
¿
Usted ha estado en la ciudad de México cuando tiembla?, ¿no? Permítame describirle cómo se siente.
Está usted parado, digamos en… un centro comercial, sí, como Gigante, Soriana o Chedraui. Está usted a punto de pagar toda la despensa que ya pasó por la caja, abre su bolsa, comienza a sacar algunos billetes y de pronto siente usted un mareo, ¡ah, jijos!, se dice usted, ¡pero si ya comí!, ¿por qué me mareé?, pero usted sigue medio mareado y de pronto siente que alguien lo empuja, así, del suelo hacia arriba y usted sin poder evitarlo, da unos pasos atrás tratando de no perder el equilibrio. Y se sujeta de donde puede.
Su instinto, su experiencia, sus muchos años de vivir en el Distrito Federal, le dicen una voz de alarma que usted ya traen en la cabeza “¡está temblando!”, y entonces, con esa experiencia que tiene usted de sobrevivir temblores, busca dónde confirmar su teoría y voltea hacia el techo de la tienda y comprueba que las lámparas están bailando un vals vertiginoso y macabro, así, todas al mismo tiempo y lo primero que le viene como instinto es “me va a caer todo esto encima”.
Usted voltea a ver a la cajera y le dice ¡Está temblando! Y ella lo mira como incrédula y dice “¿cómo?”, “¡que está temblando!”, en ese momento usted analiza rapidísimamente si se queda a salvar a la cajera que aún no se da cuenta del temblor o corre usted para salvar su vida.
Pero permítame, déjeme le explico el punto, ¿cuánto tiempo tardó usted en leer esto?, porque lo que yo le digo sucedió únicamente en 5 ó 6 segundos, en lo que usted se da cuenta que bajo sus pies todo se mueve, en lo que sabe que la tienda le va a caer encima y usted va a quedar ahí sepultado y en lo que sale, olvidando pagar, olvidando bolsa, olvidando los zapatos pues, corriendo hasta el estacionamiento donde otros, tan sensibles como usted, ya se encuentran ahí todos pálidos, asustados, les falta el aire y no falta quienes simplemente piensa en voz alta “no chin…”, “uta ma…, qué susto”, “no ma…”.
Y así se lo cuento, este fue tranqui, como de 4 ó 5 grados Richter…
¿El del 19 de septiembre de 1985? Fue, ese jueves, de 8.1 grados Richter, oscilatorio y trepidatorio, o sea, como bailarina de hawaiano y el otro como tumbos de pelota de basquetbol. Y así, juntos los movimientos, casi hicieron desaparecer la zona centro del Distrito Federal.
Se estima que la cifra de muertos pudo llegar a los 60 mil. El gobierno estimaba 5 mil, pero solamente en el Edificio Nuevo León en Tlatelolco murieron 3 mil familias. Porque como a muchos, a las 7.19 horas de la mañana en que ocurrió aquella tragedia, no les dio tiempo de nada. De nada.
Imagínese usted durmiendo, de pronto escucha ruidos, gritos y las paredes y el techo de su cuarto se le vienen encima, posiblemente será lo último que escuche y vea. O como aquel señor que salió a correr, pasó a la panadería a comprar pan y leche y cuando regresó su casa ya no estaba. Su familia tampoco. Porque ahí, en el edificio Nuevo León, con la leche y el pan en la mano, habían muerto sus hijos, su esposa, su madre y sus vecinos. Al pobre hombre alguien lo tuvo que haber socorrido en aquel, el más terrible momento de su existencia…
Aquí en Nuevo León el gobernador Rodrigo Medina de la Cruz dice que no pasa nada. Que debemos “acostumbrarnos” a los sismos que van en aumento, evidentemente provocados por las perforaciones que está haciendo Pemex en el estado para la extracción de gas y petróleo con el método fracking, prohibido en Europa por la peligrosidad de alterar la geología de la región. Aquí, en Nuevo León, eso les vale.
Le cuento que el coordinador Nacional de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, Carlos Miguel Valdés, vino a decir a Nuevo León, luego de los casi 80 sismos que se han sentido en 3 meses, que la amenaza de estos movimientos traerán beneficios para la economía de la región, principalmente en Montemorelos, pues “los árboles de naranja se moverán y así se caerán solas”.
Ah, y este “distinguido” funcionario gana como 200 mil pesos mensuales. Sí, la incompetencia y el cinismo son premiados por la federación.
Tanto el gobernador Medina como los especialista en la tierra de la UANL avecinan se intensifiquen los sismos en Nuevo León. Pero ante este panorama es urgente estudiar, analizar, con el apoyo de sus universidades y ciudades que han vivido esta experiencia, la prevención para evitar una catástrofe que está siendo provocada por la mano del hombre.
Yo le dejo el dato para advertirle qué se siente y qué sucede con sismos de mayor magnitud. ¿Estamos preparados para un terremoto? Créame, nadie lo está.
Y de veras, se lo juro por su madrecita santa, no lo va a querer vivir. Se lo dice alguien que puede contarle cómo nos fue en 1985.