En otros tiempos Nuevo León podía presumir de tener una prensa bien pagada, con patrones que preferían invertir en la nómina para tener redacciones leales y comprometidas con sus empresas. Sin embargo la degradación del oficio periodístico hizo que se viva otra realidad, donde sobran las tentaciones y las oportunidades para vivir de presupuestos oficiales.
Aquella anécdota que sucedió a comienzos de los 80’s, cuando una reportera de El Porvenir rechazó indignada un regalo en dinero efectivo de un director de prensa del gobierno de Nuevo León “para un refresco”-, quedará en la memoria de los periodistas que estuvimos en el equipo de Jesús Cantú Escalante, entonces director-gerente del matutino.
Eran otros años, más cercanos que lejanos, cuando uno de los decanos de la prensa en México en su última mejor época, no solamente competía en contenidos editoriales contra El Norte, sino también en contratar a reporteros y editores con ingresos dignos; con redacciones donde no cabían “los apoyos”, “los cochupos”, “los chayotes”, ni los regalos y embutes de los funcionarios.
Cantú Escalante, un economista egresado del Tecnológico de Monterrey, puso bien claras las reglas del juego: el reportero que quisiera trabajar en El Porvenir, de preferencia, debería ser egresado universitario, tener en alto la ética, defender y dignificar su profesión, y estar alejado de tentaciones corruptas de oficinas gubernamentales.
Sin embargo, la parte económica iba de la mano con las buenas intenciones del director a través de buenos sueldos, apoyos de la empresa y otras prestaciones de ley. Por ejemplo, un reportero nuevo al cumplir tres meses de labores tenía la planta laboral, y al año podía acceder a un préstamo para comprar un automóvil.
Cuando diciembre entraba en el calendario y los funcionarios enviaban regalos a los reporteros, nadie en El Porvenir podía recibirlo a título personal; se recibían en la redacción botellas de vino y canastas navideñas, entre los más comunes, se guardaban en una bodega y, llegado el momento, la dirección convocaba a una subasta y cualquier empleado podía comprarlo a precio del mercado.
Y el desenlace de esta regla impuesta en el diario hasta fines de la década de los 80’s seguramente pocos reporteros en la actualidad en Monterrey podrían creerla: ese dinero recaudado en la subasta se destinaba a obras de caridad para asilos, orfanatos y comedores de indigentes, entre otros.
Por citar un caso: si el directivo de Tigres o Rayados intentó ser generoso una Navidad enviando una playera autografiada por los jugadores al reportero de la fuente, la única posibilidad de tenerla era comprándola en la subasta.
De esa generación de El Porvenir siguen activos en el periodismo de Monterrey: David Carrizales, corresponsal de La Jornada; Miguel Angel Vargas, director de Publicaciones de Milenio; Rosalinda González, Juan José Cerón y Alfredo González, ahora en El Norte; Agustín García y Manuel González, periodistas deportivos. Y el autor de estas líneas.
Otros de esa época están en otras trincheras: Blanca Esthela Martínez, en la Conagua; Elvira Ramos, en el Museo de Historia Mexicana; Hernando Garza, en el Centro Cultural de la UANL; Edgar Rivera, en Cervecería Cuauhtémoc; Juana María López, en prensa de Gobierno, y Luis Ángel Garza, dueño de una empresa de monitores de medios.
Hasta hubo un reportero deportivo de esa camada, que sin ser egresado de la carrera de periodismo, llegó a ser alcalde de Santa Catarina: Dionisio Herrera Duque, seducido por las siglas del PAN en donde militó desde su adolescencia.
Los años pasaron, la vejez le cayó encima a El Porvenir y Jesús Cantú Escalante dejó la dirección. De las siguientes generaciones y ante las precarias condiciones económicas algunos de sus reporteros emigraron a la competencia, mientras otros se pasaron al bando de la política.
Víctor Pérez, Juan Medrano, Rafael Heredia y el mismo Dionisio Herrera Duque, entre otros, dejaron la redacción para servir al Partido Acción Nacional hasta la fecha.
Así el Porvenir se desgajaba.
Cambiando drásticamente de tema, Daniel de León Guzmán, el coordinador de Prensa y Difusión de Comunicación Social del gobierno de Nuevo León, miente al decir que no utilizó a dos prestanombres para crear su empresa Corporativo Radio Tel and Publishing S.A. de C.V.
Como reportero tuvo un pasado intrascendente en El Norte y en otros medios en Monterrey, pero toda su astucia la sacó cuando incursionó en las filas del PRI y rápido aprendió a hacer negocios ilícitos; como persona es dicharachera, ocurrente y fácilmente ameniza una trasnochada sin mirar el reloj.
De León Guzmán sabe muy bien que se acercó al poder para servirse a placer, vendiendo a los alcaldes que él es pastor de algunas ovejas con piel de reporteros que comen de su mano, como Armando Torres, quien le pagó algunos favores al ir a retirar la pasada edición de Hora Cero de varios lugares donde se distribuye.
El funcionario menor sabe bien que camina sobre la cuerda floja luego que Hora Cero demostró que, al menos y seguramente es una cifra mínima, se benefició de un millón de pesos insertando publicidad oficial en una revista que no existen, que sólo factura con una empresa suya.
Y aún peor, que tiene relación con otros proveedores de alcaldías y dependencias de gobierno como Movektor S.A. de C.V. y Yadira del Carmen López Ríos. ¿Verdad?
Por lo pronto a De León Guzmán ya le prohibieron seguir apareciendo atrás del gobernador Rodrigo Medina de la Cruz como funcionario de prensa.
A ver cómo termina este irrefutable caso de corrupción que coincide con el sexto aniversario de nuestro periódico.
Felicidades, salud y larga vida a
Hora Cero.
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