
“Aprovecho para felicitar a los seguidores de Tigres que traen un gran alboroto por su octavo campeonato de liga. Estoy aquí muy dolido porque soy ‘Chiva’ de corazón, y ya mero cancelaba mi visita a la UANL. Ni modo, fue un campeonato muy bien ganado para gozo de la gente de aquí. Nada más les hago saber que Guadalajara alineó a cinco canteranos y eso ya nos deja una muy buena satisfacción, aunque no se haya coronado el torneo como esperábamos los que le vamos a este equipo de puros mexicanos”.
No. No estábamos en la introducción de una clase de periodismo deportivo. Ni en un acto de celebración por la hazaña del Club Tigres, aunque el lunes 29, a las 5 de la tarde, estaba colapsada toda el área circundante del campus, pero era por el juego de Tigres Femenil contra el América en el Estadio Universitario.
Los desvelados que festejaron a sus ídolos a la llegada a esa sede a las 4 de la mañana, ya estaban descansando en su casa. Pero el invitado a la Capilla Alfonsina era el eminente historiador, investigador y académico Javier Garciadiego, quien se mostró sorprendido por el colapso vial que estuvo a punto de hacerlo llegar tarde a su conferencia sobre el 110 aniversario del trágico 9 de febrero, en que el exgobernador de Nuevo León, Bernardo Reyes, es asesinado, al tratar de tomar el Palacio Nacional donde despachaba el presidente Francisco I. Madero, lo que dio lugar a la llamada “Decena Trágica”.
El ilustre y multipremiado director de la Capilla Alfonsina de la ciudad de México supuso que aún había ruido en las calles por lo que vio en la televisión al mediodía, con una conductora como María Julia la Fuente que hizo de todo, a grito abierto, para que se grabara bien en su programa de “noticias” su alegría contagiosa y sus vítores a los nuevos monarcas del futbol mexicano.
Por eso Javier Garciadiego se apantalló y le dedicó también unos minutos a su charla, con motivo del Festival Alfonsino que la UANL organiza cada año en honor de nuestro Regiomontano Universal. Ah, y habló de este deporte de masas y lo hizo muy bien, como introducción de su brillante exposición.
O sea que el leit motiv lo aderezó con un campanazo refiriéndose a lo más popular del momento, y Alfonso Reyes lo inspiró para subrayar el inmenso dolor que le dejó la clase de muerte de su padre, de quien el historiador trazó un apunte biográfico muy puntilloso y concluyó cómo este hecho fue el punto de partida del más grande escritor que ha dado este tierra norestense, “tan feliz hoy por el futbol y sus logros”.
Y sí, en efecto, la felicidad por algo tan efímero pero envolvente, trascendió a las aulas y a las mesas de café desde el amanecer del lunes, con miras a hacer diversos estudios sociológicos, por el festejo multitudinario que no apagó ni la intensa lluvia de la noche del domingo, en pleno juego en Guadalajara, transmitido en las pantallas instaladas en la Macroplaza, y no se diga la empapada fresca durante la madrugada del lunes, hasta que se apareció el equipo campeón en un escenario propicio montado en el Estadio Universitario.
Y una de las aristas de los analistas fue el comportamiento de algunos jugadores de los Tigres, cuya euforia se desbordó y opacó la plenitud de la celebración, pues en plena proyección de imágenes en vivo, su conducta descontrolada dejó mucho que desear al expresar burlas e inclusive majaderías contra los Rayados de Monterrey.
Faltó prudencia. Faltó recato y faltó respeto a un rival que no tenía por qué venir a colación en algo tan propio del Club Tigres como es su octava estrella. Por esperamos que, además de una llamada de atención a Raymundo Fulgencio y a Javier Aquino, los directivos anuncien una sanción mayor, por indisciplina tan aberrante.
Porque ya nos imaginamos que si el invitado Javier Garciadiego se entera de hecho tan bochornoso, nos pone como, contraste no solo el ejemplo de los cinco canteranos de “Chivas” en la cancha del estadio jalisciense, sino el comportamiento de los integrantes de todo el Club y de sus directivos para que Tigres hiciera suyo el templete y vieran los cohetones surcar el cielo, como si hubieran sido campeones los tapatíos.
Muy a pesar, también, del balonazo lanzado a lo loco, contra los hombres rojiblancos de la banca, por un desesperado Quiñones, quien actuó inesperadamente a lo fiera, sin que hubiera necesidad alguna.
Todo lo que está mal deberá corregirse, para no andar pegando de gritos que por qué el futbol es terreno fértil para la violencia grupal y el fanatismo, tan dado a ser condenado por la xenofobia y discriminación, como ha ocurrido en Europa. Y el que la hace la paga.