
El acto de valor de don Alejo Garza Tamez, el septuagenario empresario que defendió su rancho hasta morir el sábado 13 de noviembre pasado en Padilla, Tamaulipas, seguramente no será el último mientras el Gobierno Federal no termine con la narcoviolencia en México.
Es más, hasta hay quienes han pensado en acudir con los hijos del hombre de 77 años que mató a cuatro e hirió a dos integrantes de un grupo armado, para pedirles que comiencen las gestiones ante el IFE para fundar el PDA: Partido Don Alejo.
Un nuevo organismo político que tendría como bandera el valor, el hartazgo y la prueba irrefutable de esperanza para millones de mexicanos, inspirado en un hombre que solo enfrentó a quienes intentaron despojarlo de su propiedad.
“Estoy seguro que el PDA, al menos en su primera elección, no perdería el registro ante el IFE”, dijo un ciudadano durante una plática de restaurante en Matamoros, Tamaulipas.
La acción heroica de don Alejo ha sido tema de conversación desde que el grupo editorial Milenio lo hizo público el lunes 22 de noviembre; tampoco hay que descartar se convierta en un best seller y, posteriormente, pase a la pantalla grande con una producción hollywoodense.
Y si alguna vez una rémora de la política (Alberto Anaya Santos) fundó un organismo esquirol como el Partido del Trabajo (PT), por qué no podría surgir otro de verdad y que toque los corazones con miras a los comicios federales de 2012.
Con la ideología del PDA comulgarían miles, quizá millones, de inocentes civiles que han sufrido por esta guerra entre grupos armados los últimos 10 años, desde que Vicente Fox Quesada asumió el poder y el país se convirtió en un escenario de guerra.
Personas que han sido despojadas de sus propiedades; que han velado a sus muertos; que han pagado el rescate de un familiar secuestrado y tuvieron la fortuna de abrazarlo vivo, y otras que lo sepultaron y le rezaron pues no les alcanzó ni el tiempo ni el dinero.
Afín al PDA sería también la población que, en cada rincón del país, ha tenido que refugiarse debajo de las camas cuando comenzó a escuchar esa sinfonía de metralla y de granadas, para luego abandonar sus casas con el miedo tatuado en el rostro, difícilmente para borrarse algún día.
La lección de don Alejo jamás saldrá de la memoria de una generación de mexicanos que jamás pensaron que el país se iba a podrir de esta forma, a cuatro años exactos cuando Felipe Calderón Hinojosa asumió el poder y declaró la guerra al narcotráfico, una guerra que parece perdida.
No hay que descartar que el empresario originario de Allende, Nuevo León, un municipio rural igualmente azotado por la violencia como muchos en el país, haya entregado su vida para dar una lección: demostrar al presidente Calderón Hinojosa que si uno pudo, por qué no las instituciones.
Porque si se trata de voluntad de componer las cosas, el municipio de Mier en Tamaulipas es un ejemplo.
Cuando a nivel mundial se difundió la noticia de que un grupo de hombres armados había tomado la ciudad obligando a su población a emigrar, bastó un operativo militar para devolver la normalidad a esa población.
¿Habrá escuchado Calderón Hinojosa el corrido de don Alejo para tomar esa decisión? ¿Habrá leído los periódicos y visto los noticieros?..
¿O estaba más interesado en su esposa Margarita cuando lanzó el volado en un partido de futbol americano en Nueva York?
Hasta el 2011.