El asesinato de un candidato del Partido Acción Nacional en Tamaulipas, el secuestro de un personaje altamente influyente dentro del Gobierno del Presidente Felipe Calderón, el ataque a balazos hacia el candidato opositor al Gobierno de Quintana Roo y alcalde con licencia, Gregorio Sánchez, y todo lo que en estos días se acumule, son síntomas altamente preocupantes de que la delincuencia organizada está tomando el mismo rumbo que en Colombia, comenzar a atentar contra los políticos.
Y asumiendo que se mantenga la misma tónica, no dudaríamos en afirmar que además de seguir atentando contra candidatos, sin importar el partido político a que pertenezcan, el siguiente paso es comenzar a ver acciones similares contra jueces y magistrados, es decir, ahora meterse de lleno contra el Poder Judicial.
¿Luego qué sigue?
¿El caos? ¿El desgobierno? Sigue lo que los ciudadanos queramos que siga.
Déjeme explicar:
Independientemente de que la grave crisis de seguridad que padecemos es el reflejo de la corrupción y la impunidad de México, además de la llegada a puestos claves de personas poco calificadas y menos comprometidas con el servicio público; es un hecho, nos guste o no, de que todo lo anterior se ha fortalecido, precisamente por la gran ausencia de la participación social en momentos específicos.
De repente, los ciudadanos en general hemos permitido ser rebasados por protagonismos anacrónicos así como de una excesiva concentración de grupos de poder, fortaleciendo la antítesis de la democracia: unos pocos toman decisiones trascendentales por las grandes mayorías.
Es decir, un grupo de personas que han obtenido el poder para tener más poder y no para lograr un mejoramiento social, son quienes nos dictan ahora las directrices del modelo de estado en que debemos, mas no necesariamente queremos convertirnos.
Es totalmente inaceptable que si en México vivimos más de 110 millones de habitantes, un puñado, pero en verdad, un puñado de “iluminados” sean quienes nos están pastoreando sin darnos cuenta de que en muchas ocasiones sucede, parecemos un grupo ruidoso de cebras corriendo sin saber por qué corremos, y lo que es peor, sin saber a dónde vamos.
¿Vamos verdaderamente a lugares donde existen mejor pastos para comer? o ¿vamos hacia el final del terreno en donde un grupo de pacientes cocodrilos nos esperan con la mesa servida?
Urge que la participación social despierte y haga sentir su fortaleza.
Los mexicanos debemos darnos cuenta de los momentos inéditos que estamos pasando y en un gesto de autoreflexión analizar qué hemos hecho, o dejado de hacer, para encontrarnos en la situación actual. Seguir con el síndrome del avestruz, escondiendo la cabeza pensando que sean otros los que resuelvan lo que ahora son “nuestros problemas” resulta sencillamente un sucidio social.
¿Desde cuándo no hemos enviado alguna misiva a nuestro diputado local o federal, para hacerle sentir nuestra postura en torno a algún tema comunitario? ¡Lo más preocupante es que la gran mayoría de nosotros ignoramos temas tan básicos como quiénes son los políticos que nos representan en las diferentes instancias de poder.
Ah, pero qué tal con temas como quién es el próximo director técnico de Tigres. Eso ni se pregunta, los temas banales propician, lamentablemente, una tremenda aunque vacía participación social, después de todo los grandes emperadores romanos lo vaticinaron:¿Quieres tener al pueblo en paz?
¡Dale Pan y Circo!