Siempre sucede en este país con cerebros de teflón, ahorita recién lo ocurrido en el estadio La Corregidora de Querétaro, todo mundo se desgarra las vestiduras, se jala los pelos, exige justicia y cárcel para todos, castigo para los responsables de un juego sin seguridad pública y cuántas madres más se nos ocurren a todos los que metemos nuestra cuchara y opinamos. Mañana pasará la ira, como siempre ha ocurrido, todo vuelve a ser como antes, así ha sido siempre, tragedias, broncas y desmadres en los estadios mexicanos, son muchísimas. Bastantes, pero nunca se ha hecho nada, solo lavar las gradas, borrar la sangre del cemento o de los asientos ¡Y a seguirle! A ganar dinero a lo bestia.
Se hace tarde para exprimir de lana al fanático -que no aficionado- ese ser al que deliberadamente se ha cultivado inteligentemente para apasionarlo a una tontería lúdica. Al que los medios -pagados exprofeso- han enardecido, patrocinada tan criminal acción, por los muchos que se benefician del show y que aprovechan la debilidad mental de millones de seres humanos.
El deporte de paga es un juego, porque eso es lo que al final del día viene siendo, solo eso, un simple y llano jueguito. Debería ser ley, una regla notoria e infaltable, el marcar y remarcarse con letras grandes donde sea necesario, distinguibles e inolvidables para todos, que al terminar el mismo, san se acabó, recalcar que hay que darle la vuelta a la página, indistintamente de cuál haya sido el resultado; que aquí se rompió una taza y cada quién para su casa; a otra cosa mariposa. Algo así como “este producto puede ser nocivo para su salud, si usted pasa de simple espectador a frenético fanático”, o algo así como “prohibido matar a su prójimo si su equipo no sirve para nada”.
LOS GANONES, FELICES
Es un simple -pobre o rico- entretenimiento, un espectáculo sin mayor trascendencia.
Veámoslo fríamente, el futbol y cualquier deporte, en especial el de paga, no es más que un burlesque, del que se valen muchos, pues es muy grande la cadena de los que se benefician con ese teatrito, con ese numerito, de ese show en todo un abanico de formas y beneficios, para hacer negocio. Incluso los gobiernos (local, estatal y federal) ellos, los políticos, sí que le sacan raja a ese distractor de las masas, por eso lo promueven, lo patrocinan, así que no nos hagamos tontos. Los que ganan son los cerveceros, los refresqueros, los de la “chatarrita”, las televisoras, los políticos, los comerciantes y algunos otros vivales más.
Y a todos ellos les vale más que para pura progenitora el enfrentamiento entre dos rivales, el partido, el encuentro, la disputa, quién gane o quién pierda ¡Da igual!, a la postre es lo de menos. Lo fácil, lo fácil, es enardecer a los aficionados hasta convertirlos en fanáticos, “fanatistas”, en seres irracionales, sobre todo cuando esta masa amorfa, se cubre, porta o se pone un trapo, una garra de determinados colores, insignias o mensajes.
TENÍA QUE LLEGAR AL DEPORTE
El mundo observa cómo ocurre una asesina y muy injusta invasión de un país poderoso hacia otro chico (Rusia a Ucrania) y nadie hace nada por detenerla, no se efectúa algo determinante para acabar con ese criminal atropello que ya ha costado cientos de vidas, ni siquiera la ONU, ni los “poderosos” (USA, England, France, Germany and others) del planeta.
Nuestro país está que se quema, matazones diarias en Zacatecas, Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Colima, Nayarit, entre otros estados; mujeres y hombres acribillados al por mayor, decapitados, embolsados, hechos cachitos, ya perdimos la sensibilidad, se nos fue la capacidad de asombro.
Lógico que esto tenía que llegar a los estadios, al deporte-espectáculo, donde corre el alcohol y otras cosas enervantes. Atiborrados de hierba mala y chupe, de pastillas y de cuanta madre se puedan meter al organismo, los aficionados de Querétaro, se la vieron fácil en mayoría para atacar arteramente a los de Atlas, sin importar familias, niños, damas, adultos mayores. ¡Nada! Con un estadio sin seguridad pública, no policías, no granaderos, ni siquiera gente de protección civil de la ciudad o del Estado, solo unos cuantos chavos y muchachas de alguna empresa privada de seguridad, contratados nada más para el apantalle, así como el ir perdiendo el partido, esto tenía que salirse de control.
NOS TOCÓ EN 1977
Su servidor fue testigo de una tragedia -muerte y sangre- en las gradas del estadio de la UANL, fue el 11 de noviembre de año 1977, teníamos 13 años, 5 meses y 7 días de edad, fuimos llevados a la gran final de la liga nacional de futbol americano Universitario, la ONEFA (Organización Nacional Estudiantil de Futbol Americano) entre Auténticos Tigres de la UANL y Burros Blancos del IPN, los Tigres era la mejor ofensiva de la temporada y los del Poli la mejor defensiva del torneo; quedaron 66-0 en favor de los norteños.
Antes del fin del partido, al calor de las porras y las rivalidades, unos porros armaron bronca, uno de ellos sacó una pistola y disparó varias veces contra otros, aquello fue un corredero de gente por todos lados y todos los sectores del coso. Pese al griterío de las porras, los balazos se escucharon claramente o quizá fue porque nosotros estábamos cerca de donde ocurrieron los disparos, a unos 30 a 40 metros, en la misma zona del estadio.
Aquello fue un detonante desgraciado, la locura total, el desquicio. Llegando a casa de mi familia, por la televisión supimos que el resultado fatal fue un joven de Saltillo muerto y otro con un balazo en la columna vertebral y preliminarmente se pronosticaba que quedaría de por vida sin poder caminar. Al parecer eran estudiantes de la UAAAN (la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, en la capital de Coahuila). Una gresca sin duda originada por porros drogados y enardecidos (y enrarecidos) ¿Pues quien más en 1977 llevaba una pistola al estadio en un juego universitario?
En México todo se nos olvida muy pronto, así que fácil y con la zurda podemos apostar que esto del sábado en Querétaro, también. Así que ni hagamos olas, esto solo servirá a retirar a las familias de los estadios, a no llevar a los niños, y a no vestir la camiseta de nuestro equipo en tales sitios si es que volvemos a ir, solo nos la pondremos para ir a la tienda de conveniencia a comprarnos nuestras tres caguamas para ver el juego por la caja idiotizante o para reunirnos con los cuates para chutárnoslo con una carnita asada.