En medio de las múltiples polémicas por las propuestas de reformas del gobierno mexicano que ocupan la mayor parte del espacio informativo en los medios masivos, empieza a cobrar más importancia y preocupación la situación en Siria. Y esto no es para menos. Sin embargo, bien perspicaz es quién podrá predecir lo que pasará en el Medio Oriente; tan enredada parece la situación que nadie se pone de acuerdo acerca de la oportunidad de atacar o no al régimen del dictador Bashar al-Assad.
La voluntad de Obama de atacar algunos blancos estratégicos sirios sólo encontró el apoyo del presidente francés Hollande. Curioso apoyo del país galo por cierto, que hace unos meses luchaba en Malí contra islamistas similares a los que hoy apoya frente a al-Assad. Otros de los aliados tradicionales de los Estados Unidos, como Alemania, se rehúsan a participar a una eventual operación, y – anomalía histórica que merece ser subrayada – el parlamento británico votó en contra de cualquier ataque a Siria. Al contrario, como era predecible, Rusia argumentó que esta situación debería resolverse exclusivamente por medio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta última opinión me parece totalmente justificada porque está apegada al derecho internacional; sin embargo el mundo contemporáneo sustituyó en gran medida el derecho por la moral y constatamos que ciertos muertos “pesan” más que otros (especialmente según el tratamiento mediático al que tienen derecho). Basta con prender los noticieros de las grandes televisoras mexicanas para ver que la emoción es la que manda en el espacio “informativo”. ¿Quién se preocupó de los más de mil muertos en la casi guerra civil egipcia? Ah, claro, no fueron asesinados con armas químicas, pero sí por el ejército. ¿Es esto mejor? Lejos de mí la idea de defender a un dictador sanguinario como al-Assad, pero me parece necesario restablecer la realidad de los hechos. Una coalición de países fuertemente armados no puede atacar a otros por emociones o con suposiciones; se debe contar con pruebas indudables. Incontestablemente Bashar al-Assad es un tirano, pero siendo realista políticamente hablando, también es un dirigente laico que les marcó el alto a los islamistas y mantuvo la unidad de su país. ¿Qué sucederá si un día los “rebeldes” islamistas llegan al poder y controlan el almacén de armas químicas? Hasta la fecha, subsisten fuertes dudas sobre la realidad de las acusaciones hacia al-Assad. Recordemos la situación grotesca de Colin Powell, jefe de la política exterior estadounidense, que declaraba “We´ve got the evidence” (“Tenemos la prueba”) en la ONU en 2003 para legitimar su invasión de Irak cuando en realidad no tenía absolutamente nada. Peor aún, los oponentes al presidente sirio fueron quienes usaron las armas químicas que hoy denuncian, y otro actor fundamental en la región – Israel – sí reconoció haber usado armas similares en Gaza en 2009, sin levantar más que “protestas oficiales” en su contra, dejando claro que no existe un mismo criterio para juzgar a los diferentes protagonistas de las tensiones en Oriente Medio. Parece que la historia tartamudea una vez más.
Ahora bien, ¿afectaría a México un conflicto internacional en Siria? Esta duda constituyó una de las más de 70 preguntas que formularon los participantes a la conferencia del economista mundialmente conocido Joseph Stiglitz la semana antepasada. Fuerte de sus asombrosos conocimientos y de su labia bien conocida, el también ganador del Nobel de su categoría en 2001 contestó en un tono bromista que le vendría bien a México, pues aumentaría muy probablemente la demanda – y por lo tanto el precio – del petróleo mexicano en los mercados mundiales. Sin negar la lógica de este juego de palabras, creo interesante aportar un complemento de reflexión a lo que me pareció ser una pregunta muy sensata. En efecto, las economías mundiales se contrajeron por la tensión en Medio Oriente. Indirectamente, un país muy globalizado como México se verá de alguna forma u otra afectado por las fuertes bajas de las bolsas mundiales. Cuidado con los famosos capitales volátiles, que buscan en los mercados emergentes la fuerte rentabilidad que no pueden encontrar en los países desarrollados que ofrecen menores oportunidades. En caso de inestabilidad confirmada de los mercados por la tensión en Siria, los banqueros que mueven estos capitales no dudarán en retirarlos repentinamente de los países emergentes como México, creando así desequilibrios que potencialmente nos afectarían a todos. Esperemos que en este rumbo no se repita la bien conocida historia de nuestro país.
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