Tengo la fortuna de conocer a unas personas muy cercanas a mi que tuvieron el tino de inculcar, desde pequeña, la cultura de la lectura a su hija.
Estas personas, tienen la capacidad económica de poder ofrecerle a su hija la posibilidad de estudiar la secundaria en Estados Unidos algo que, déjenme decirles, no es nada sencillo pues el semestre cuesta poco más de 5 mil dólares… y con descuento por pago anticipado.
Sin embargo el esfuerzo que están aplicando para la educación de su hija está brindando resultados. He visto cómo la niña, que actualmente tiene 12 años, está creciendo para convertirse en una adolescente inteligente, madura, centrada y respetuosa.
Su gusto por la lectura lo resuelve sin ser una carga económica para sus padres, pues gracias a una credencial de la Biblioteca Pública de la ciudad de McAllen, puede llevarse a su casa, prestado, cualquier libro que le interese… si el título que busca no lo tienen, se lo mandan traer de otra librería.
Cuando veo este tipo de prácticas, no puedo más que sentir un mucho de envidia para los que viven en Texas y quienes pueden disfrutar de este tipo de espacios… acá en México ya ni bibliotecas quedan.
Y no vengan a decir que la gente no lee porque es muy caro. El Fondo de Cultura Económica tiene desde hace meses una colección de obras que van de los 20 a los 60 pesos. Cuesta más echarle saldo al celular… pero me he desviado del tema.
Estas personas tuvieron el tino de preocuparse por lo que los ojos de su hija van a consumir.
Sus lecturas son enriquecedoras y aunque la niña sí tiene a su disposición internet y servicios como Netflix y Youtube, ha sabido diferenciar los contenidos que son aptos para su edad y los que no lo son.
Eso no lo aprendió sola. Durante años sus papás estuvieron pendientes de los programas que la niña veía, de las situaciones que presentaban las caricaturas de moda, del mensaje que daban los videos que seleccionaba en el Youtube.
Y no se equivoquen, la niña no es una marciana y tiene una relación normal (podría decir que hasta excelente) con sus compañeros de clase. Nadie le hace bullying y nadie la molesta porque, ella, ha sabido ganarse el respeto de sus iguales en la escuela.
Es más, puedo entender si alguien que lea estas líneas piense que estoy mintiendo, que esta pequeña no existe, que es la creación de mi fantasiosa imaginación para intentar exponer un punto que más de dos puede considerar puritano.
Si ella existe o no es irrelevante, pues quiero que alguien me diga a quién no le gustaría tener una hija así.
¿Quieres que tu hijo sea lector? ¡Pues entonces suelta el teléfono, levántate del sillón frente a la tele y agarra un libro!
Esas costumbres no llegan solas a la mente de los niños, es un proceso donde tenemos que inculcarles el gusto por la lectura, los modales en la mesa, el respeto a sus mayores, el gusto porque disfruten su infancia.
El problema es que seguir este camino es muy cansado. Hay que trabajar todos los días pues, al final de cuentas, la mente de un niño es como una planta que, en sus primeros años, es delicada y puede crecer torcida con mucha facilidad.
Nos quejamos como sociedad de niños sicarios, de niñas embarazadas, de adolescentes con problemas de drogadicción, pero nadie quiere tomar responsabilidad por el desarrollo de estos jóvenes, queremos delegarse esa responsabilidad a los maestros, a otras personas.
Puede sonar anticuado, fuera de moda, arcaico, pero los valores no tienen fecha de caducidad.
Está en nuestras manos como padre el tipo de personas en el que se van a convertir nuestros hijos quienes, después de todo, son una consecuencia directa del trabajo y la dedicación que les dimos en sus primeros años de formación, que son los más importantes.