
Todo comenzó con unas publicaciones en Twitter e Instagram que de inmediato fueron ganando reacciones: en la zona metropolitana de Monterrey, durante una fiesta de Halloween, un grupo de jóvenes acudieron disfrazados como integrantes del Ku Klux Klan, con todo y cruz ardiendo.
De acuerdo a los videos publicados por uno de los promotores de la idea, todos los asistentes al festejo consideraron muy gracioso que sus amigos portaran el uniforme de un grupo conocido por sus ideas racistas, no sólo contra las personas de color, sino también contra los latinos (léase mexicanos) y asiáticos.
De hecho, los crímenes cometidos por este grupo (aún vigente en algunos estados sureños de la Unión Americana), contemplan linchamientos donde las víctimas eran colgadas o, incluso, quemadas vivas.
Sin embargo, esto no importó al grupo de jóvenes regiomontanos, a quienes les pareció muy gracioso salir con las capuchas blancas y los símbolos de la supremacía blanca.
Como siempre sucede, Twitter se incendió con reclamos a la idea, a lo que la persona que subió el video, feliz por la atención obtenida, tuiteó:
“Han de ser de papel los que se ofenden por nuestro disfraz de ayer, wey es halloween vale madre pinche fiesta estuvo pasada de poronga (sic.)”.
La respuesta del joven se siente obvia, considerando que buscaba provocar mucho más a la horda de indignados tuiteros quienes lo fustigaban desde sus teclados.
El tema llegó a las noticias y ahí fue donde me llevé la más grande sorpresa… y decepción.
Revisando los clásicos comentarios que genera una nota de este tipo, me asombré cuando la mayoría no sólo no mostraban indignación u ofensa por esta apología a un grupo racista, sino que hasta lo defendían.
Van algunos ejemplos. Por cierto, voy a respetar la ortografía y sintaxis de quienes lo escribieron:
Kvaio AG: “Mi querida generación de cristal…”.
Idalia Sustaita: “es solo un dirsfraz, bastante chafa la tela, pero disfraz”.
Fernando Maciel: “Los morenos de todo se ofenden y no lo entiendo si fueron mineros”.
Antony de La: “Son mamadas la verdad, de eso se trata la fiesta Halloween De disfrazarse de lo que a uno le de la gana”.
Canciller Mrg: “Indigna a quienes, puro chillón”.
Podría seguirle pero creo que he demostrado mi punto.
Cuando leí estos comentarios estaba realmente intrigado ¿realmente quienes viven en la zona metropolitana de Monterrey no ven el problema que significa el uso de estos disfraces? ¿estarán confirmando que, en algunos sectores de Nuevo León, el clasismo y racismo están bien enraizados?
Mi desencanto creció cuando hablé con algunos amigos de entre 25 y 35 años. La gran mayoría confirmó lo que había leído: “es un disfraz, no es para tanto”, me dijeron.
Fue ahí cuando me dije: “por favor paren el mundo, que me quiero bajar”.
Según la lógica de los defensores de estos disfraces, uno puede vestirse de lo que le dé la gana en la noche de brujas, después de todo no podemos tomarnos en serio lo que pasa en esa fecha.
Por lo tanto, nadie se enojaría si el próximo Hallooween llego a cualquier fiesta con una caja llena de cenizas y digo que lo que pasa es que ando acompañado por los 43 estudiantes de Ayotzinapa… total, es un disfraz.
O, incluso, podría llegar con maquillaje que asemeje pollo frito diciendo que soy una de las víctimas del Casino Royale o la Guardería ABC… total, dice la gente, es una broma de Halloween.
Obviamente jamás haría algo así, pensarlo siquiera es horrendo, pero por lo visto, sería totalmente aceptado por un enorme grupo de personas.
En eso estaba, con mi decepción del mundo, cuando unos días después sucedió algo que me dio las respuestas que necesitaba.
En las noticias aparecieron las crónicas de un par de niños en Culiacán, Sinaloa, quienes salieron a pedir dulces la noche de brujas disfrazados de sicarios, uno de ellos hasta llevaba lo que parecía ser un cadáver embolsado en una bolsa de basura negra.
Al leer los comentarios me encontré con alguien que (obviamente) defendió la decisión de los padres de vestir a sus hijos así: “es un disfraz, no sean amargados”.
Sin embargo, aquí llegó la sorpresa: la mayoría de las personas le cayeron a patadas a quien defendió este disfraz, lo acusaron de todo y le desearon los peores destinos.
Estaba estupefacto y ya no entendía nada; ¿o sea que vestirse de supremacista blanco es gracioso, pero de sicario es ofensivo?
Tras pensar un rato sobre esta discordancia, me di cuenta que no es que los regiomontanos sean racistas o clasistas (bueno, si lo son, pero en este caso no aplica).
Lo que sucede es que aquellos que piensan que vestirse de Ku Klux Klan es gracioso son, simple y llanamente, unos ignorantes.
Ignorantes porque no saben lo que este grupo ha hecho a lo largo de su historia.
Ignorantes porque carecen de empatía al sufrimiento de las víctimas de los supremacistas blancos porque están en otro país, muy lejos de su realidad.
Ignorantes porque si no es un trending topic, hashtag o meme de moda, lo desconocen.
Quizás no deba de sentirme tan bien sabiendo que en un mundo, mucho más comunicado que antes, la ignorancia cabalga rampante y sin intenciones de detener su marcha.
Sin embargo, me alivia pensar que al menos existe uno que otro ser pensante que sabe distinguir entre una broma y una tontería.