
Después de que el presidente Peña Nieto cumpliera un año en el poder, resulta lógico cuestionar sus logros en todos los ámbitos de gobierno. En el tema de la política exterior, la escasa experiencia del mandatario no le ha impedido llevar a cabo un programa muy protagónico, pues incluyó no menos de dieciséis viajes en América, Asia y Europa. Conforme al propósito de esta columna, me interesa especialmente sacar las primeras enseñanzas de la relación entre México y Europa, pues cuando Peña Nieto era solamente “presidente electo”, emprendió en 2012 una gira muy prometedora por el Viejo Continente durante la cual se hizo el promotor de una reactivación de las relaciones trasatlánticas.
Y es que renovar la diplomacia mexicana parecía muy necesario después de doce años de panismo, que sin desmeritar algunos de sus logros, también quitaron a México parte de su tradicional reconocimiento diplomático. Por ello considero entendible el “activismo diplomático” de Peña Nieto, tomando en cuenta la necesidad de entablar relaciones internacionales conformes a las exigencias de la agenda del siglo XXI del país.
Desde luego que se entiende que la región Asia Pacífico tenga la prioridad, pues Estados Unidos y China son los primeros dos socios comerciales de nuestro país. Todos recordamos el fasto con el que se recibió al nuevo presidente chino Xi Jinping en abril, que se justifica por la necesidad de penetrar mayormente el mercado interno chino para reequilibrar la balanza comercial entre ambos países.
¿Y Europa en todo esto? Después de la fortísima polémica por la liberación de la supuesta secuestradora Cassez por la Suprema Corte, el presidente fue invitado del G8 (grupo de los ocho países más importantes en las relaciones internacionales) en Irlanda del Norte donde abogó a favor de una renegociación de las relaciones institucionales para profundizar los vínculos – comerciales esencialmente – con la Unión Europea. Intercambió sus ideas y planes con el Viceprimer ministro británico Nick Clegg sobre el porvenir de la relación bilateral, y aprovechó para reafirmar la colaboración estratégica que mantienen España y México, especialmente en el sector energético. El problema es que a pesar de los esfuerzos, todavía no se logra detonar el fuerte potencial que existe entre las dos partes, a pesar de contar con todo lo necesario; “Acuerdo Global” de cooperación y comercio, y estatus de “Socio Estratégico” que permite grandes inversiones, entre otras cosas.
Espero y deseo una mayor relación bilateral con la Unión Europea – que es ni más ni menos que el primer bloque comercial del mundo – y con los principales países europeos socios de México, pues el potencial de acercamiento comercial, económico, cultural y político es enorme. Más allá de nuevas oportunidades de mercado, Europa podría contraponerse a la influencia omnipresente de los Estados Unidos en las decisiones mexicanas. Recordemos por ejemplo la timidez de la protesta oficial de Peña Nieto en los asuntos de espionaje por parte del vecino del norte, comparándolos con los vigorosos reclamos de la presidenta Rousseff de Brasil.
En fin, vemos que México poco a poco trata de romper con la relativa apatía internacional en la que en mi opinión había caído paulatinamente en los últimos años, lo cual pienso igual de útil que necesario, pues más allá del “turismo diplomático” que la oposición política llegó a denunciar, me parece fundamental no dejar que otros países emergentes nos “roben” las oportunidades de desarrollo que marcan el siglo XXI (entiéndase por ejemplo la captación de las inversiones extranjeras positivas para un desarrollo incluyente del país y el acceso a nuevos mercados emergentes).
Este primer año de política exterior me parece haber puesto las bases para lograr acrecentar y consolidar el papel geoestratégico de México en el mundo, respondiendo adecuadamente a los intereses nacionales. Es correcto subrayar las deficiencias de las medidas de política interna y de las supuestas “reformas” del ejecutivo, pero creo también justo aclarar sus logros parciales pero reales en materia diplomática, más allá de cualquier consideración partidista. Asimismo, se está entablando un diálogo político con nuevos socios y se promociona a México para contrarrestar un poco su pésima imagen internacional de “narcoestado”.
Sin embargo queda mucho por hacer, especialmente concretizar los discursos en hechos tangibles en todos los campos relevantes como lo son la ciencia y la tecnología para fomentar la innovación, y las sinergias empresariales para generar empleos. El reto es delicado y las perspectivas reservadas, pero hace falta constatar que el inicio es prometedor.
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