¿Con qué me quedo de la marcha del 8 de marzo? Me quedo con más confusión y más inquietud que antes. Como mujer, apoyé esta marcha en contra del feminicidio y de la violencia contra las mujeres y siempre seguiré apoyando esa causa. Pero como en todo, hay fondo y forma. Y sin embargo, luego vi violencia y furia mal encausada. Pintas, vandalismo, insultos cantados en consignas, bombas molotov, afrentas y desafíos mismos que, sencillamente no he podido entender de qué forma cumplen con el objetivo original de la marcha. Aquí en la ciudad, el vandalismo fue mínimo y hay que reconocer a las nuevoleonesas por eso, pero gran revuelo causaron las mujeres que con la cara cubierta se pararon “topless” frente a la Catedral de Monterrey. El debate en las redes sociales se puso color de hormiga…
Muchas feministas aseguran que el evento fue infiltrado por mujeres mercenarias que llevaban la orden de reventar la marcha. Otras simplemente justificaban los hechos y decían que hacer esos desplantes, es la “única manera de obtener la atención e la autoridad en el tema del feminicidio”.
Entonces había varios frentes. Por un lado los hombres, luego las autoridades, y ahora también la iglesia…todos misóginos, todos culpables ya sea de pensamiento, palabra, obra u omisión.
Pero hay que recordar que en el contingente había de todo, y que el único común denominador entre las participantes es el hecho de ser mujeres. Pero en materia de criterios, convicciones, valores, educación, inteligencia, sensibilidad, civilidad y sentido común…todas, somos distintas; como distintas pueden ser las historias desde las cuales se desprenden los motivos de esta lucha para cada una de nosotras. Cada mujer es única, como todas las demás.
La rabia, la impotencia, la frustración y la necesidad de justicia convertida en deseo de revancha de todas aquellas madres cuyas hijas fueron vejadas, violadas o asesinadas, no es por mucho comparable con quienes se mueven o no se mueven por motivos meramente ideológicos y convicciones morales. Hay niveles. La condolencia nunca será lo mismo que la dolencia y no existe tragedia más grande que la propia.
¿Con qué me quedo? Me quedo con una idea de la enorme heterogeneidad y con un poco más de conocimiento de mi propio género femenino con todos sus conflictos internos y externos. Me quedo con la imagen de un país que a través de sus mujeres muestra una herida profunda, abierta y supurante que urge sanar antes de que nos desangre como país. Me quedo con una experiencia más histórica que histérica, de la que nadie está exento. Me quedo con el dolor mal desahogado, con el llamado a la hermandad entre mujeres, con el sueño de un México más justo, más equitativo, menos impune…Y me quedo en mi casa, a brillar por mi ausencia porque el nueve, ninguna se mueve.
Por último, me quedo también con la triste idea de que fue el presidente quien se distrajo del serio problema de los feminicidios con la rifa del avión y no al revés como el lo dijo. Así fue que al presidente “se le fue el avión” en un tema crucial; perdiendo la oportunidad de mostrar sensibilidad, empatía, carácter y sentido común en el orden de las prioridades. De haberle prestado la debida atención a este asunto en su momento, probablemente estaríamos hoy frente a un escenario distinto.