priista, Ernesto Zedillo.
La pregunta que muchos analistas se han hecho desde entonces es ¿cuándo se hará uso de las reservas para impulsar el crecimiento económico del país?
Urge el crecimiento económico y su impulso por regiones densamente pobladas, como ocurre en el área metropolitana de Monterrey donde municipios como Juárez, Escobedo o García, por dar un ejemplo, no pueden responder a las demandas de su explosivo desarrollo urbano.
El nuevo Gobierno Federal y los diputados federales y senadores deberían analizar y proponer cambios en la ley de coordinación fiscal.
Estados y municipios de todo el país cada día se endeudan más presionados por la falta de recursos y otros fenómenos sociales y urbanos a los que no se les puede dar respuesta.
Son tiempos de cambios, ojalá que esto lo perciban los miembros del Congreso de la Unión y los ministros del gabinete del Presidente, Enrique Peña Nieto.
A los estados y municipios les urgen recursos para la realización de obras públicas y sociales, lo que anualmente les ofrece la federación no alcanza ni para los chicles.
El panismo en el gobierno fue incapaz de realizar los cambios necesarios en materia de federalismo fiscal para fortalecer la autonomía de los estados y municipios y continuaron gobernando sin modificaciones al actual sistema.
Hoy que los gobiernos son incapaces de gobernar por sí mismos y sabiendo que se necesita del consenso de todas las fuerzas, es momento retomar viejas propuestas para modificar la ley de Coordinación Fiscal.
La mejor fórmula de repartición fiscal es la que permita tener estados fuertes y municipios fortalecidos financieramente.
Sería un sueño pensar que de ahora en adelante la federación se quede con el 50 por ciento del total de los ingresos fiscales y distribuya un 30 por ciento a los estados y un 20 por ciento a los municipios.
Soñar no cuesta, pero podría ser el primer paso para permitir que los alcaldes se dediquen a gobernar sus municipios, ahorrándoles el gorroso trámite de la gestión ante diputados y funcionarios federales.
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