
Aunque los gobiernos asumen constitucionalmente la obligación de salvaguardar y hacer cumplir el marco legal, convendría que nosotros como ciudadanos hagamos algún ejercicio de reflexión sobre la parte que nos toca en esta crisis de inseguridad que nos tiene a todos literalmente “con el Jesús en la boca”.
Dicho en otras palabras, ¿no cree usted que es el momento ideal para que los ciudadanos en conjunto nos veamos en el espejo social y asumamos y enfrentemos nuestros errores?
Claro que existe muy poca gente que le gusta verse en el espejo para enfrentarse a sí mismo, asumir sus errores y buscar enmendarlos, ya que por el contrario, casi siempre lo utilizamos exclusivamente para cepillarnos los dientes, peinarnos, etc, es decir sólo para cuestiones meramente estéticas.
¿Por qué en lugar de pasarnos criticando el ejercicio del gobierno político no nos damos algunos momentos para reflexionar lo que en el seno del gobierno familiar hemos dejado de hacer?
Y conste que no pretendo soslayar las grandes pifias y abusos de esta camada de gobernantes que, pareciera que el destino nos está jugando una tenebrosa broma a los nuevoleoneses, al ser la mayoría de nuestros “líderes” producto de una generación “nini”, al contar con una mínima capacidad y experiencia.
¿Hace cuánto tiempo que no acudimos regularmente a visitar a nuestros padres?, ¿hace cuánto que no saludamos al vecino y le preguntamos en qué podemos servirle?, ¿hace cuánto que no realizamos algún tipo de servicio social sin esperar algo a cambio?, ¿hace cuánto que no le damos el paso al automovilista desesperado que nos hostiga con el cambio de luces en alguna avenida rápida?
¡Ah, pero eso sí! Casino que se abre, casino que luce a reventar, sin importarnos, vaya ni siquiera darnos tiempo de reflexionar acerca de la relevancia de reencauzar esos recursos financieros y de tiempo, en realizar algunas actividades comunitarias para beneficio de todos.
¿Una cadena de favores?, ¿acudir a seleccionar un buen libro, una buena obra de teatro? Ni locos, después de todo los casinos están para evadirnos y pasar el tiempo disparando alegremente el tiempo y los no renovables recursos financieros.
Pareciera que los otrora regiomontanos ahorradores, picudones y querendones con su familia y comunidad, son ahora una especie en extinción, y son rebasados por aquellos que buscan aplicar la ley del menor esfuerzo.
¿Trabajar para qué? Al fin que en un casino puedo ganar sin tener que trabajar, todo sin darnos cuenta que también podemos perder…
¿Qué carajos nos está pasando?
¿Ya no sé qué hacer con mis abuelitos o mis papás? Facilito, los llevo todo el día a que se “distraigan” en uno de estos centros, mientras yo me voy de fiesta o de reventón con la flota, propiciando con estas actitudes una espiral perversa al fortalecer financieramente y legitimar socialmente a intereses poco claros en nuestra comunidad.
Pero el colmo ahora es el crecimiento indiscriminado y potencialmente peligroso de las mal llamadas “Goldenparty´s”, que no son otra cosa que una muestra más de nuestra degradación social, misma que siempre buscamos culpar al gobierno.
¿Cómo funcionan? Sencillito: cualquier señora de mediana capacidad económica abre sus puertas de par en par, a grupos desconocidos, casi siempre son parejas de origen colombiano, y con la esperanza de que recibirán una comisión por las operaciones de compra-venta, invitan a sus amigas y familiares a que acudan a vender todas sus piezas de oro que sientan “que les sobran”.
¡Ah, pero eso no es todo, el pago se hace en dólares, en efectivo!, es cuando las emocionadas amas de casa en un excesivo interés por el flujo para irse a McAllen, ignoran el peligro latente al que están expuestas haciéndolo extensivo a sus invitados.
¿Qué sigue?, claro, todos lo imaginamos, luego de unas semanas, varias de estas casas son visitadas por ladrones o sus moradores son despojados de sus vehículos o chantajeados telefónicamente.
¿Y quién es el culpable? Ah, pues el ¡maldito gobierno que no nos cuida!
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