Por el fuerte olor a trampa y compra de los magistrados electorales en el caso de las alcaldías de Monterrey y Guadalupe, aunado al tema del Senado en el TRIFE, el PRI corre el grave riesgo de ser vomitado en la urnas por un larguísimo tiempo cuando haya elecciones.
Con estrategias legales podrá mantenerse Adrián de la Garza el frente de la capital de Nuevo León, y Cristina Díaz jurar de nuevo como alcaldesa guadalupense, pero el electorado jamás olvidará el cómo sucedieron las cosas posterior al 1 de julio pasado.
Quizá De la Garza y Díaz ganaron los comicios voto por voto -eso nunca se sabrá seguramente; si no se hubieran extraviado decenas de paquetes electorales-, en la confirmación que el PAN había superado al PRI (el viejo maestro de la alquimia electoral).
Sin embargo un día cuando parecía que Monterrey y Guadalupe estaban perdidos, dos de tres magistrados del Tribunal Estatal Electoral les quitaron la victoria a Felipe de Jesús Cantú y a Pedro Garza, respectivamente, faltando todavía la resolución final del TRIFE.
Y cuando las aguas post electorales en Nuevo León estaban bastante turbias, sucedió lo inimaginable: que Samuel García e Indira Kempis (MC), así como Víctor Fuentes (PAN), pueden perder su escaños en la Cámara Alta ¡porque se pusieron la playera de los Tigres y de la selección!
El Partido Verde, MORENA, el PRI y Álvaro Suárez presentaron una impugnación que prosperó en el TRIFE acusando a los tres senadores electos que se considere como gasto de campaña -con lo cual se excederían en su tope-, las marcas patrocinadoras de los equipos de futbol.
Pues resulta que García, Kempis y Fuentes se pusieron las playeras amarillas y verdes cuando estaban en campaña asistiendo al Estadio o cuando jugaba la selección en el Mundial de Rusia, lo cual estaría prohibido por las leyes electorales suponiendo un patrocinio no permitido a un candidato.
La opinión pública de Nuevo León está siguiendo con atención las decisiones de los magistrados en ambos casos y ¡PELIGRO!: de convocarse a nuevas elecciones este año, o en 2021 cuando haya comicios para gobernador, alcaldes y diputados locales, el PRI perdería sin ninguna duda.
El amargo sabor que está dejando esta lucha entre partidos, pero sobre todo las decisiones favorables para el PRI en la mesa -no en las urnas- de los tribunales electorales, pospondría no en años, sino en décadas su resurrección… O aceleraría su inminente extinción.
El electorado puede digerir la derrota de su candidato, pero nunca perdonar -y menos olvidar- la burla.