Sentado frente a mi teclado me enfrento con el dilema quincenal de decidir sobre qué voy a escribir.
La verdad estoy harto del Covid-19, el tema de las vacunas y la irresponsabilidad de la gente. A estas alturas del partido mi posición es que cada quien haga de su vida un cucurucho y si se quiere cuidar adelante, si no se quiere vacunar ¡mejor!, más para el resto y si rechazan el cubrebocas porque “los ahoga”, pues muy su bronca.
Pensé en escribir de política, pero apenas empiezo a pensar en el tema me dan unas horribles arcadas y siento ganas de devolver el café y los tacos de chicharrón verde que me empaqué en la mañana, así que paso.
Es por eso que he decidido escribir sobre dos series que han acaparado mis tiempos libres (y algo de los laborales), llamadas The Mandalorian y WandaVisión.
Y va la advertencia de inicio: si me van a salir con la preguntita de “¿qué es eso?”… ¡ahórrensela!, pues el no saber de qué estoy hablando no los vuelve interesantes, lo convierte viejitos aburridos y desinformados… así que evitémonos la pena.
Siempre he sido un fanático del cine y, ahora que la pandemia nos ha obligado a cambiar nuestros hábitos de consumo; me he metido mucho en este rollo de las series como una nueva forma de contar historias.
Es por ello que The Mandalorian y WandaVisión me han llamado mucho la atención por encima de otras opciones que andan allá afuera, pues me parecen propuestas interesantes, innovadoras y valientes.
Me explicó: The Mandalorian está basado en el universo de Star Wars y WandaVisión en el de Marvel. Hasta ahí todo bien.
Lo interesante de ambas historias, es que sus creadores decidieron tomar una mitología que todo mundo conocía (a menos que hayan vivido en una cueva en los últimos 40 años o, de plano, les encante pegarle a la mamada) y presentarlas de una manera distinta, sorprendiendo al espectador en el proceso.
Es cierto, el público inicial y primario de estas emisiones son los fanáticos de las aventuras de los Skywalker, Iron Man y compañía, quienes lloran de felicidad cada vez que las series les avientan pequeñas croquetas en forma de apariciones o referencias a sus personajes favoritos.
Sin embargo, creer que estas series son buenas porque conectan muy bien el mundo del cine con la televisión es analizar el tema por encimita, porque estos programas son muchísimo más que eso.
Aquí tenemos dos historias contadas desde una perspectiva diferente, con elementos de universos perfectamente conocidos pero presentados desde una óptica que jamás hubiéramos esperado.
The Mandalorian es, básicamente, un espagueti western e historias de samuráis, pero en el espacio. Sus creadores tomaron El Bueno, El Malo y El Feo, Los Siete Magníficos, High Noon, Jojimbo el Mercenario y muchas otras cintas de este género y les dieron nueva vida con alienígenas, pistolas láser y naves interplanetarias.
Pero eso sí, al hacerlo respetaron la narrativa y visuales que hace 60 años utilizó un grande del cine como Akira Kurosawa.
Por el otro lado WandaVisión dejó con el ojo cuadrado a los fanáticos de Marvel, quienes en los primeros dos capítulos no podían entender por qué estaban viendo un programa de comedia estilo I Love Lucy en lugar de las peleas entre Los Vengadores y cualquiera que sea la amenaza que viene el espacio.
Este formato, perfectamente justificado conforme avanza la serie, asombra y reta al espectador, que tiene ante sí una nueva manera de contar historias de súper héroes, un formato que después de Los Vengadores parecía trillado y repetitivo.
Me da mucho gusto que allá afuera haya estas dos historias, pues confirmó que hay creadores con las suficientes pelotas para desafiar lo establecido, jugársela y presentan nuevas formas de contar las aventuras de mitológicos personajes que nos siguen fascinando.
Para eso existe el cine, la televisión y las series, para envolvernos, para hacernos felices un rato y olvidar que allá afuera hay un bicho que ha matado a millones de personas.
Gracias a The Mandalorian y WandaVisión, el quédate en casa se ha vuelto un poquitín más fácil.
Si no las ha visto deje de pegarle al interesante y hágalo, no se va a arrepentir.