El pasado 2 de junio varios estados de la República volvieron a vivir un proceso electoral donde, más allá de los discursos de los medios de comunicación y partidos políticos, la gran perdedora fue la democracia mexicana.
Con la excepción de Durango y Aguascalientes, donde los niveles de votación lograron superar el 40 por ciento del padrón, el mínimo necesario y deseable para cualquier democracia establecida en el mundo; en el resto de las entidades donde hubo elecciones la apatía ciudadana fue brutal.
Vamos a los números de los distintos Programas de Resultados Electorales Preliminares (PREP) de cada entidad, que ésos no mienten:
En Puebla, donde se eligió gobernador, el PREP revela que apenas acudieron a votar el 33.41 por ciento de los votantes registrados… y eso que se trataba de una elección que, dicen los merolicos de la política “jala” muchos electores.
En Baja California el nivel de votantes fue del 29.95, en Quintana Roo ¡el 22.15!, mientras que en Tamaulipas fue de un paupérrimo 33.15.
Hoy que el confeti se barrió del piso y ha pasado la cruda de la victoria, nadie puede estar contento con estos niveles de participación ciudadana.
Es más, cualquiera que está metido en este sucio negocio de la grilla debería estar avergonzado y pidiendo perdón porque apenas lograron que 3 de cada 10 mexicanos acudiera a las urnas.
No sé cómo estuvieron las cosas en Quintana Roo, Puebla y Baja California, pero donde sí viví la elección de cerca fue en Tamaulipas y debo decir que fue la jornada más aburrida y anodina que me ha tocado cubrir en 25 años de ser reportero.
Explicaciones hay muchas, pero en un estado donde los rumores tienen más credibilidad que cualquier boletín oficial, vale la pena consignar la versión no confirmada que, un día antes del proceso, “alguien” con las bolsas llenas de billetes llegó con los que iban a fungir como funcionarios de casilla y les hizo una sola petición: “mañana no vayan”.
Si esto es cierto o no está por verse, sin embargo la realidad es que a las 11:00 horas apenas se habían abierto el 34.5 por ciento del total de las casillas en Reynosa y no fue sino hasta las 12:30 horas (cuatro horas y media después del arranque de la jornada) que se pudo reportar que todas las secciones electorales estaban funcionando.
Eso provocó que muchísimos electores llegaran a su casilla, esperaran una y hasta dos horas para poder emitir su sufragio y, en algunos casos, no poder hacerlo. Así ¿a quién le van a quedar ganas de ir a votar?
Es cierto, la gente está harta de los políticos quienes son unos rateros y bla, bla, bla… sin embargo esto no es justificación para los ridículos niveles de participación que se tuvieron en Reynosa.
Otra vez los números, pues matan cualquier especulación:
En Reynosa ninguno de los candidatos ganadores logró superar la barrera de los 17 mil votos, es más, hubo quienes ganaron con el sufragio de apenas el 13 por ciento del total de los electores del municipio ¡13 por ciento!
¿Qué representación puede tener un diputado local que llegó a su curul apoyado o apoyada únicamente por el 13 por ciento de los ciudadanos?
Sin embargo en Reynosa a nadie parece molestarle eso, de hecho están bastante orgullosos del desprecio que mostraron al pasado proceso electoral.
Lo triste es que los mismos que ahora presumen que no votaron, mañana van a estar moliendo que las calles son un asco, que hay basura, que faltan servicios públicos.
Me dio mucha risa una frase que una compañera reportera dijo que, creo, resume lo que fue la elección de Reynosa: “había más gente en la fila de la barbacoa que en las casillas”.
Pa´ llorar.