Para el presidente, una de las causas fundamentales de todos nuestros problemas es el Neoliberalismo, que trae como consecuencia -en su muy particular visión- el ansia de enriquecimiento material. No es claro si se refiere al modelo económico o al período histórico que arrancó con la caída del muro de Berlín, pero lo señala constantemente.
En el discurso presidencial, todo se fue al carajo el día que Miguel de la Madrid se decidió por el innombrable, así se refiere a Carlos Salinas de Gortari. Olímpicamente corre un velo sobre la Docena Trágica y la enorme crisis económica que desembocó en el fin del priismo tradicional. Ésta, y no las ideas neoliberales, fue la llave que abrió la puerta del poder a los gobiernos tecnócratas del PRI. Recordemos que CSG buscaba la Perestroika para salir de la crisis económica, dejando de lado a la Glásnot. Al final quedó claro que no puede haber apertura comercial sin libertad política y en México nos llevó a la Transición Democrática.
En esta tercera entrega continuamos analizando la ocurrencia de los abrazos como estrategia de combate al crimen organizado que, de acuerdo con el dicho del presidente, parece estar fundamentada en 4 ideas: La pobreza alimenta de sicarios y delincuentes violentos al país; la violencia extrema es causada por la lucha entre los carteles, en las zonas en que domina un grupo no hay asesinatos; el Neoliberalismo, con su afán individualista y progresista, estimula la sed de riqueza por cualquier medio; Calderón desató el baño de sangre al darle un garrotazo al avispero.
Según Yuval Noah Harari, tres conceptos filosóficos centrados en el Humanismo entraron en conflicto el siglo pasado: Nazismo/Fascismo, Comunismo/Socialismo y Liberalismo/Capitalismo. La Segunda Guerra Mundial significó la derrota del primero, centrado en la idea de que hay una raza superior que debe prevalecer. El Comunismo implotó con la caída del Muro de Berlín, haciendo evidente el fracaso económico de la URSS y su posterior desmembramiento. China mantuvo el membrete comunista, pero ajustó sus modelos económicos a un capitalismo de estado, manteniendo un control rígido de su población y adoptando lo mejor del liberalismo económico (“No importa el color del gato, con tal de que cace ratones”). Europa y los EEUU regresaron al liberalismo en su nueva versión económica, el Neoliberalismo y la Globalización. Algunas versiones descafeinadas del Comunismo lograron sobrevivir como Socialdemocracias que incorporan las ideas de libertad política.
Es intrigante que el presidente admire tanto a Juárez, impulsor del Liberalismo en México contra las ideas monárquicas y centralistas de los Conservadores y que salió triunfante tras la derrota de Maximiliano; y al mismo tiempo se declare enemigo jurado de la versión moderna, el Neoliberalismo. Conceptualmente es el mundo al revés: a los liberales de hoy (neoliberales) les llama conservadores; y todo su concepto de gobierno apunta a la concentración del poder en la presidencia, el rasgo distintivo de los Conservadores derrotados por Juárez. Así ha ido destruyendo o colonizando todas las instituciones que la Transición Democrática había construido. Se han salvado el Tratado de Libre Comercio y el Banco de México porque no hay borracho que coma lumbre.
Tal vez habría que buscar la animadversión presidencial contra el Neoliberalismo en el tema de la libertad política. Hay una pulsión autoritaria que lo llama a concentrar el poder. Eso explica el costosísimo esfuerzo económico por regresar los monopolios energéticos a PEMEX y CFE; también el error estratégico de poner en riesgo el TMEC por la misma razón. En esa línea podemos colocar, de igual forma, los intentos por destruir al INE, la colonización de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la CNDH, así como todos los ataques a las organizaciones de la sociedad civil u ONGs, las expresiones más refinadas de la libertad política en contraposición con el sistema cupular anterior.
Regresando a la idea de que el Neoliberalismo impulsa la violencia -según el discurso presidencial- habría que recordar, por poner un ejemplo, que Caro Quintero, Felix Gallardo y Fonseca iniciaron sus organizaciones en los 70’s -en plena Guerra Fría, cuando el Neoliberalismo aún no nacía- y lograron dominar a todos sus competidores convirtiéndose de facto en un miembro más del sistema cupular que permitió al PRI tradicional gobernar el país tantos años. El arreglo empezó a desmoronarse con el asesinato de Enrique Camarena en 1985, agente de la DEA en México, y el descabezamiento del cartel en 1989.
La idea no tiene mucho sustento más allá de la coincidencia temporal. Y, en todo caso, si hubiera una conexión causa-efecto entre el Neoliberalismo y el problema de la violencia y la inseguridad, habría que esperar al fin del primero para acabar con el segundo. No se ve que eso vaya a ocurrir en el futuro cercano, así que mientras eso pasa, habría que buscar otras soluciones más rápidas que los abrazos presidenciales.