
Cuarta Transformación llama el Presidente Andrés Manuel López Obrador a la que espera concretar durante su sexenio. Según su óptica, las tres anteriores son la Independencia de 1821; la República Restaurada de 1867 y, finalmentte, la Revolución iniciada por Francisco I. Madero en 1910. La cuarta está basada en las expectativas de los más de 30 millones de ciudadanos que votaron por él en julio de 2018 y que de inmediato refrendó: 1) Terminar con la corrupción ancestral, 2) combatir las causas de la violencia e inseguridad pública para traer la paz a todo México y 3) impulsar la economía nacional favoreciendo a los más pobres.
Sin embargo, me parece que la propuesta de AMLO debe considerarse la quinta transformación, pues no tomó en cuenta la primera llevada a cabo entre 1517 y 1521, porque no es de su agrado cómo ocurrió y quiénes fueron sus protagonistas. Pero ésa transformó por completo el estado de cosas de nuestra tierra. Lo relata puntualmente la historia al referirse a la conquista (mejor dicho invasión) de México o del imperio azteca desde la llegada de los primeros castellanos a las costas de los pueblos mayas hasta la caida de Tenochtitlan al rendirse los mexicas el 13 de agosto de 1521 a manos de Hernán Cortés y sus aliados indígenas.
Transformación es transformación. Y desde el ángulo que se le considere, la realidad a partir de agosto de 1521 fue otra muy distinta para nuestros antepasados de esa época, cuyas consecuencias nos ataron al Rey de España. Con la espada y el caballo los conquistadores exterminaron a muchos indígenas pero con la cruz también transformaron las creencias originales y con el mestizaje pusieron en el mapa del mundo una nueva nación.
Otra precisión requiere el maniqueismo presidencial de AMLO y su retórica antineoliberal, pues está terco en que las letras, la ciencia, el arte y la prensa se afilien decididamente a lo que llama cuarta transformación, como lo han hecho los buenos periodistas –dice él– en las anteriores transformaciones. Por eso llama conservadora inclusive a la revista Proceso (“Ya la leo muy poco, porque no se ha portado bien con nosotros”, arguye) , y mete en el mismo saco a todo aquel que no contribuya a esa transformación y que esté a favor del inmovilismo o de mantener el statu quo, así se dedique a la política o al periodismo. Eso no es cierto, porque en primer término el papel de los medios informativos no es portarse bien con el poder sino, cabalmente, informar. Y sólo el periodismo militante toma partido con tal o cual ideología. Además, claro, los medios y periodistas vendidos que están al acecho de las circunstancias que les permitan embolsarse un billetote al escribir o hablar sin convicción propia.
AMLO omite decir que no todos los buenos periodistas que él admira, como los Hermanos oaxaqueños Flores Magón (Jesús 1871-1930; Ricardo 1874-1922 y Enrique 1877-1954) estuvieron a favor de la tercera transformación, como él lo ha sostenido, pues si bien es cierto, a instancias de su padre Teodoro Flores, fueron unos consumados anarquistas que se opusieron a la dictadura de Porfirio Díaz, finalmente los dos últimos no compartieron el proyecto maderista, pues querían la abolición del Estado y de la propiedad privada por lo cual encaminaron su lucha encarnizada contra Francisco I. Madero, cuyas tropas federales, con ayuda del gobierno norteamericano, los vencieron en 1911 y apagaron su rebelión en Baja California a la que controlaron de enero a junio de ese año. Así es que AMLO se equivoca cuando dice que “todos los buenos periodistas de la historia han apostado a las transformaciones”.
Periodistas de combate sí lo fueron los Flores Magón. Aunque no a favor de la tercera transformación. Sin embargo, también tenemos otro de los más grandes ejemplos en el más ilustre liberal del siglo XIX, Ignacio Ramírez “El Nigromante” (1818-1879), periodista (fundador de “Don Simplicio” en 1845 además de otras publicaciones), escritor, poeta y abogado. Fue uno de los pensadores que crearon la Constitución de 1857 y un ferviente luchador a favor de una sociedad igualitaria, como fiel creyente de que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”. Pero AMLO debe saber que a pesar de haber sido secretario y ministro de Benito Juárez, “no se portó bien con él”, pues no lo apoyó cuando éste se aferró a su reelección como Presidente de México. Fue tan honesto y pulcro en su convicción que, al morir pobre, su familia no tuvo dinero ni siquiera para sepultarlo.
Por otra parte, el historiador Enrique Krauze ha revisado “La Orquesta”, el legendario “Periódico omnisco, de buen humor y con caricaturas”, fundado en 1861, cuyo jefe de redacción fue Vicente Riva Palacio. Al recorrer sus páginas de todo 1867, año del fusilamiento del Emperador Maximilano, encontró que cinco días antes de la entrada triunfal de Juárez a la ciudad de México, su editorial advertía: “Libres. Independientes. Sin odio y sin temor, queremos cumplir con nuestra conciencia y ofrecer a los vencedores una corona adornada con las espinas de la verdad y no con las flores de la adulación”.
Enrique Krauze remata: “El periódico cumplió su promesa. Reconocía los méritos históricos de los tres ‘inmaculados’ (Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias), pero tras su llegada al poder los criticó acremente. Aludiendo a Juárez, advirtió los peligros del cesarismo y las facultades extraordinarias, condenó las distorsiones a la ley y su permanencia en el poder”. Y lo mismo hizo “El Padre Cobos”, una de las publicaciones más mordaces en nuestra historia.
Dicha publicación fue característica del espíritu de la época en que la prensa “era fiera, altanera, soberbia, insensata, irracionalmente independientes”, según el gran pensador Daniel Cossío Villegas. La compartían viejos compañeros de Juárez, como Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez, y las nuevas generaciones, que se referían a él como “Su Majestad Benito Primero”.Por eso “para aquellos hombres”, subrayaba Daniel Cossío Villegas, “expresar una inconformidad era un ejercicio tan natural como caminar o respirar”. Así es que la conclusión de Enrique Krauze es contundente: La prensa de la República Restaurada no “se portaba bien” con el poder. Ésa era su misión y también su gloria.
Otra aclaración histórica que hay que puntualizar es la referente al periodismo de investigación en el período tan odiado por AMLO de los gobiernos neoliberales (de Salinas de Gortari -1988- en adelante), pues, por falta de información cabal o mala fe, el hoy Presidente de origen tabasqueño insiste en que los medios no hablaron entonces de la corrupción que se vivía en México. “Les pasó de noche en todo ese periodo el saqueo y el pillaje. Con todo respeto, guardaron silencio cómplice”. Generalizar es desbarrar. Porque sí ha habido siempre oficiantes de la prensa sumisos al poder político y oportunistas que venden su pluma por un platote de lentejas, pero hay honrosas excepciones de las que las hemerotecas y videotecas puedan dar testimonio de que sí hubo plumas libres e independientes descubriendo las intrigas palaciegas de los políticos de alto nivel y su putrefacta conducta fraudulenta y de raterías, con pruebas irrefutables, como la llamada “casa blanca” de Enrique Peña Nieto y otras confabulaciones con delincuentes de cuello blanco contra el erario. Hay muchos reportajes al respecto para restregárselos en la cara a quien dude que no se tocaba a los gobiernos neoliberales ni con el pétalo de una rosa. Por algo se quejaba el antecesor de AMLO de que no lo aplaudían y que los periodistas no contaban lo bueno de sus realizaciones.