La educación es la revolución social de toda actividad humana. Sin educación el pueblo está condenado a la oscuridad, a la ignorancia. Soy de los que creemos que gracias a la educación se facilita el ascenso social. El propio gobernador Jaime Rodríguez Calderón ha declarado en reiteradas ocasiones que fue gracias a la educación que superó dificultades desde que salió de su natal Galeana, Nuevo León.
La educación no es sólo ir a un aula y memorizar lo que un profesor instruye a sus alumnos. La educación va mucho más allá. Pueblos enteros han alcanzado estados de desarrollo y progreso gracias a la educación.
Lejos de entender este difícil proceso, muchos gobernantes hacen de la educación su plan sexenal, cuando deberían de entender que le educación es transexenal, va más allá de los sexenios y generaciones. Sus programas deben ser institucionales y libres de políticas partidistas.
En momentos aciagos, como los recientes desencuentros entre el magisterio y los gobiernos, las soluciones a las demandas del profesorado frente a las necesidades del gobierno, encontrar el punto de equilibrio demanda talento en la negociación. No es que no se pueda ceder por un lado y conceder por el otro, el problema está en mantenerse en el mismo punto de partida cuando de entrada se sabe que vas a un proceso de negociación.
La negociación no es “tú qué das” “porque yo no te doy nada”. No señor, la negociación es que pueden dar ambas partes hasta encontrar el punto de equilibrio que les lleve a alcanzar acuerdos.
En Nuevo León, a diferencia de otras entidades, hemos alcanzado el primer paso de la negociación: la voluntad, esa que nace de la intuición volitiva de pretender arreglar, como lo ha manifestado “El Bronco” y Manuel González, secretario General de Gobierno en diversas reuniones con líderes magisteriales. Hay la voluntad. ¿Qué tanto pueden solucionar? Aclarando que la solución del problema ni siquiera está en manos de Peña Nieto, la solución está en menos de los que aprueban o rechazan las leyes: los diputados.
Los profesores debieran estar enterados que una autoridad local o nacional, es ejecutora de los mandatos de la ley, pero los que hacen la ley son los diputados. Son los que tienen la facultad para cambiar, modificar o reformar la ley que ellos mismos aprobaron y que ahora está en discusión.
Muchos de los reclamos deberían estar encaminados a buscar la voluntad de los diputados federales actuales e incluso de los ex diputados federales anteriores, como Arturo Salinas, líder de la bancada panista en el Congreso del Estado y Marco González, pastor de los curulecos priistas en la entidad. A ellos les tocó votar esa ley ahora tan discutida.
Los gobernadores y el Presidente obedecen por mandato de ley y aplican la ley como la ley manda, pero el poder y facultad de reformar la actual ley la tienen los diputados: los 500 legisladores federales. Es falso que no se puede modificar, todo está en la voluntad que puedan expresar los representantes de los partidos políticos.
Si el interés es la educación y eliminar los vicios, el compromiso es menor, pero si detrás de la reforma educativa hay implícitos otros intereses, la voluntad también se frena. Los maestros deben ganarse el aprecio social. Hoy más que nunca está en juego la educación de nuestros niños y adolescentes, más de un millón de escolares que en agosto regresan a sus aulas.
Lo que nos espera es el triunfo o fracaso de los acuerdos, de la negociación. Los maestros por un lado seguirán manifestándose, el Gobierno por otro, seguirá en su postura mientras la ley ordene lo que rechazan los profes. ¿Entonces? Los diputados. Profes, la salida está por el Palacio de San Lázaro.
Es el mismo proceso de negociación, los diputados jamás han sido ajenos a la reforma. Son los principales actores, ellos con su mano al aire aprobaron las reformas. ¿Qué esperan? Los primeros acercamientos deben hacerse con los líderes parlamentarios. Sean del partido que sean, hay que dar ese paso cualitativo, buscar ser escuchados.
Mucho le ayudarían a la sociedad protestando en los congresos y dejando de lado los bloqueos de calles, carreteras y avenidas. No estoy en desacuerdo con esas protestas, pero me uno a los que van en sus autos y se ven sorprendidos en medio del caótico tránsito vial que se ve trastornado por una marcha.
Vamos haciendo conciencia, la solución no está en las calles, la solución está en manos de los diputados, a los que hay que exigir cambios en esa ley, que afecta a los profesores y trastorna a los ciudadanos.