Un supuesto acto de corrupción por 520 millones de pesos en el Isssteleón por parte de dos sobrinos del ex secretario general de Gobierno, Manuel González Flores, será la primera mecha de la bomba que encenderá Samuel García Sepúlveda al asumir el cargo.
El próximo ejecutivo estatal trae la espada desenvainada antes de jurar como próximo ejecutivo estatal, amenazando con meter a la cárcel a los familiares de quien fue gobernador interino cuando “El Bronco” se aventuró en la campaña por la presidencia de la República en 2018.
González Flores, desde antes de la campaña de 2015, siempre fue el hombre de todas las confianzas de Jaime Rodríguez Calderón. Y para no dejar dudas de su estrecha amistad negoció con el PAN que fuera candidato a diputado federal por el distrito 7 con cabecera en García, contienda que perdió.
Sin duda que el tío de los dos sobrinos traviesos del Isssteleón buscaba llegar al Congreso de la Unión con fuero, ante la posible lluvia de denuncias que habrá contra funcionarios del sexenio que agoniza y que terminará el 4 de octubre.
González Flores no goza de las querencias dentro del PRI, partido al que perteneció por décadas antes de apoyar en su proyecto a Rodríguez Calderón. Y con tal de verlo envuelto en denuncias penales, sin ningún problema los tricolores harían alianza con Samuel.
“Andamos nosotros como pordioseros en Texas pidiendo donaciones, insumos y vacunas, y aquí esos desgraciados robando eso. Ya no se vale y tiene qué haber sanción ejemplar. Doy mi palabra de frente a todo el gremio que no se van a salir con la suya. Es una vergüenza admitirlo”, advirtió el futuro gobernador.
Y remató: “En esta semana de transición salen a relucir contratos millonarios que unos desgraciados, porque no tienen otro adjetivo, sobrinos del ex secretario general, Manuel González, amañaron una licitación que me va a dejar un litigio de 520 millones de pesos”.
La duda de los neoloneses es que quede sólo en un enojo de Samuel, al recordar que “El Bronco” prometió llenar las celdas de funcionarios de Rodrigo Medina de la Cruz, y a 12 días de que termine su gestión toda su furia de la campaña se quedó en promesas, puras promesas.