(Editorial publicado días antes de la elección a gobernador en 2016)
Si usted se sentirá ofendido con este editorial en contra de un personaje que intenta apoderarse de Tamaulipas, le sugiero no lo lea. Pero si se trata de defender lo poco bueno que aún tiene este territorio, a merced del crimen organizado que ha enlutado a familias inocentes, siga con la lectura.
Llegué a Reynosa en abril de 1998 proveniente de Monterrey donde me titulé de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UANL en la especialidad de Periodismo. Parte de mi infancia y adolescencia la viví en Matamoros donde actualmente residen mis padres don Marcos y doña Angelita, de 86 y casi 80 años, respectivamente.
Con un gran sacrificio de ellos, estudié una carrera universitaria emigrando de Tamaulipas donde la oferta de educación superior era limitada. Mi destino estaba a 300 kilómetros de mi casa.
En 1985 egresé sin honores porque, sin considerarme un estudiante del montón, el último año combiné las aulas con la redacción del periódico El Porvenir, de gran tradición y decano de la prensa en México que está por cumplir su primer siglo.
La verdad, mis planes de regresar a este Estado estaban muy lejanos. Sin embargo al volver de Italia donde estuve de corresponsal internacional acepté la invitación de un joven empresario de Reynosa, Heriberto Deándar Robinson, fundador de Hora Cero en 1998.
Su oferta salarial me ofendió al principio, pero acepté el reto de editar y reportear para un periódico mensual que pronto fue arropado por los lectores. Era un producto diferente y con un contenido que atraparía la atención del público.
Era un gran reto porque antes había trabajado en empresas periodísticas, digamos normales: El Porvenir, El Diario de Monterrey, El Norte, la Agencia Notimex, TV Azteca, entre otras, pero nunca en un periódico tamaño tabloide y, menos, de circulación gratuita.
En Reynosa por primera vez empecé a hacer grandes amigos, pocos, dentro del aborrecido mundo político, dos de ellos Armando Zertuche Zuani y Vicente Valdez con quienes conservo su amistad y afectos, seguramente recíprocos, hasta la fecha.
En 1999 alguien me presentó a Francisco García Cabeza de Vaca. Tenía 27 años y andaba enarbolando a los Amigos de Fox que impulsaban a la presidencia de México al entonces gobernador de Guanajuato del PAN.
La verdad me pareció uno más del montón, pero astuto para convencer a ciudadanos como Zertuche Zuani y Rodolfo Santos Dávila, entre otros, para formar un bloque y apoyar al candidato con botas. Meses o años después el grupo se fracturó por las ambiciones políticas de Cabeza de Vaca.
Los reynosenses eran un estorbo y piedras en su camino cuando Cabeza de Vaca empezó a olfatear la corrupción a su alcance: como diputado federal ya tenía de amigos a los hijos de la Primera Dama Martha Sahagún, acusados de corrupción en el gobierno foxista.
Jamás desde 1999 me interesó entablar una amistad con él. Sabía que la mamá del dueño de Hora Cero, Minita Robinson (QEPD) era íntima amiga y apoyaba a Lourdes Cabeza de Vaca, madre de Francisco, José Manuel e Ismael, porque las carencias económicas eran notorias en esa familia.
Después, Cabeza de Vaca les mordió la mano a los Deándar y a los Robinson, y a una lista interminable que empieza con su familia política. Una historia del dominio público cuando humilló a su cuñado, José Ramón “JR” Gómez Leal, tumbándolo como candidato del PAN a la alcaldía en 2013 ya en plena campaña.
Su descomunal riqueza inexplicable, ambiciones, traiciones y sinvergüenzadas han aparecido y compartido en medios tradicionales, Internet y redes sociales.
Y pese a eso me queda una gran duda: ¿si vas a votar por él será sólo por ir en contra del sistema, por el logotipo, por sus promesas mitómanas o porque es un traje a la medida de un Estado contaminado por la delincuencia? Porque seguramente muchos en Tamaulipas ni saben quién realmente es.
Si es así, entonces será lo que merecen los orgullosos de ver la etiqueta narco-delictiva que cuelga del mapa del Estado.
twitter: @hhjimenez