
Aunque todavía no ha ganado nada, el paso ganador de Miguel Herrera como entrenador de Tigres varonil en el campeonato tiene entusiasmada a la afición, soñando con la octava estrella en apenas el segundo torneo del energético “piojo” a cargo de la estrategia felina.
Hasta ahora, los elogios a Herrera destacan el haber “soltado” en la cancha a los jugadores que ya estaban en el equipo, en un giro de 180 grados a la estrategia de Ricardo “Tuca” Ferretti, quien es bien sabido que privilegió el juego pausado, de posesiones prolongadas y una estrategia más de proteger el gol de ventaja que de pelotear continuamente.
Herrera, fiel a su estilo e incluso a su personalidad desparpajada y hasta boquisuelta, se fue hasta el otro extremo del espectro en su estrategia, que hasta ahora le ha dado dos de las tres cosas que más desea un entrenador: ganar y gustar, quedando solo pendiente la tercera y más importante que es campeonar.
Gracias a una gran preparación física y al talento que de sobra tiene el equipo, la mano del “piojo” se ha notado con sólidas expectativas de poner a los de la UANL al alcance del octavo campeonato que los colocaría a la par del León y por encima de los Pumas como los más ganadores de la Liga MX.
De lo que poco se ha hablado es del profesionalismo y la actitud de los jugadores que estuvieron con Ferretti y que siguen con Herrera, la mayoría con un rendimiento que parecería superior a la época previa. Y es que ha sido muy interesante la aceptación, la adaptación y el compromiso que esos jugadores han demostrado; no se sabe si porque ahora juegan más sueltos, porque ahora pueden crear más o porque ahora se sienten más libres.
Como sea, ese cambio de mentalidad sin duda tiene que ver con el manejo del vestidor del “piojo”, pero es mi opinión que también hay al interior un gran sentido de solidaridad, profesionalismo y competitividad que impulsa a los “sobrevivientes” del “Tuca”, quienes han reconocido en el estilo quasidictatorial del anterior entrenador, que dejó muy buenos rendimientos al club en su periodo.
Ahora, en la etapa del “piojo”, la base felina ha sido lo suficientemente madura para reconocer y poner por encima de lo personal el interés del club, y lo suficientemente profesional para adaptarse a la nueva filosofía de juego y su estrategia en el campo. En este contexto es interesante pensar en jugadores como Enner Valencia, Eduardo Vargas y Carlos Salcedo; todos de clase mundial pero que por situaciones extracancha o actitudes personales terminaron fuera del equipo. Incluso Nicolás “El Diente” López recientemente evidenció su poca madurez al ocultar de su cuenta de Instagram las fotografías con el uniforme de Tigres, en lo que se entendió como un berrinche por no jugar más tiempo, justo cuando más lo necesita para reclamar un lugar en la Selección de Uruguay.
Debe ser muy difícil para cualquier entrenador el manejar los egos y las personalidades de equipos como Tigres y Rayados, en los que la cantidad de figuras que reclaman atención y privilegios es considerable. Particularmente cuando la mayoría de los jugadores son parte de la llamada “generación millennial”, que es conocida por una permanente demanda de atención, necesidad de reconocimiento, apetito por lo público y poca tolerancia al fracaso.
¿Qué ha pasado en Tigres entonces para que se haya logrado exitosa y rápidamente esa readaptación deportiva?
Hasta ahora la mejor respuesta que he encontrado para entender este proceso llevado al éxito es la de Phil Jackson, el legendario entrenador de basquetbol que manejó exitosamente a las leyendas Michael Jordan, Scottie Pippen, Kobe Bryant y Shaquille O’Neal: “mi aproximación fue siempre relacionarme con cada jugador como una persona completa, no solo como una pieza dentro de la maquinaria del basquetbol. Eso significa empujarlo a descubrir que características distintas que cada uno pueda traer al juego, más allá de tirar o pasar la pelota. ¿Cuánto valor tiene? ¿Su resiliencia? ¿Cómo es su carácter bajo presión? Muchos jugadores que he entrenado no se veían espectaculares en el papel, pero en el proceso de crearse una función individual, han crecido hasta ser campeones formidables.”
Dentro del esquema mandón de Ferretti, cada jugador supo quién era y lo que debía de hacer individualmente. Lo hicieron bien por diez años, ganando y perdiendo finales, y cuando llegó Herrera parece que cada jugador reafirmó su valor individual en el equipo, demostró su resiliencia con el cambio de estrategia, y sacó la casta bajo la presión de un nuevo entrenador, un nuevo método de trabajo y la necesidad de continuar siendo exitosos.
Tomando en cuenta la historia del club, parece que los episodios negros de la mediocridad, el descenso, los malos manejos y manejadores, las finales perdidas contra Pachuca, la fidelidad permanente de los hinchas y la constante necesidad de competencia contra los Rayados, también han aportado elementos a construir el llamado Perfil Tigre.
Ya solo falta lo más importante: levantar la copa.
Horacio Nájera es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UANL y maestrías en las Universidades de Toronto y York. Acumula 30 años de experiencia en periodismo, ha sido premiado en Estados Unidos y Canadá y es coautor de dos libros.