El sol se ensaña, nos golpea sin piedad; el calor nos sofoca, nos estrangula, más a los de a pie. No es queja, es realidad.
La metrópoli está en llamas y por algunos sitios en ruinas.
El calor es nuestro, como nosotros de él, pero hoy se intensifica en la enorme mancha urbana. Hoy somos más los que aquí vivimos y morimos.
Pero no entendemos –la masa-, ni sembramos árboles ni cuidamos el agua que casi se extingue.
Apanicados vemos el chorro de agua casi fenecer por las noches y esperamos que un día de estos el infierno se apacigüe con unos buenos aguaceros, pero sin difuntos ni daños materiales. Sí, está cabrón, pero ilusos somos.
Viajar en transporte público es frustrante, mientras desplazarse en auto particular desespera, en un grado que se medie por distancias.
Una vez, selva adentro, el paisaje es triste. En la periferia, multifamiliares y casas color olvido y en el centro mayor depresión. Basura, abandono y desolación en la `regia´ ciudad por donde, cosa rara, se erigen por los cuatro vientos modernas torres departamentales.
Solo ellos, la cofradía, sabe cuándo ‘rescatarán’ al centro. Por hoy let it be.
La vida transcurre con el guión de los controladores. Bajo su dictado la masa autómata ve el programa de moda, la película de moda, come, viste y calza a la moda.
El futbol y otros negocios deportivos de estrellas millonarias, con todos sus aliados, mueven a la muchedumbre a su antojo. ¿Qué más da? Todos viven con la cabeza inserta en su móvil.
La mayoría está absorta en lo banal, pero se siente feliz. Tal vez está bien, dentro de sus reales aspiraciones.
Ajenos al interés general, los depredadores y parásitos que se dicen políticos (as) hacen y deshacen. Viven en su mundo. Y se la creen, porque sus seguidores, focas aplaudidoras, súbditos, asalariados, beneficiarios, fanáticos y reales querencias los avalan.
Muchas y muchos son ignorantes, incoherentes, analfabetas de la política pero dicen hacerla, por obra y gracia de la partidocracia. Alguien tiene que gobernar.
Su discurso está más que trillado, pero se sienten súper héroes, diciendo que sirven a la gente por gusto, por convicción, mientras se enriquecen administrando el presupuesto.
La clase política y el poder económico siguen entrelazados, y la moral, como diría aquel clásico, sigue siendo para ellos el árbol que da moras.
Ahora, por estas tierras, los que hacen política están divididos, en una guerra cuerpo a cuerpo por el botín del poder y los dineros. Nade nuevo bajo el sol.
Lo que atenta contra los gobernados, es que sus prioridades sean las batallas por sus intereses, y desdeñen sus obligaciones.
Porque por estos lares operan todos los días asaltantes, ladrones y asesinos. El transporte y la movilidad siguen siendo un caos, el agua se escasea, la ciudad se cae a pedazos y la calidad de vida, aunque muchos aparentan felicidad ante el circo orquestado, se deteriora.