Hace unos días amanecía con una gran sensación de humedad acrecentada por una ligera llovizna, misma que algunos de nosotros bautizamos como “mojapenitentes”, ya que creemos que por su aparente escasa precipitación no logrará mojarnos al tiempo que nos estamos empapando.
Y mientras el “chipi chipi” se prolongaba, miles de automovilistas realizaban sus habituales recorridos, cuando de repente, los medios de comunicación electrónicos comenzaron a girar sus pautas informativas y a dar cuenta de una situación tan normal, que al igual que la inseguridad, pareciera que ya nos acostumbramos a ella.
Decenas de carambolas vehiculares motivadas por la conjugación fatal de lluvia en el deficiente pavimento, exceso de velocidad y falta de precaución al conducir, así como del “acelere” cotidiano al que estamos expuestos.
Y al llegar la tarde, la noticia aunque cotidiana no dejó de sorprendernos: ¡casi 250 accidentes vehiculares en un lapso de tres horas en el área metropolitana de Monterrey! ¡más de dos millones de pesos en pérdidas materiales! ¡más de 40 lesionados en un sólo choque entre dos unidades del transporte urbano!
Todo lo anterior sin poder dimensionar el verdadero resultado: ¿cuántas horas-hombre se dejaron de producir a consecuencia de los espectaculares embotellamientos viales?
Pero lo que parece ser una situación totalmente atípica lamentablemente tiende a tornarse cotidiana, debido al permanente incremento de vehículos y al permanente decremento de las superficies de rodamiento ¿Un coctel terrible en nuestro futuro, no cree?
Según los especialistas, la lluvia puede causar la reducción de la velocidad promedio entre un 10 y 25 por ciento, propiciando un aumento en la carga vehicular de hasta un 22 por ciento, dependiendo de la hora en que suceda, mientras que los tiempos de traslado pueden verse disparados hasta en un 50 por ciento, en caso de tormentas.
Es cierto que no podemos evitar que siga lloviendo, pero lo que sí podemos evitar es seguir siendo víctimas fatales de esta situación, mejorando sustancialmente nuestra forma de manejo, y asumiendo el costo que debemos pagar al vivir en una ciudad como Monterrey: más calidad de vida, pero contradictoriamente con más estrés y tiempos de traslado.
Según estimaciones de la Asociación Mexicana de Distribuidores de Vehículos, en lo que va del 2010 se han vendido más de 60 mil vehículos, más de 2 mil en Nuevo León y eso que estamos en crisis y sin tomar en cuenta aquellos seminuevos que llegan constantemente a tierras regiomontanas.
Es decir, a la fecha tenemos en nuestra área metropolitana poco más de DOS MILLONES DE VEHÍCULOS rodando, más lo que se acumulan durante el tiempo que usted termina de leer esta columna.
Para darnos una idea de la gravedad de los accidentes de Tránsito, provocados en su mayoría por los propios conductores, durante la lluvia se registran en los Estados Unidos anualmente casi 400 mil choques arrojando 357 mil lesionados y tres mil 400 muertos.
En México, según datos de las compañías aseguradoras, en temporada de lluvia el índice de accidentes vehiculares se dispara hasta en un 500 por ciento, siendo los más comunes los conocidos como “alcances”, motivados por la falta de precaución en la mayoría de los conductores, que en el 30 por ciento de los casos conducen vehículos con llantas defectuosas.
Así que, de ahora en adelante cuando vea alguna insignificante “gotita” de agua en su parabrisas, reflexione el inmenso poder que tienen cuando se suman millones, su poder de devastación puede ser impresionante y el ser humano es culpable de todo esto, debido al daño que seguimos causando a nuestra madre tierra con nuestra nula conciencia ecológica.
Seguimos choque y choque, lesionados y muertos van y vienen, y seguimos conduciendo como estrellas de Fórmula 1, sin darnos cuenta que ¡ellos SÍ extreman precauciones!
Pues, ¿QUÉ NOS PASA?