El mexicano Javier Aguirre regresó a México a dirigir a Rayados, luego de más de dos décadas de peregrinar en clubes y selecciones del extranjero.
En diciembre del 2020 fue presentado para recuperar la mística ganadora del equipo y su vocación de ataque. En el 2021 ganó la Concachampions, para acceder al Mundial de Clubes de Qatar.
La experiencia fue amargosa. Ahí perdió por la mínima diferencia contra el Al Alhy, el 5 de febrero del 2022 y fue eliminado de la competencia en el primer juego.
“Tenemos el voto de confianza de la directiva y miramos para adelante”, dijo El Vasco, dos días después.
En ese mismo mes, tras una derrota en la Liga, esta vez contra San Luis, 2-0 en el BBVA, fue echado del equipo.
La debacle ocurrió después de que recibiera el público respaldo de la directiva, que afirmaba que se moría con su forma de juego y que creía que repuntaría el equipo.
¿Cuántas veces no se ha escuchado esa argumentación de defensa a un DT, para contener a la afición se le va encima?
En México, cuando el Club da su total apoyo al director técnico es como si lo estuviera sentenciando a muerte.
El presidente de la organización y demás oficinistas que administran los equipos saben perfectamente que un timonel no necesita recibir una muestra de solidaridad, si no se encuentra en un atolladero. Hay muchos entrenadores que han perdido partidos importantes en su estadio y han salido abucheados por el público, pero se sabe que esos percances, con todo y expresión de reproche, son como otro día más en la vida de un entrenador de futbol.
Es como si estuvieran permanentemente en la silla eléctrica recibiendo descargas de diversas intensidades, pero siempre manteniéndose vivo. Hasta que se baja en definitiva el interruptor para aniquilarlo, cuando llega el momento del cese.
Esto debe saberlo Antonio Sancho, director deportivo de Tigres, a quien le tocó esta semana salir a dar algunas declaraciones, como si fueran huesos arrojados a los periodistas de la fuente, para que estuvieran masticando en estos días de paro obligado.
Mencionó que el entrenador Marco Antonio Ruiz tiene asegurada la continuidad y que va a dar la sorpresa, porque tiene un gran plantel que lo respalda.
“El apoyo sigue para Chima y todo el plantel. Tenemos calidad y siguen los objetivos”, dijo el otrora mediocampista.
¡Zas! Parece que Antonio le ha dado a Marco en la mejilla el beso de la muerte. En esta semana de asueto por fecha FIFA, Tigres tendrá la oportunidad para trabajar entre sus líneas, ordenarse y encontrar una cuadratura que no ha obtenido el entrenador felino, que se estrena en primera división con un compromiso de enormes dimensiones.
Ya había dirigido Chima en categorías inferiores, incluso en la Selección Mexicana juvenil, pero ahora tiene qué arreglar el enorme tiradero que dejó el argentino Diego Cocca, que se fue luego de haber dirigido algunos cuantos partidos. Aceptó el che el timón de la Selección Mexicana y dejó al garete un equipo que había sido armado a su gusto y que ahora, bajo la férula de Ruiz, se debe reconstruir.
Por eso supongo que en nada abona ese pronunciamiento de la directiva del equipo de la UANL, hacia el líder del cuerpo técnico, pues hay una larga tradición de despidos luego de esas palabras que parecen el accionar de un botón de pánico, ante situaciones que se anticipan complicadas y que terminan en catástrofe.