
Debo decir que desde el arranque de esta administración he luchado para soportar y evadir los embates de la guerra de desinformación que está viviendo México, con grupos que no tienen el menor pudor para mentir, manipular y torcer las conciencias de quien se deje, con tal de edificar un ambiente que les permita, en un par de años, recuperar las posiciones de poder que perdieron cuando los ciudadanos les dimos una patada en el trasero una bella tarde de julio de 2018.
Debo reconocer que esta jauría de hienas son encabronadamente buenos en lo que hacen. Tienen la paciencia, recursos e inteligencia para apretar los botones correctos en los sentimientos de la opinión pública para hacernos creer lo que quieren que creamos.
Como gota que rompe la roca, sus golpes han ido minando lo que antes se creía era la impenetrable muralla de apoyo hacia el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, me queda claro que los momentos de crisis son los que nos demuestran la verdadera personalidad de nuestros semejantes.
Desde el arranque de la emergencia por la pandemia del COVID-19, he visto cómo la figura presidencial se ha metido en una funesta espiral de malas decisiones y declaraciones desafortunadas en las que, ignorando las advertencias de todos los países donde la enfermedad ha cobrado la vida de miles de personas, insiste en que México está bien y que se está atacando el mal como es debido.
El problema es que al sentirse acorralado, como realmente lo está, el presidente se muestra como el egocentrista que siempre ha sido, el que cree que el país gira alrededor suyo, que todos los que opinan diferente a él son sus enemigos.
Esto lo demostró en la víspera del Paro Nacional de las Mujeres, donde decidió no apoyar las válidas demandas de este sector de la población, sólo porque creía que estaban manipuladas por oscuros intereses. Señor Presidente: mi esposa y decenas de amigas decentes, honestas y valientes por las que daría mi brazo derecho pueden dar testimonio de que está equivocado… el pleito nunca fue en contra suya.
Tristemente esta idea no es exclusiva del mandatario. He visto de primera mano a muchos “iluminados e iluminadas” de la 4T que comparten esta soberbia, que creen que todo gira alrededor suyo.
Desde el arranque de esta crisis decidí no dejarme llevar por la guerra mediática. Por eso nunca me tragué la babosada de las estampitas.
Quienes me conocen saben que me revientan los bulos en redes sociales, las fake news, los “comparte entre tus contactos”.
Por eso siempre que aparecía una nota, un video, una reseña de una declaración pendeja del presidente me iba a la fuente original, no a las versiones sesgadas que nos ofrecía uno de los bandos de esta guerra mediática, a quienes les cae de perlas que millones de mexicanos no sepan leer y se vayan sólo con los encabezados.
Sin embargo, ahora me he topado con la que es quizás, una de las declaraciones más tontas, irresponsables e indefendibles que un mandatario mexicano haya realizado. Les estoy hablando del video en una fonda de Oaxaca, donde López Obrador dice que estamos en Fase 1 de la emergencia y por ello la gente y sus familias debe de salir, visitar restaurantes, hacer su vida.
Pero eso no fue lo que más me alarmó, lo que en verdad me encendió las luces de alerta fue cuando el presidente dijo que él nos iba a decir el momento en que deberíamos de quedarnos en casa, no antes, no después; él sería el encargado de dar la orden.
Aquí es donde se cristalizó una idea que me ha estado rondando por días ¿qué no se supone que votamos por este personaje porque los mexicanos estábamos hartos de la figura presidencial mesiánica, del tlatoani, del todopoderoso habitante de Palacio Nacional?
¿Acaso no estábamos hartos del presidencialismo omnipotente que nos recetaron durante décadas priistas y panistas?
Si así fue ¿por qué habríamos de tolerar un presidente que se cree todo sabio y poderoso… no importa que se llame Gustavo, Luis, José, Vicente, Felipe o Andrés Manuel?
Quiero pensar que los millones de mexicanos que llevamos a este proyecto llamado la 4T a la silla presidencial estamos hartos de esa figura, que somos ciudadanos maduros, no borregos que necesitamos un pastor que nos lleve a nuestro destino y nos diga qué pensar y qué creer.
Me da esperanza darme cuenta que muchos mexicanos somos así. Que nos importa una pura y dos con sal que ellos crean que estamos bien, que los espíritus de nuestros antepasados aztecas mágicamente y por decreto nos van a proteger de un virus que ha matado a miles de personas alrededor del mundo.
Me da gusto ver que más allá de los designios del presidente y sus seguidores, hay millones de mexicanos responsables, verdaderamente informados, a quienes nos preocupan nuestros hijos y hemos decidido quedarnos en casa, atendiendo las advertencias de quienes ahora lloran porque creyeron que no les iba a tocar.
¿El presidente y su gobierno no están reaccionando a tiempo? ¡Que se frieguen! la sociedad los vamos a rebasar, porque nos ha quedado claro que los políticos no nos van a proteger, porque ellos tienen su propia agenda por la cual están dispuestos a dar la vida.
Es cierto, el presidente no me ha decepcionado con el manejo de esta crisis… me ha hecho encabronar.
Sin embargo, esta molestia tampoco me ciega. No quiero verle la cara a la jauría de hienas que ahora aparecen todos piadosos y prudentes para mostrarse como la opción salvadora del pueblo mexicano.
No quiero ver a Ricardo Anaya… no quiero escuchar a Felipe Calderón y, definitivamente, vomito las apariciones de cualquiera de los priistas que nos robaron a manos llenas y extrañan horrores volver a estar pegados a la tibia ubre del presupuesto.
Si puedo definir lo que siento en estos momentos es un enorme desamparo.
Sólo puedo hacer votos para que este sentimiento derive en la conciencia de que debemos de dejar de ser la sociedad dama afligida, esperando que un caballero de armadura brillante llegue a salvarnos del peligro.
Debemos ser una sociedad adulta, que desconfíe de los políticos, que exija, que grite, que la haga de jamón porque los políticos sólo así hacen caso… son como los perritos, nomás entienden a periodicazos.
Hoy más que nunca me queda claro que la clase política, sin importar su color, solo sirve para dos cosas: para nada y para una ching…