Rodrigo Medina de la Cruz recibirá un Estado con intenso olor a pólvora, donde elementos del Ejército Mexicano combaten por las calles y casa por casa a sicarios del crimen organizado, con gente pecho tierra protegiendo a menores de edad de las ráfagas de ametralladora.
La recta final del gobierno de Natividad González Parás es un escenario de guerra abierta, donde el crimen organizado ajusta cuentas contra quienes en un tiempo fueron servidores públicos y que cambiaron de bando en un abrir y cerrar de ojos.
Si los acontecimientos suscitados en las colonias Cumbres Oro, al poniente de Monterrey, y en Los Laureles, en San Nicolás, hubieran sido antes de las elecciones del 5 de julio pasado, los resultados finales pudieron ser otros: la segunda versión del caso Sonora.
Porque una hora de intensa balacera contra la casa de un ex ministerial pudo inclinar la balanza a favor del candidato panista a la gubernatura, Fernando Elizondo Barragán, quien no puedo vender a los electores que Nuevo León está en manos del narco.
Mientras que en Sonora los 49 niños fallecidos en una guardería ayudaron al PAN a ganar las elecciones a gobernador, más de dos horas de balaceras en menos de una semana en la metrópoli y una abogada acribillada a plena luz del día, llegaron tarde para los albiazules.
Cuánta desafortunada razón tiene Mauricio Fernández Garza quien aseguró haber entregado San Pedro Garza García a los Beltrán Leyva, provocando las más duras críticas antes de las elecciones que no cambiaron la preferencia de los pudientes electores de este municipio, acostumbrados a vivir protegidos por cualquiera, menos por la Policía.
Cuando parecía que Nuevo León vivía en relativa calma, el asesinato de la polémica abogada Raquenel Villanueva Fraustro, puso de nuevo al Estado en los nada envidiables titulares de los noticieros nacionales.
Natividad González Parás ya comenzó a hacer sus maletas, dejando la zona metropolitana de Monterrey como un comal ardiendo, con gentes que nada deben pero sí temen, como los colonos de Cumbres Oro que se despertaron a las tres de la madrugada sintiéndose dentro de una película de guerra.
Las imágenes, pero sobre todo los sonidos que grabaron algunos habitantes de ese sector con sus celulares, en verdad son escalofriantes.
Durante casi una hora, en un día entre semana, los sicarios llegaron hasta la puerta de la residencia para ultimar, a punta de ametralladoras y granadas, a un ex agente de la Policía Ministerial de Nuevo León.
Y si esa dosis de pánico no había sido suficiente, a las seis de la mañana, en la oscuridad, el lunes 17 se abrió un segundo frente de combate: la colonia Los Laureles de San Nicolás de los Garza, con un resultado de cuatro muertes, tres soldados heridos y el peor de los saldos: el miedo y la impotencia social.
Dios agarre confesado a Rodrigo Medina a partir del 1 de noviembre.
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