Me enteré del suicidio de un adolescente de 14 años cuando tomaba clases virtuales de primero de secundaria en su casa. Y la noticia me impactó mas porque su mamá trabajó en Hora Cero como editora del sitio web y redes sociales.
Cuando vi la foto de él en vida publicada en Facebook, siendo abrazado tiernamente por su madre, enmudecí. Y me preguntaba: ¿qué orilló al joven a tomar esa decisión?
La devastada mamá siempre fue muy eficiente en su trabajo en Hora Cero. Posteriormente empezó a trabajar en otra empresa para tener un mayor ingreso y solventar los gastos de dos hijas y un varón, el menor. Años atrás se había divorciado.
Una nota del colegio dirigida a los maestros y compartida a los padres de familia asegura que el muchacho no se colgó frente a la computadora para ser visto por sus compañeros y la maestra e turno, escena que hubiera sido impactante.
Seguramente si así hubiera sucedido los padres estuviéramos cuestionándonos el lado negativo de que nuestros hijos tomen clases en línea, ya de por si estresados por el encierro de dos meses y medio a causa del Covid-19.
“Retomamos con más fuerza la visión de bajar los niveles de tensión, estrés, ansiedad e insomnio entre nuestros alumnos, padres de familia y maestros.
“Todo tiene solución y estaremos trabajando en la prevención del suicidio”, dice el texto de la institución de Río Bravo, Tamaulipas, que propone la realización de reuniones con los padres cada semana “de gran ayuda socio emocional”.
Esta triste noticia coincide con la publicación en Hora Cero Nuevo León de testimonios de mamás que, de un día para el otro, también se convirtieron en maestras de sus hijos, a las que yo llamo “las otras heroínas” del Coronavirus, como bien merecido llamamos a héroes al personal del sector salud.
En casa he visto a mi esposa perseguir por cada rincón a Héctor Hugo y luego sostener una “batalla campal” para mantenerlo quieto frente a la computadora, teniendo del otro lado de la pantalla a su maestra Miss Mariana.
¿Cómo explicarle a un niño de cuatro años que, por culpa de un virus, un día despertó y no iría más a su salón de clases del kinder; estudiar, reír y convivir con sus compañeritos; tomar clases y jugar durante el recreo?
Y que en vez de lecciones de sus maestros sobre vocales, sonido de los animales, formas geométricas, idioma inglés y colores estaría escuchando nuevas palabras en su vocabulario y frases en los límites del pánico: “¡lleva el cubrebocas”!, “¡te puedes contagiar de Coronavirus”!, “¡no toques eso!”, “¡ponte gel”! y “¡quítate los zapatos y ponte lysol”!
Y si eso sucede en pre kinder no me imagino la sacudida en todos los sentidos que por la pandemia están viviendo los estudiantes de primaria, secundaria o preparatoria, algunos que todavía son niños, y otros pre o adolescentes, agobiados sobre si pasarán o reprobarán el ciclo escolar.
No es fácil cuando el miedo por un virus vino a trastocar la vida, el estado de ánimo y la convivencia de padres e hijos que ya teníamos bajo control, dominado. No es justo.
Descansa en paz.
twitter: @hhjimenez